Sergio Melnick: "La clase política está haciendo un papelón"
<P>Chile busca el sentido; Piñera se equivoca; Bachelet no tiene las condiciones; los estudiantes son unos niños que no saben nada; el problema de Chile son los políticos mezquinos; nadie debate sobre educación… Un Sergio Melnick recargado repasa el estado de la situación nacional.</P>
Sergio Melnick fue ministro de Planificación, sobrevivió a un accidente aéreo y también a una polémica salida de la televisión. Es director de empresas, columnista, conferencista, esotérico, profesor y también alumno. Sus estudios sobre la sicología de los complejos de Carl Jung y su reciente incorporación a Twitter lo tienen mirando la realidad de una manera distinta.
La última encuesta CEP muestra que la aprobación del Presidente Piñera no ha mejorado en un año. Usted es un gran defensor de los logros de este gobierno. ¿Cómo lo explica?
Chile es un país muy particular. Como todos los latinoamericanos, despreciamos los datos y funcionamos con emociones y opiniones. Tenemos una plataforma de país mágico, que vive en el espacio simbólico, desapegado de la realidad más objetiva. Entonces se da la paradoja de un gobierno como este, con un track record excepcional y muy baja popularidad, y uno como el de la Presidenta Bachelet, con un track record pobre y una enorme popularidad. La misma encuesta CEP tiene cosas casi graciosas, como que aparezca ella igualada con Pablo Longueira cuando preguntan a quién debiera llevar la Alianza de candidato único, o que más de la mitad de la gente reconozca que no lee noticias de política ni conversa con amigos o familia de política. El pensamiento chileno funciona de forma mitológica.
¿Qué es lo bueno y qué es lo malo de eso?
Lo malo es que te vas en un globo de aire y te desapegas de la realidad, y se cometen grandes errores, como lo que les pasó a los alemanes cuando eligieron a Hitler. Es bueno tener un espacio mitológico, pero siempre con un cablecito a tierra. Yo creo que eso viene de la cultura de los pueblos nativos, que son muchísimo más espirituales que los mayas, los incas y los otros, que eran más tecnológicos. Pero, además de eso, la cultura nuestra tiene un complejo materno muy impuesto.
¿Qué significa eso?
Chile tiene una crisis de sentido. La sociedad no va para ninguna parte. Somos un país bipolar: unos quieren un sentido y otros quieren otro; unos construyen y otros destruyen; damos dos pasos para delante y uno para atrás. Nunca hemos tenido ese sentido y eso, desde el punto de vista sicológico, tiene que ver con la madre. La madre es de donde venimos, ella simbólicamente nos conecta al origen y este nos da el sentido.
¿Y esta predilección por Bachelet que muestran las encuestas tiene que ver con la búsqueda de ese sentido?
Como es un complejo materno, el inconsciente proyectó en Bachelet la madre, piensa que ella podría darle un sentido, pero es una proyección inconsciente. Porque, por otra parte, también hay un complejo paterno: no tenemos un padre de la patria, tenemos varios que se pelean el título y hay héroes antagónicos, como Allende y Pinochet. Hay entonces un complejo paterno negativo, y el padre es el que estructura, el que significa la relación del hombre con la sociedad.
¿Y eso no lo tenemos?
Lo tenemos, pero estamos cansados de que nos digan lo que debemos hacer. Llevamos 30 años de progreso, somos más ricos, ya tengo aparato de televisión, y la gente se pregunta ¿y esto para qué? ¿Cuál es el sentido de esto? Viene el gobierno patriarcal de Piñera que nos dice “hay que trabajar, hay que llegar al desarrollo...”. Entonces el que está mal es Piñera.
¿El mundo político no conecta con la búsqueda de sentido?
Exactamente. Y se personifica en Piñera todo lo patriarcal malo y en Bachelet todo lo matriarcal bueno.
¿En qué está mal Piñera y con qué consecuencias?
Yo creo que con ninguna. Piñera ha hecho un gobierno extraordinario y el país ha sido injusto con él. Nunca hemos tenido un gabinete tan bien evaluado. Como país hay más empleo, más crecimiento, más riqueza que hace dos años… en todos los ítems estamos mejor. No digo que no lo critiquen, pero que también le reconozcan algo.
¿Dónde está su responsabilidad?
La responsabilidad de Piñera es que él pensó que las obras hablaban por sí mismas y eso no es así, sino que ocurre en el largo plazo. Piñera le dio menos énfasis de lo que debiera al espacio político de la sociedad. Pensó que gestionar bien hablaba por sí mismo. Ahora, como es un tipo rápido, ha ido aprendiendo. Yo creo que las encuestas van a seguir subiendo en forma interesante para él.
¿Ve a alguien en la escena política que le pueda disputar a Bachelet la búsqueda de sentido?
Golborne de todas maneras, Marco Enríquez-Ominami también. Tal vez Franco Parisi, que le ha quitado votos a MEO. No tengo nada personal con la Bachelet, es sólo que yo creo que ella no tiene las competencias.
¿Sigue sin dar el ancho, como dijo usted hace años?
Sigo pensando que no da el ancho, porque los resultados de su gobierno fueron muy pobres. ¿Qué le reconozco? La reforma previsional, la inquietud por las salas cuna, aunque no hizo nada relevante por estas; algo en el tema de la transparencia y no mucho más. Me cuesta encontrar cosas importantes y me parece que la gestión económica fue deplorable.
¿Quién es su candidato?
Golborne, por varias razones. Primero, sabe trabajar en equipo, lo que es una gran virtud. Segundo, tiene alta capacidad de gestión, algo que en el mundo moderno es un desde, es decir, no es suficiente pero es necesario, y Bachelet no lo tiene. Golborne tiene, además, una historia personal que es un ejemplo para cambiar el sueño chileno: una familia de todos los colores políticos, es un tipo liberal, amplio de criterio, que recorrió el camino y puede decir “yes, we can”.
¿Y se mueve en el terreno de las emociones?
Es lo que yo le voy a proponer después de hacer este análisis jungiano de la política, porque el que sea capaz de ofrecer un sentido va a ganar las elecciones. El que sea capaz de mirar para adelante, porque para atrás estamos todos divididos; el que sea capaz de decir “sean todos bienvenidos”, pero que sea fidedigno y que tenga una cierta claridad sobre cómo hacer las cosas.
¿Le parece que la explosión de los estudiantes, la anterior y la actual, también es parte de la búsqueda del sentido? En sus columnas, usted los trata de niños que no saben nada.
Creo que son niños que no saben nada, efectivamente.
Pero esos niños que “no saben nada” han puesto de cabeza al mundo político.
Eso habla mal del mundo político, no de ellos. La gran valla no son los estudiantes, sino los adultos. No hemos sido capaces de explicarles a los niños los límites y decirles “perfecto, tomo tu problema pero lo vamos a resolver nosotros, porque los problemas de la sociedad moderna son muy complejos”. Los adultos los han ideologizado. Creen que por el hecho de que la educación sea pública es necesariamente mejor, cuando ellos deberían estar peleando por la calidad. Lo que de verdad te interesa a los 16 años es que la educación sea buena, qué te importa de dónde viene. Decir público o privado es una pelea de los viejos, de poder, no de educación. Esa es la mezquindad de la clase política, sobre todo de la izquierda dura: echar a los chiquillos para adelante a dar una pelea que ellos no son capaces de dar.
¿Le parece que se está conduciendo bien el debate sobre educación?
Hasta acá no hemos hablado nada de educación, sino de la organización de la educación, como si eso resolviera los problemas, cuando es al revés: uno primero dice dónde quiere ir y después cómo. La educación del siglo XXI es radicalmente distinta de la del siglo XX. Seguimos pensando en una educación hija de la escuela del siglo XVI, de la imprenta, del lenguaje simbólico; el que viene para el siglo XXI es el lenguaje post simbólico, cómo nos relacionamos con la sociedad digital. Es aprender a gestionar conocimientos, una habilidad completamente distinta. Hasta el siglo XX lo importante era el contenido, en el siglo XXI el método es el contenido. Por ejemplo, en la educación superior nadie ha discutido que tenemos una educación profesionalizante, y eso hay que erradicarlo ya. El primer tema estructural en Chile es la educación. Los países no pueden ir más alto de lo que su gente es capaz de pensar. Tenemos mala prebásica, y en eso estoy de acuerdo con los estudiantes, porque la educación ahora son 16 años y no 12; la educación superior está mal estructurada y tenemos casi nada de ciencia y tecnología propias. Discutamos de educación, no pongamos la carreta delante del buey.
A su juicio, ¿hay más reformas estructurales pendientes?
Un segundo problema estructural es la descentralización. Seguimos siendo un país centralista horrible y eso no ha estado en la agenda de ningún gobierno. Tercero, que algo se ha hecho, es la modernización del Estado, que no es solamente más eficiencia. Son dos cosas: primero, la estructura del Estado; hay organizaciones que sobran y otras que faltan. Segundo, hay algunas que tienen que ser autónomas del gobierno de turno. Y hay una cuarta cosa estructural: la estructura de los poderes del Estado está mal distribuida y eso es fatal en el largo plazo. Tenemos un Ejecutivo demasiado poderoso, un Legislativo muy poco poderoso y un Judicial muy poco independiente. El chancho está mal pelado. Una sociedad que tiene ese desequilibrio de poderes no es viable a largo plazo.
¿Qué sistema le gusta?
A mí me gustaría un sistema semipresidencial, balanceado, donde la justicia fuera mucho más autónoma, sin llegar a ser incestuosa, con controles. Un sistema que considere a todos los poderes modernos, porque hoy las redes sociales son poderosas, los medios de comunicación son poderosos, las Fuerzas Armadas tienen roles distintos en la sociedad. La sociedad sabia de largo plazo no permite nunca excesivas concentraciones de poder y nosotros las tenemos en todo, en lo político y económico. Hay que hacer una reforma política generosa, no puede ser para que una mayoría circunstancial le ponga una pata encima a la otra, como ha sido siempre.
¿Se declara optimista o pesimista en la solución de todos esos temas?
Soy pesimista, porque quienes hacen eso son los líderes, y los políticos son nuestros líderes. La clase política está fallando radicalmente, está haciendo un papelón, no está siendo generosa ni sabia, tiene una tendencia a ser mediocre. No es la discusión izquierda-derecha, eso es lo que nos queda de los complejos sociales, todavía estamos traumados. Tú levantas la voz y te dicen que eres un fascista dictador o un comunista miserable. Todos tenemos algo de izquierdista y de derechista, nadie es puro. Las ideologías del siglo XX ya no tienen sentido en el siglo XXI.
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