AUNQUE vivo en Beijing, una de las grandes capitales diplomáticas del mundo, debo confesar mi debilidad por Shanghai, el gran centro comercial y financiero de Asia. Shanghai, puerto legendario y cosmopolita, es la mayor ciudad de China, con cerca de 25 millones de habitantes, y según algunos, la mayor ciudad del mundo; una megalópolis con todas las de la ley, y puerta de entrada y salida del enorme comercio exterior chino.
La imagen de las grandes ciudades del Asia es de un cierto caos y congestión, y el tráfico en Shanghai es cosa seria. Dicho eso, sin embargo, lo que llama la atención al visitante es el relativo orden y armonía en que se ha producido el enorme crecimiento de esta urbe. Uno de los grandes atractivos para el visitante es el contraste entre la arquitectura neoclásica de los edificios de comienzos del siglo XX en el Bund, frente al río Huangpu, y los gigantescos rascacielos celestes, rosados, verdes y amarillos del nuevo siglo, al otro lado del Huangpu, en el nuevo centro financiero de Pudong. El barrio de la Concesión Francesa, por otra parte, con sus avenidas arboladas, edificios Art Deco y paseos peatonales por doquier, invita a caminarlo y disfrutarlo.
Lejos de dormirse en sus laureles, que incluyen, entre otros, ser sede del mayor puerto de contenedores del mundo, Shanghai busca nuevas alternativas para mejorar su competitividad. La última de ellas es la Zona Franca Piloto. Destinada a dar un ímpetu aun mayor a la actividad comercial y portuaria, fue lanzada en septiembre de 2013. Es un experimento destinado a promover la inversión extranjera y potenciar los negocios que contribuyan a aumentar el consumo interno, que de dar resultado, será extendido a otras ciudades del país.
Con una superficie original de 28 kilómetros cuadrados (ahora ampliada a 120), en las áreas de Waigaoqiao, Yangshen, Waigaoiao y el centro logístico de Pudong, ya ha atraído a varios miles de empresas de todo el mundo así como a varios bancos a instalarse en ella. El gran atractivo para las empresas extranjeras es que les permite almacenar sus productos allí sin tener que ingresarlos y pagar los derechos correspondientes en China, les ofrece procedimientos aduaneros simplificados una vez que los internen, y les da un marco liberalizado para las transferencias de fondos y el cambio de divisas de una denominación a otra. En un país en que el comercio electrónico toma cada vez mas auge, el disponer de un stock de mercancía in situ es un imperativo no menor, algo facilitado considerablemente por esta Zona Franca.
A otra escala, bien sabemos el impacto que la Zofri tuvo en el crecimiento y el desarrollo de Iquique. Algunos consideran que la Zona Franca de Shanghai debería avanzar mas rápido en áreas como la apertura de la cuenta de capitales.
Con todo, poca duda cabe que constituye una instancia adicional de la ruta permanente de reforma y apertura que sigue China, y todo indica que su camino será seguido en otras de sus grandes urbes.