La masacre de Srebrenica, en el este de Bosnia, con sus 8.000 muertos quedará siempre unida al nombre de Ratko Mladic. Pocos meses antes del final de la guerra de Bosnia-Herzegovina (1992-1995), las tropas serbias, cumpliendo sus órdenes, arrollaron el enclave musulmán declarado zona protegida por la ONU. Mientras Mladic comparecía ante las cámaras saludando en Srebrenica, sus soldados ya llevaban a los prisioneros hacia el lugar donde después serían asesinados, configurando así la peor matanza registrada en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Durante cinco días, en julio de 1995, las tropas del general serbio bombardearon el lugar, custodiado por cascos azules holandeses. Cuando las tropas de Mladic sortearon a los soldados de la ONU -que fueron criticados por no defender a la población civil- , el oficial aseguró que tomaba la ciudad como "un regalo" para los serbios. "No tengan miedo, nadie les hará daño", aseguró a sus habitantes. En un primer momento, Mladic consiguió ocupar más del 70% de Bosnia, aunque los serbios sólo representaban un tercio de la población. Las imágenes de la separación de hombres y mujeres y niños dieron la vuelta al mundo. Dos días después, se cumplió el peor presagio: todos los hombres entre 12 y 77 años, es decir, que podían manejar un arma, fueron masacrados.