Señor director:
El conflicto entre Corea del Norte y Corea del Sur demuestra que la Guerra Fría aún está latente en algunas partes del mundo. La firma del armisticio de Panmunjón en 1953, el cual estableció una nueva frontera separada por una ficción jurídica de “zona desmilita- rizada” fue el inicio de una crisis humanitaria en Corea del Norte, a lo que se suman contingencias sanitarias y alimentarias en un país que utiliza la propaganda para ocultar un Estado totalitario y ajeno al mundo.
Esta situación pone en riesgo la seguridad internacional, aunque no toda la culpa reside en un poder autocrático ajeno a las necesidades de un pueblo que se ve forzado a buscar “cierta forma de refugio” en el interior de China, con los peligros inherentes a esta aventura que en ocasiones acaba con la entrega de exiliados a las autoridades norcoreanas. También los errores son de Corea del Sur, cuyos habitantes que piden la reunificación de las dos Coreas son perseguidos con la fuerza represora de las normas penales. La libertad de expresión y prensa sobre la situación norcoreana aún están fuertemente controladas.
Estamos preocupados por el discurso combativo de un joven heredero que trata de afianzar su legitimidad, a la vez que tenemos una nación con armas de destrucción masiva. No obstante, el único país que puede desafiar la lógica de la disuasión nuclear es la propia Corea del Norte.
Falta un mandato claro de Naciones Unidas para revisar el acuerdo de la década del 50, y para la adopción de resoluciones del Consejo de Seguridad sin la tutela de las grandes potencias. Sólo así se limitará la industria armamentista mundial, además de la implementación de medios alternativos de negociación diplomática.
Antonio Muñoz
Doctor en Derecho Internacional, U. Autónoma de Chile