Un Nibali humano

<P>El vencedor del Tour de Francia no avasalla en la contrarreloj, que gana el gran Martin.</P>




Apoyado en el asta de una bandera de Kazajistán con la mano derecha, con un buen vaso de tinto en la izquierda, Nicolai Vinokurov ve pasar el Tour. Son las 10 de la mañana y el padre del jefe del Astana ya está preparado para festejar el seguro triunfo en el Tour del líder del equipo, Vincenzo Nibali. No es el único de lo que a muchos gusta llamar entorno que se ha levantado con la ansiedad de los grandes días. Por la mañana, aunque entre los viñedos de Bergerac la humedad ya sea asfixiante, trabajan los estimadores, los deseos, las ambiciones.

Nibali ha anunciado que se siente tan fuerte que él, un escalador, quiere marcar también la contrarreloj final como territorio propio, como han hecho siempre los campeones. En su equipo, sus mecánicos, su gente, que lo admira y vive en una nube, eso solo significa una cosa: Nibali va a ganar la contrarreloj, que se prepare Tony Martin. Ha ganado en las británicas islas, ha ganado casi en los adoquines, y ha ganado en los Vosgos, en los Alpes, en los Pirineos. Solo le falta una contrarreloj. Y, así, hasta se apuestan una cerveza con quien muestra su escepticismo.

Los estimadores, los técnicos de Specialized, su marca de bicis, son más cautos. Martin, que ha salido prontito pues está a casi tres horas en la general, ha terminado su prestación con un tiempo espectacular: 1.06'21'', a casi 49 kilómetros por hora de media. Para Nibali, conociendo los vatios que es capaz de generar, conociendo su ritmo cardiaco al levantarse y cómo está de sangre, han previsto un tiempo 25'' superior al de Martin. Un gran tiempo, pero no victorioso.

Por fortuna para él, y para su fama, limpia, sin sombra, Nibali no fue un Ferrari en el asfalto pesado del Midi francés, castigadas, al fin, por el sol. Fue humano. Ha corrido una gran contrarreloj, como corresponde a un ganador del Tour, pero no la ha ganado. Ha quedado cuarto, por detrás de los grandes especialistas (Martin, Dumoulin y Barta) que esperaban este día sobreviviendo en las montañas como podían, y por delante de quienes peleaban por los puestos de honor a sus pies, Van Garderen, Peraud y compañía.

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