De tu propia medicina

TEMUCO COLO COLO


El partido de ayer en Temuco fue de esos encuentros que siempre quisiéramos ver. Dinámico, intenso y con un grado de agresividad que condimenta y no ensucia. Lamentablemente los hechos sucedidos sobre el final ennegrecen el resumen.

Temuco planteó el partido de una manera interesante. La línea de volantes que organizó Dalcio Giovagnoli fue mutando durante los 90 minutos dependiendo de las necesidades del partido. Era casi imposible leer posiciones fijas en sus jugadores de mediocampo. Lo que podría parecer improvisado fue algo fríamente planeado. La misión primera era encapsular a Valdivia para que tuviera menos opciones de pase. Así los temuquenses bloqueaban constantemente las descargas del 10 y, de pasada, aislaban a un ansioso Paredes.

Lo segundo parecía ser una recuperación más eficiente. Correr menos metros hacia el arco propio es una constante cuando juega de local. En resumen, muy parecido a lo que está haciendo Colo Colo en este torneo. Temuco le dio a probar un sorbo.

Por minutos plantear el partido de atrás hacia adelante le favoreció al local. La rápida reagrupación daba tiempo suficiente para tomar a los albos que llegaban en ataque.

Colo Colo no jugó un mal partido, pero no supo sobreponerse a la expulsión de Berríos. Se desorganizó de manera evidente y la ansiedad terminó de hacer el resto. Lo que era colectivo trató de resolverlo de manera individual. Ni el ingreso de Valdés lo pudo corregir.

Por último, no puedo evitar referirme al arbitraje. Si un experimentado Patricio Polic quiere asesorar a un árbitro emergente y de buenas condiciones como César Deischler, me parece perfecto. Pero ver al árbitro central llevándose el dedo al oído cada 30 segundos para escuchar cada opinión, visión o decisión de su cuarto árbitro raya en la ridiculez. Cobró y sancionó hechos que ni siquiera sus asistentes estaban mirando.

El resultado no pasó por el arbitraje, pero el final dejó una sensación desagradable. El partido, por su desarrollo, no merecía un final así.

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