Ejemplo o fracasado: el desacuerdo infinito en torno a Bielsa

Bielsa
Foto: AP.

La eliminación del Leeds revive a los críticos del rosarino y vuelve a atrincherar a sus defensores. Los primeros le recriminan la escasez de títulos; los segundos relucen su legado valórico.



Marcelo Bielsa no pudo. El Leeds sufrió un dolorosa caída por 2-4 ante el Derby County y con ese resultado llegó a su fin la ilusión de que el equipo del rosarino volviera a la Premier League. También la historia de una escuadra que alcanzó a atraer a los aficionados del mundo entero y que, en la línea valórica del estratega, dejó una huella. Resulta imborrable el ejemplo que le dio al mundo cuando, ante un gol polémico, permitió que el Aston Villa le marcara uno de vuelta. Es ese el valor añadido que tiene Bielsa, sobre todo para quienes le declaran devoción. Sus detractores, o incluso quienes se plantan en la vereda de la neutralidad, le recriminan la falta de títulos, el parámetro que, sobre todo en el fútbol actual, establece la frontera entre exitosos y fracasados.

Bielsa, en rigor, no suma tantos títulos. Su biografía consigna tres campeonatos argentinos: dos con su amado Newell's Old Boys y uno con Vélez Sarsfield. A ellos se agrega el oro olímpico que consiguió con Argentina en Atenas 2004 y el Preolímpico que celebró en Chile previo a ese evento. Los demás, para regocijo de quienes le reclaman una estadía más permanente en lo alto del podio, son segundos puestos: fue subcampeón de la Libertadores en 1992 con Newell's, de la Copa América de 2004 con Argentina, de la Europa League 2011-12 con el Athletic de Bilbao y de la Copa del Rey en la misma temporada con el mismo club vasco. Los más osados le calzan el mote de que no gana nada.

"Bielsa sacó del letargo al Leeds , un equipo olvidado. No se filtraba entre los seis primeros del Championship desde 2006. Pero no ganó nada. Otra vez no ganó nada. Hace 15 años que no gana nada. El 'especialista en fracasos', como supo autoflagelarse. Al eterno perdedor le arde la deuda emocional. Sufre la decepción, pero no la íntima, sino el irreparable dolor que desata el sueño popular hecho añicos", resume una columna del diario La Nación de Argentina, una buena medición para poner en contexto la dimensión de su figura. Porque es en su país, precisamente, donde Bielsa no despierta sensaciones intermedias. O lo aman o lo odian.

La división

En Chile son más quienes lo endiosan, por la campaña que llevó a la Roja al Mundial de Sudáfrica y por el legado que se le atribuye en la gestación de la Generación Dorada. De hecho, durante la transmisión del partido del Leeds y el Derby County, fueron miles los que estuvieron pegados al televisión y las redes sociales siguiendo el partido de uno que consideran suyo. Y después de la caída, Bielsa y Leeds, además de otras acepciones, se transformaban en trending topic. Es decir, en los temas más comentados del momento. La solidaridad vencía a la sorna.

"Bielsa es un tipo políticamente correcto, aunque haya tenido episodios como el del espionaje. Sigo creyendo en la condición humana. Él, pese a que está inserto en una industria millonaria, sigue pensando que el fútbol se gana jugando en buena lid. El deja una huella humanista y no mercantilista. Eso me seduce. Donde va, dignifica el fútbol. Eso trasciende el resultado", dice Leonardo Véliz, quien se cuadra en el sector de los admiradores del Loco. "Bielsa es más auténtico en un mundo de actores. Aunque no levante copas, dignifica el fútbol, aunque no vino al mundo a dar lecciones de vida, sino a enseñar lo que sabe", añade el Pollo.

En Argentina, en cambio, el debate fue más dividido. Hay quienes festinan con el revés y quienes intentan ponerse sobre el resultado para defender la figura del entrenador, a quien definen como "un constructor de equipos" y un transformador en animadores de equipos que no lo son. "En teoría lo más importante es ganar usando las armas que uno crea válidas. El tema es cuando no ganas nunca", le dispara, por ejemplo, el comentarista Martín Liberman, uno de sus críticos más enconados, apelando, justamente, a esos conceptos que encandilan a los bielsistas. Y que tanto abominan sus detractores.

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