Dios me libre de la simpatía

Pablo Guede


Cada cierto tiempo hay que volver sobre esa historia de un cementerio de provincia. Ese donde una lápida, sucia y envejecida, rezaba con sabiduría: "aquí yace el jetón que, estando bien, quiso estar mejor". Cuántas veces lo hemos visto. El que tenía un negocio monono pero exitoso y, por agrandarlo, quebró. El que era brutalmente valorado en su oficina y, por cambiarse a otra supuestamente mejor, dejó de ser feliz. Un clásico.

Digo esto a partir de lo que pasa hoy en Colo Colo. Si llegara de improviso al país un amigo que no viene hace rato por acá y tomara los diarios, escuchara radio o viera tele, llegaría a una conclusión obvia: "los albos están en graves problemas, pasándolo pésimo, probablemente últimos en la tabla de posiciones. Por algo están buscando un nuevo técnico. Le debe haber ido malazo a Guede y por eso se está yendo", pensaría el viajero. Pediría opiniones a hinchas y analistas y, si elige los "indicados", le dirían que el equipo es defensivo, que no tiene equilibrio, que no encanta a la gente, que no ha ganado nada en el último tiempo.

Pero entonces, a lo mejor, se cruzaría con otros chilenos bien distintos que lo invitarían a revisar cifras. Y no entendería nada. Porque Colo Colo está puntero, es el equipo más goleador del país, viene de boletear a su principal rival en el semestre, llena el estadio cada vez que juega, no ha perdido ningún clásico (está invicto en los últimos dos años tras ganar siete de nueve y empatar los otros dos) y además tienen la segunda valla menos batida del torneo.

Ya, pero ¿juega bonito? Debatible, pero a juzgar por las asistencias al Monumental y las visitas al arco rival en cada partido al menos tiene mucha más dinámica, emoción y verticalidad que con el técnico anterior, ese del toquecito lateral, el trotecito enfermante y la siesta permanente.

Pero entonces ¿cuál es el problema?, dirá el amigo. ¿No hay buenos resultados? Tampoco. El equipo ganó la anterior Copa Chile, ganó la Supercopa, en el torneo anterior salió segundo por un mísero punto y ahora va puntero. "Entonces debe ser que no le ha dado tiraje a la chimenea, que los jugadores caros y viejos taponean a los nuevos". Menos. Es el equipo chileno que más valora y ocupa a los juveniles. Baeza, Suazo, Morales, Villanueva, Araya, Álvarez, Berríos, Orellana, Salas y Provoste juegan a cada rato en el cuadro titular. De hecho hace mucho que no se apostaba con tal éxito a las canteras, que es lo que todo club sano quiere y necesita. "No entiendo", dirá entonces el amigo. ¿Será que hay una brutal dependencia de sus estrellas? Difícil sostener aquello. Valdivia y Valdés no jugaron con Audax y Colo Colo goleó. Paredes no jugó con Unión y también fue un triunfo claro. Mala teoría. Verso. Humo. Concepto mala leche destruido por los hechos.

"¿Entonces por qué cresta quieren cambiar al técnico?", dirá ya mosqueado el contertulio. "Suena insano, absurdo". Cierto. Y más aún hablar de eso justo antes de las fechas claves del torneo, cuando más calma necesita el plantel. Aparte ¿cambiarlo por quién? ¿Por Salas, Vera, Ramírez, el venezolano FarÍas? Todos respetables, pero meras apuestas. Aventuras, riesgos.

La única razón que podría existir para este error no forzado de Colo Colo es que sea verdad que el propio Guede está hasta la tusa del medio chileno y quiera irse. No sería raro. Somos tan mediocres, chauvinistas, flojos y envidiosos como familia, que empujamos a partir a todos los que trabajan un poquito mejor. Por la razones que sea. Revise: por la presión de dirigentes, hinchas, profes o periodistas, nos hemos pitiado, uno tras otro, a los mejores técnicos que han pasado por esta comarca. Riera, Pellegrini, Jozic, Peckerman, Bielsa, Sampaoli. Lo mismo con todos: o los expulsamos de tanto joderlos o no sabemos cómo encantarlos y retenerlos. No puede ser casualidad. Hoy le pasa a Guede. Y a Hoyos, al que también le están dando como bombo en fiesta pese a ser el actual campeón, estar en la final de la Copa Chile y pelear este torneo hasta el final. No tenemos remedio. ¿Será porque en Chile le tenemos tirria a los pesados, a los directos, a los que tienen más personalidad? Quizás. Por estos lados, extrañamente, simpatía nunca ha sido sinónimo de coraje y buen nivel profesional. Al revés. Por eso nos va como nos va, seguramente.

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