El 10 de junio de 1956, en Lisboa, Chile dio el gran golpe y se quedó con la Copa del Mundo de 1962. Pese a la inmensa superioridad de Argentina, la astucia de los dirigentes chileno permitió dar vuelta la votación a su favor por goleada. La delegación compuesta por Juan Pinto Durán y Carlos Dittborn remató un trabajo que venía fraguándose desde años.

“En la presentación final, que duró cerca de un cuarto de hora, Dittborn obvió los aspectos materiales, dando énfasis en la seriedad de Chile en lo deportivo, político y la tolerancia a los credos y razas”, advierte Enrique Corvetto, autor del libro 1962: Los secretos del mundial imposible. El resultado: Chile obtuvo 32 votos, 10 para Argentina y 14 en blanco. Así, el séptimo Mundial fue en Chile.

Porque los transandinos, en esa década de 1950, eran una de las economías más poderosas del planeta. Ni hablar de la infraestructura, ítem en el que pasaban largamente a la precariedad de los recintos deportivos nacionales.

“Argentina tenía estadios de capacidad considerable ya, desde la época del ‘30. Chile sólo tenía el Estadio Nacional, el antiguo, con velódromo. Y el resto de los estadios eran extremadamente pequeños. En Santiago, por ejemplo, los otros estadios donde se jugaba eran Santa Laura, Independencia y el de Ferroviario. Ninguno tenía condiciones”, reconoce Sebastián Salinas, historiador y profesor de la Universidad de Chile.

Sin embargo, la FIFA quería dar una señal al resto del mundo. “Argentina tenía muchos mejores estadios, mayor desarrollo, más infraestructura. Tenía mucho más de todo. Desde que cualquier punto de vista objetivo, Argentina era mucho mejor sede. Era un país más atractivo, con más turismo. Incluso, algunos dicen que algunos países votaron por Chile para ayudarlo a mejorar su situación. Más allá del famoso mito de la frase de Dittborn, que nunca la dijo en esa instancia de la votación, sino después. ‘Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo’. Tal vez esa era el espíritu de la FIFA, ayudar a que un país más chico desarrollara, sobre todo, obras públicas”, remata Salinas.

Asimismo, agrega que “Argentina se cerró mucho tiempo al mundo futbolístico. No participó en las eliminatorias del ‘50. Creía que tenía el mejor fútbol del mundo y se hizo muy mala fama entre algunos países en la FIFA. Si no había participado competencias organizadas por el organismo, por qué ahora quieren organizar algo. Chile siempre estaba, aunque no fuera a todos los mundiales”.

Incluso, la misma federación transandina vivía severos problemas que le impedían gestionar su candidatura con fluidez. “La misma AFA, Asociación de Fútbol de Argentina, tuvo divisiones internas que le impidieron hacer una postulación correcta. Había muchas facciones en la federación, no se ponían nunca de acuerdo. Además, los transandinos colocaron muchas condiciones para obtener la Copa del Mundo”, asegura el ex Comisario de FIFA Alfredo Asfura.

Estabilidad política

La década del ´50 fue un período convulsionado en la política transandina. En septiembre de 1955 fue derrocado Juan Domingo Perón para dar paso al gobierno de facto de Eduardo Lonardi y poco después el de Pedro Aramburu, todos en el mismo año.

Esa inestabilidad le dio una gran ventaja a la candidatura chilena, cuya democracia política gozaba de excelente salud después de que Arturo Alessandri Palma comenzara su segundo mandato, en 1932.

“A la FIFA no le convenía realizar un mundial en un país con tantas turbulencias sociales. En 1955, incluso, hubo hasta cuatro presidentes”, concluye Corvetto.

Una afirmación que también comparte Salinas, quien agrega que “el mismo día que se realiza la elección en Lisboa, el 10 de junio de 1956, hay un intento de golpe de estado en Argentina”.

La diplomacia chilena

El trabajo para conseguir la sede había comenzado mucho antes. Uno de los hombres clave en lograr los votos fue Manuel Bianchi, quien en su posición de Embajador de Chile en Reino Unido realizó varias acciones para el éxito.

“Bianchi fue el principal promotor en el extranjero. Era el jefe de las oficinas de embajadores ante Buckingham, lo cual le brindó una ventaja adicional al momento de negociar”, dice Corvetto.

La misma pericia diplomática hizo que Italia se abstuviera de votar, pese a sus marcados lazos con Argentina, lo mismo con Inglaterra.

“Francia pretendía postular al presidente de su federación al sillón de FIFA. Votó a favor de Chile a cambio de que Bianchi, otro candidato al cargo, bajara su postulación”, explica el mismo autor.

La propaganda fue reforzada a través de una comunicación constante en cuatro idiomas, dirigidas a todas las federaciones, donde se mostraba la intención de organizar el Mundial y las ventajas de Chile.

“Incluso, se acercaron a los pocos países africanos que había en el Congreso de la FIFA. Argentina creía que sólo por la fama ganaría”, explica Salinas.

De la misma manera, Chile tuvo apoyo, incluso, de la federación boliviana, un gesto que dio más fuerza a la candidatura.

Apoyo soviético

El soporte en esta lucha de David contra Goliat fue el patrocinio de Unión Soviética y sus países satélites. Eso inclinó la balanza.

“En Argentina, el peronismo se había declarado anticomunista. Tras la caída de Perón, todavía se mostraba como un país antisoviético”, aclara el historiador.

En esta instancia, la labor del Bianchi volvió a ser clave. “Cimentó y convenció a los soviéticos a cambio de que el chileno votaría a favor de incorporar el idioma ruso en la FIFA. Así aseguró el a los países de Europa del Este”, dice Corvetto.

Incluso, en su libro 1962: Los secretos del mundial imposible, el autor reproduce una entrevista a Juanita Barros, viuda de Dittborn, quien contó que todo comenzó un par de años antes: “Acompañé a Carlos a un congreso de la FIFA en Londres. Estableció muy buenas relaciones con el dirigente soviético. Mi marido le dijo que aprovecharía su estadía en Europa para recorrer algunas naciones y este dirigente nos invitó a su país”.

Asimismo, el dirigente de Green Cross de Temuco Ignacio Iñiguez tuvo un rol importante para negociar con otras naciones.

“Aprovechó una gira de su club a inicios de 1956 para hacer lobby con Yugoslavia, Checoslovaquia y Bulgaria”, dice Corvetto.

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