Nunca leí la novela de Eduardo Mallea La bahía del silencio, pero el título siempre me gustó. La imagen es en extremo poética y gráfica. Muy elocuente. Describe, por ejemplo, con mucha fidelidad el arranque de Willian a los 77 minutos el jueves en el estadio Monumental. El público se fue apagando hasta hacer tabla rasa. El delantero de Palmeiras, con exactitud, entró en una bahía del silencio. Fue gol. Un 0-2 que casi cierra la llave de cuartos contra Colo Colo.

Cuando esto ocurre, el arranque en solitario de un delantero visitante, se produce un estado curioso, casi metafísico y el silencio se vuelve palpable. Se puede tocar con las manos. Un par de ejemplos: Messi que se desengancha de las marcas en la final de la Copa América en el Nacional, alarga para Lavezzi, centro rasante e Higuaín, fiel a su costumbre con la camiseta albiceleste, la mandó afuera. Fue una gran y terrorífica bahía del silencio. Lo mismo el contragolpe de Gabriel Batistuta en la semifinal de la Copa Libertadores en 1991. No recuerdo un estadio más silencioso y paralizado. Luego la atajada de Daniel Morón fue celebrada como un gol. También con el desvío de Higuaín el estadio explotó. En esta última jugada, más de cien años del fútbol chileno pasaron frente a los ojos de los espectadores.

Lo de Willian, como se sabe, terminó en gol de Dudu tras una excelente atajada de Orión. A esa altura Colo Colo estaba reventado. Había dado todo y ni siquiera lograba el empate de local. Peor, la ventaja para el rival se encumbraba en un casi irremontable 0-2.

Tras el gol de Bruno Henrique a los tres minutos, fue todo cuesta arriba para Colo Colo. No le podemos restar mérito al, en palabras de otra época, ponderable esfuerzo del equipo de Héctor Tapia. Sabemos lo que pasa, Colo Colo se pone en "modo Copa" y rinde, al menos en la intensidad de su juego y la aplicación de sus jugadores, muy por sobre del inconstante y desdibujado equipo que juega en "modo torneo local". Con la batuta de Jorge Valdivia y las trepadas por la derecha de Opazo, tuvo dos o tres llegadas bastante claras para arrimarse a un empate. Digamos, no fue un equipo que se entregó mansamente y que Palmeiras terminara jugando con cinco defensas indica que en un momento el cuadro de Scolari estaba bien complicado.

El tema es que Tapia no tiene alternativas. En delantera, salvo Jaime Valdés que es volante, no hay un solo jugador que pueda aportar algo distinto. Morales recibe la camiseta de titular y la devuelve de inmediato. Pinares no ha justificado para nada todo el entuerto que fue traerlo de vuelta desde Arabia, además de la pelea con Universidad de Chile por su concurso. Es decir, si Paredes y Barrios no la embocan, no hay quien lo haga. De manera objetiva, no había mucho más que hacer. Los campeonatos se ganan cuando se conforman los planteles decía Carlos Bianchi.

Así, con todo el peso de la creación en los pies de Valdivia, condicionado con un gol de camarín, Colo Colo la remó y hasta insinuó un empate que no se concretó. Y cuando estaban resignados al 0-1 en contra, que, con algo de suerte, o mucha suerte, se podía igualar en Brasil, vino el pique de Willian y el empalme de Dudu que convirtió al Monumental en una dolorosa y contundente, bahía del silencio.

PD: A propósito de Eduardo Mallea, Jorge Luis Borges dijo una vez: "Mallea tiene una notable capacidad de elegir buenos títulos. Es una lástima que se obstine en añadirle libros".

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