El viaje de Pizzi

Aránguiz tiene toda la razón: no hay razón para la visita a Europa del seleccionador, pero ojalá sirva para remecer a los referentes de la Roja.



Polémica generaron las declaraciones de Charles Aránguiz en las que afirmaba que "no le encontraba la razón" al viaje de Juan Antonio Pizzi a Europa, señalando que "(…) si él viene o no viene, no afecta el rendimiento".

Tiene toda la razón el volante. A esta altura de las clasificatorias es poco lo que puede influir una conversación individual del técnico con los referentes. Servirá para mejorar el tenso ambiente con que terminó la última fecha doble y para revisar algún aspecto puntual de los definitorios duelos frente a Ecuador y Brasil, pero nada más.

Pensar que el plantel va a mejorar su rendimiento porque el entrenador decide hacer un periplo por Europa es pecar de optimista. La Roja no necesita que su DT sume millas en su tarjeta de viajero frecuente. Lo que la Selección requiere, con urgencia, es una demostración de carácter desde la banca, una señal potente que no apareció en las últimas derrotas.

Hoy el bicampeón de América y finalista de la Copa Confederaciones está con medio pie fuera de Rusia 2018. Cuesta creerlo, sobre todo si se analiza lo que han sido las actuaciones de este equipo en los torneos que jugó en el último lustro. El problema es que si el análisis se profundiza, tomando en cuenta el rendimiento durante la Era Pizzi en las Eliminatorias, se aprecia una irregularidad permanente que permite explicar que la Selección esté con la soga al cuello.

En el cuerpo técnico aseguran que este viaje estaba previsto antes de las últimas derrotas. Claramente el recorrido ganó otra urgencia ante los malos resultados. ¿Sirve de algo el viaje?. Todo suma, deben pensar en la ANFP, y el propio Claudio Bravo afirmó que "en este momento es importante que el técnico venga a conversar con nosotros". Más allá de las palabras de buena crianza del capitán de la Roja, ojalá que el viaje sirva para remecer a los referentes, quienes deberán contagiar al resto del plantel ante la obligación de ganarle a Ecuador y sacar puntos en Brasil.

Esta generación merece jugar su tercer mundial consecutivo. Pero sólo con la chapa de bicampeón, la camiseta y el piloto automático no se juega. Pizzi debe ser capaz de darle un giro a la situación y encontrar las respuestas que el equipo no mostró en sus nefastas últimas presentaciones. Si eso no ocurre habrá que ver la Copa del Mundo por televisión y empezar a buscar explicaciones. Y ahí no habrá viaje que exima de su responsabilidad al técnico de la selección.

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