Emociones cruzadas

jaime carreño

Un tanto de Jaime Carreño (21), luego de saltar al césped por la aparatosa lesión de Ignacio Saavedra (19), asfaltó el camino hacia el título de la UC. Dos volantes con ADN estudiantil, con sensaciones opuestas, que intercambiaron sus roles en Temuco y festejaron.



Hay partidos, finales, vidas enteras, que pueden cambiar en un solo minuto. Y ese minuto, ayer, en el Germán Becker de Temuco, fue el minuto 12. El momento exacto en que el joven centrocampista de la UC Ignacio Saavedra abandonaba la cancha en camilla llorando desconsoladamente y dejaba su lugar sobre el césped a Jaime Carreño, otro volante joven con ADN cruzado que que hace apenas dos años era su viva imagen. Un reemplazo de urgencia (debido a la aparatosa lesión sufrida por Saavedra cinco minutos antes en un duro lance con Riquero) a todas luces natural que funcionó como un perfecto punto de quiebre.

Abandonó el terreno de juego el juvenil bandera, el futbolista revelación del campeonato, el hombre del momento, e ingresó en su lugar un jugador con escaso protagonismo este año, el talentoso volante estancado, la joven promesa venida a menos. Y todo cambió, pues en torno a ese cambio forzado, obligado, Universidad Católica comenzó a edificar su triunfo.

Pese a la superioridad numérica de que disfrutaron los estudiantiles desde la temprana expulsión de Riquero, fue Temuco el que comenzó ganando con un gol desde los doce pasos de Aceval (cuyo nombre fue coreado en la celebración por medio estadio) consiguiendo estirar durante 54 minutos el suspenso.

Pero entonces apareció Carreño, el mentor durante años de Saavedra convertido ahora en su sucesor de urgencia, para anotar con un fantástico remate de volea el empate que acercaba la corona a la precordillera. Tal fue la algarabía en el festejo, que incluso el propio Saavedra, con una pierna completamente inmovilizada, corrió a celebrarlo con el goleador. Sus caminos volvían a cruzarse y sus llantos (el de Ignacio todavía de dolor, rabia e impotencia; y el de Jaime de alegría desbordada, de reivindicación ) conducían inevitablemente a la estrella número 13. La dedicatoria de la conquista del inesperado anotador, por cierto, fue para su hijo, Facundo Milovan, bautizado así en honor de Imboden y Mirosevic, dos auténticas glorias cruzadas. Como Saavedra, quizás, algún día. Como Carreño.

Las pocas dudas que quedaban se encargó de despejarlas, minutos después, Vilches, con un cabezazo imperial, un tanto que sirvió además como bálsamo para la hinchada de la UC, que comenzaba a ceder a los murmullos tras conocer la apertura de la cuenta de la U. de Conce en el Monumental.

Con ventaja visitante y el avance implacable del cronómetro, el sector sur del Germán Bécker se vistió de fiesta y la noche empezó a declinar sobre el fondo norte. Pese a su conmovedora lucha (con un futbolista menos durante más de 80 minutos) el Indio Pije era equipo de la B.

Con el pitazo final, la alegría del pueblo cruzado se desbordó. Con Beñat tratando de contener el llanto al abrazar a Saavedra (que hoy será evaluado de la rodilla derecha con el Sudamericano Sub 20 de enero en el horizonte inmediato), y con Buonanotte vociferando la conquista a los cuatro vientos, comenzó el festejo colectivo. Y los agradecimientos de los protagonistas. "Si me preguntas hace cuatro meses si me imaginaba acá, te diría que no. Era el lateral derecho o izquierdo cuando faltaba alguno. Quiero agradecer esto al profe, a mi familia y a mis compañeros", manifestaba Nacho Saavedra. Y Carreño, uno de los artífices de la corona, culminaba: "Se lo dedico a toda la gente que siempre me manifestó su apoyo independientemente de que estuviera jugando o no. Entré en el momento más difícil del partido. Es lamentable la lesión de Ignacio, pero en lo personal, nunca dejé de trabajar y de luchar por tener un espacio y una oportunidad". Una oportunidad que valió un título.

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