Esos locos sudamericanos

Aunque aquí en Europa se hace muy difícil seguir el fútbol sudamericano, sobre todo por la diferencia horaria, se sabe muy bien que un partido entre Boca Juniors y River Plate va más allá de cualquier locura futbolera. Si encima el motivo es una final de Copa Libertadores, los índices revientan. No es posible contener lo que provoca dentro de Argentina o siquiera Sudamérica, así que cruza los mares y se toma el mundo. Aunque, claro, la distancia y las diferencias sociales y futbolísticas hacen su trabajo.

La expectación por esta final en Europa es muy real, pero desde puntos de vista lógicamente distintos. En España, por ejemplo, reconocen que es el evento más importante en la historia del fútbol de clubes pero, en cuanto pueden, algunos comentaristas se refieren a La Bombonera como un estadio chico y viejo o aseguran que ninguno de los dos clubes pasaría la fase de grupos de Champions League. Por muy cierto que pueda ser, no deja de oler a tufillo de supremacía, como admitiendo que la Copa Libertadores es algo exótico y pintoresco que les atrae más bien por el morbo de ver qué pasa con estos salvajillos, capaces de matar y morir por ver a su equipo humillar al rival más odiado de su existencia.

Porque sí convengamos que para el hincha de Boca y River, más que ganar, lo importante es saber que su enemigo mortal sufrirá para siempre el tormento de esta derrota.

Los medios ingleses, en cambio, han optado por crónicas bien documentadas acerca de la historia del clásico y los clubes, o la división social y la contingencia política que envuelven esta final. En Holanda, a su vez, el diario más importante hizo toda una ficha futbolística del duelo y el canal que lo transmite en vivo lo promueve como lo más emocionante que un holandés verá en su vida.

Como sea, esta fiera ida de cuatro goles le reafirma a los europeos que un Boca-River en la final de Copa Libertadores es, quizás justo a causa de esa radicalización de amor y odio que no está en su cultura, el partido de todos los partidos.