Fiesta roja en San Juan

Fiesta

A pesar de que llegaron menos chilenos de lo esperado, se hicieron notar.



Desde temprano, el ambiente de Copa Davis se palpitaba en San Juan. Largas filas en la entrada del Estadio techado Aldo Cantoni. Sólo algunos chilenos. Con el correr de las horas, el recinto se fue copando hasta llegar a unas 4.500 personas. De ellas, unos 250 chilenos, que llegaron con bombos y banderas.

Ubicados en un codo, los fanáticos nacionales entonaron cánticos. Algunos más amistosos que otros, mientras que los transandinos les dedicaban frases alusivas a la no clasificación de Chile al Mundial de fútbol de Rusia. Mucho aroma futbolero, pero con una conducta dentro de los límites de una Copa Davis.

Una presentación inicial con un gran sentido del espectáculo. Una pequeña orquesta sinfónica para los himnos y un lindo show de luces le dieron un marco con mucha onda a una serie que prometía ser espectacular.

Durante el partido de Nicolás Jarry, las barras pasaron por todos los estados. Los locales cantaban con alegría cuando Nicolás Kicker se puso en ventaja. Pero luego, el bajón del local sumió al público anfitrión en un letargo. Muy diferente a los chilenos, que se contagiaban con las apasionadas de Nicolás Massú, que parecía león enjaulado al borde de la cancha. El espectáculo del capitán fue tremendo para los motivados fanáticos criollos.

El triunfo de Jarry desató un mini carnaval en la ruidosa hinchada chilena. Mientras la decepción y las caras largas se multiplicaban entre los sanjuaninos, que sacrificaban su hora de siesta, tan tradicional en esta zona de Argentina.

Gran cantidad de público, incluso, abandonó el recinto. Algunos para ir a comer algo y otros, derechamente, para la casa. Así, el escenario del partido de fondo fue bien distinto al del encuentro previo. Al menos, por varios minutos. Sólo a mediados del primer set el gimnasio volvió a lucir con más espectadores.

Con el correr del segundo partido, los ánimos se encendieron. Diego Schwartzman se vio muy molesto con el público chileno. Incluso, le pidió a Massú que intentara calmar al público, pero el Vampiro no se mostró mayormente interesado y la situación tampoco pasó a mayores.

Al final, todo fluyó con tranquilidad y argentinos y chilenos animaron una fiesta, que felizmente estuvo muy lejos de los fantasmas del pasado. Hoy la historia promete repetirse con igual o mayor intensidad. Pero siempre en los marcos de respeto deseados.

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