Jugo de pelota



Se inició en la juvenil de Unión Española, donde el entrenador Luis Tirado lo hacía practicar en el primer equipo con los hermanos Landa, Mario Ramírez, Manuel Rodríguez, el arquero Francisco Nitsche… Cuando el club de Santa Laura se negó a costearle los traslados desde El Monte, firmó en Iberia, de segunda división, por 50 escudos al mes (1963). Allí compartió con el Peta José Fernández y Rodolfo Matti.

En 1965, lo pretendieron Colo Colo y O'Higgins, que lo adquirió en 15 millones de pesos. En Rancagua llamó la atención al lado del argentino Mario Desiderio y en 1966, los albos cancelaron por él 70 millones de pesos. "A Colo Colo le gusta pagar caro", comentó Víctor Ramón Zelada Allende, quien nació el 22 de enero de 1945 en Santiago (el próximo domingo cumplirá 72 años), medía 1,69 metros y pesaba 67 kilos.

"Yo jugaba a pata pelá en las canchas de pasto. Era jugo de pelota. Del liceo me escapaba al estadio Independencia a mirar al Sapo Livingstone. Y mi ídolo era René Meléndez".

Actuó en los cinco puestos del ataque, pero se sentía a sus anchas como centrodelantero por su movilidad, intención, cabezazo y gol. Estuvo cinco años en Colo Colo, fue inscrito ante la FIFA en la nómina de 40 jugadores para el Mundial de Inglaterra 1966, participó en la Copa Libertadores 1967. Un choque casual con el arquero Oso Díaz, en Quillota, frenó su carrera en 1968: "Hubo negligencia médica, me trataron por meniscos y más tarde se comprobó que había sufrido corte de ligamentos cruzados en la rodilla derecha".

Fue campeón con Colo Colo 1970, Palestino lo sumó con Rubén Marcos y Leonel Sánchez en el Ascenso (1971), después fichó en Deportes La Serena (1972), Magallanes (1973), Unión San Felipe (1974), Universidad de Chile (1975 y 1976) y concluyó en Ferroviarios, segunda división (1977).

La mayoría de los recuerdos de Zelada tienen que ver con Colo Colo: "Jugar allí es increíble. Tres veces convertí tres goles. A Ferrobadminton, Universidad Católica y Antofagasta Portuario. Los hinchas y los dirigentes me hicieron su regalón una vez que le metí una plancha al grandote paraguayo Víctor Figueredo (Huachipato). No es que yo fuera guapo, pero no me dejaba amedrentar. Los centrales de Racing, Roberto Perfumo y Alfio Basile, se lo pasaban hablándome, y yo les contestaba que las patadas duelen un rato, pero que el gol queda".

En el Estadio Nacional, Ildefonso Rubio, de Rangers, le atajó un penal (87') y dos minutos después, ante un nuevo penal el arquero protestó dándole la espalda: "Yo no era especialista y me puse nervioso, porque pensaba que él iba a girar de repente, pero no lo hizo y anoté el gol" (1966).

También frente a Rangers, pero en Talca, fue testigo de un hecho insólito: "El Pollo Valentini vivía pidiéndole la pelota al uruguayo José María Piriz, a quien le gustaba salir jugando. Piriz era mal genio, le pegó un aletazo a su compañero y fue expulsado" (1969).

De su paso por Rancagua, le resulta inolvidable el partido que O'Higgins le ganó 1-0 a Green Cross, con gol de Zelada, quien terminó de arquero por lesión de Constantino Zazzali. "En Santiago, ocurrió lo mismo frente a Universidad de Chile. Se lesionó Zazzali y ocupé su lugar. Dejé enfermo a Leonel Sánchez, porque yo no pedía barrera y le rechazaba todos sus tiros libres. Al final, escapó el Chico Araya, salí a achicarle y clavó el balón en un ángulo".

Apareció cinco veces en la portada de la revista Estadio: "Dos veces solo, y tres acompañado". De perfil bajo, hace poco no quería acompañar a su hijo a una presentación comercial de Pelé. Cuando O Rei lo vio, lo abrazó: "¡Víctor Zelada, buen jogador!". "Entonces supe que mi papá fue bueno", dice Víctor Enrique.

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