La estrella de Paula



El sábado, mientras estaba tirado en la cama mirando el noticiero, viendo las imágenes que pasaban por la pantalla, sin prestarles demasiada atención -de un tiempo a esta parte, los noticieros se han convertido en una suma de cuestiones tan efectistas como irrelevantes-, me sorprendí con algunas escenas de la final del Campeonato Nacional de Fútbol Femenino. La sorpresa llegó por partida doble. Primero, no sabía que la final había sido programada para ese día. Segundo, me llamó mucho la atención el vistoso juego de ambos equipos.

La sorpresa -también la alegría- se extendió hasta el día de ayer cuando leí en estas mismas páginas algunos detalles del encuentro: el número de personas que llegó hasta el estadio Nacional para ver el triunfo de Santiago Morning sobre Palestino por 3-2 (3.266 espectadores); los elogios que el periodista dedicaba a la intensidad del juego -cerraba su nota diciendo que el encuentro había honrado al fútbol femenino-, y el reconocimiento que algunas de las futbolistas hacían al trabajo de Paula Navarro como encargada técnica del Chaguito: "Paula es la utilera, la que nos pasa plata, la que nos reta. Es todo. Y esto es de ella", decía Yocelyn Cisternas.

Me alegró saber -aunque no haya sido de primera mano- que la final del campeonato de mujeres haya sido toda una fiesta. De algún modo, el fenómeno, empujado con fuerza por la selección nacional femenina clasificada para la Copa del Mundo de Francia 2019, parece estar instalándose con relativa solidez al interior de nuestra sociedad. Alguien podrá decir que 3.266 espectadores para una final no es precisamente una cantidad para ponerla en un marco, pero cuando menos son más espectadores que los que llevaron algunos fines de semana muchos clubes de la Primera B y, me atrevería a decir, algunos de la División de Honor.

El triunfo del Chaguito es también el triunfo de Paula Navarro, quien vivió un año bien especial. No hay que olvidar que a fines de 2017 y comienzos de 2018 su nombre surgió como una de las candidaturas para asumir la banca técnica del primer equipo masculino. Esa posibilidad generó resistencia al interior del plantel y escuchamos declaraciones lamentables de algunos futbolistas que manifestaron su incomodidad ante ese escenario. Si lo traigo a colación nuevamente es porque me cuesta entender que futbolistas profesionales, que hace rato dejaron la adolescencia, que viven en el siglo XXI, antepongan sus prejuicios y estructuras de pensamiento machista frente a una situación que debió ser exclusivamente técnica. Si Paula Navarro no se hizo cargo del primer equipo -y solo quedó como ayudante del entrenador- no fue porque no tuviera los méritos suficientes, sino porque a unos pocos les pareció que la presencia de una mujer dentro de un camarín era algo muy difícil de sobrellevar.

El horroroso Chile -como diría Enrique Lihn- suele aparecer por los rincones menos pensados, cubriendo con esa mirada cavernaria y prejuiciosa cualquier atisbo de cambio, cualquier posibilidad de repensar una sociedad que a ratos parece un elefante anquilosado. Por eso, yo celebro no solo el triunfo del Chaguito, también el buen momento que atraviesa Paula Navarro. Celebro y me aventuro a brindar por el día en que ella -o cualquier otra mujer- llegue a dirigir un equipo de fútbol de hombres, que al fin y al cabo tampoco es una cosa de otro mundo, sobre todo entendiendo que hay competencias y habilidades mejor desarrolladas en las mujeres que en los hombres que las habilitan para una tarea como esta -y otras-, aunque haya muchos que no quieran o no puedan asumirlo.

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