Las fortunas surcan Chiloé

Santander

Son empresarios con mucho dinero, son los dueños de las flotas más competitivas de la prueba sureña. Navegan y comparten junto a sus equipos, la vela es su pasión y significa un escape de sus copadas agendas y responsabilidades.



La música electrónica ambienta la convivencia y las múltiples conversaciones. Todo fluye. Mozos se acercan y ofrecen diferentes tipos de canapés, espumantes y vinos. Los que prefieren tomar algo más fuerte, tienen la opción de ir a alguna de las barras. Es el ambiente que se vive en el Skorpio II, donde conviven la mayoría de las tripulaciones que componen los Soto40, la Fórmula 1 de la Regata de Chiloé. Acá también están los armadores, ellos son los dueños de estas embarcaciones y cada uno tiene a su equipo para navegar. En su mayoría son empresarios de renombre.

Los Soto40 son las embarcaciones más costosas, por sus características específicas en el armado. En Chiloé compiten nueve: Itaú, de Dag Von Appen; Mitsubishi, de Horacio Pavez; Pisco Black, de Bernardo Matte; BTG Pactual, de Jorge Errázuriz; Santander, de Jorge Araneda; Estampa del Viento, de Miguel González; Yali, de René Vidal; Apolonia, de Jaime Chraad; y Sirtecom, de Walter Astorga. Dentro de todas estas embarcaciones la regla dice que pueden llevar hasta cinco profesionales, es decir, pagados.

"Es la regata más importante de Chile. La que tiene más embarcaciones. Tal vez es la más importante en Sudamérica", asegura Araneda, también presidente del Club Náutico Oceánico, organizadores de la regata.

Justamente esta importancia hizo que algunos equipos se reforzaran especialmente para la instancia. Es el caso del Pisco Black, aunque Bernardo Matte es de los pocos armadores que no participa de la competencia.

Guillermo Altadill, español que cuenta con siete vueltas al mundo completas y entrenador de equipos olímpicos, llegó para reforzar a este equipo. A él se le sumó el olímpico chileno Felipe Echenique.

Otros decidieron confiar en el team que viene realizando las fechas del torneo nacional. "Es el mismo que hemos regateado desde el principio de temporada. Hubo cambios menores, pero en definitiva preferí navegar con la gente que conozco y ha resultado", explica Dag Von Appen, empresario dueño de la embarcación Itaú y propietario de Ultramar.

Hasta el momento han cumplido con las expectativas y puntean la competencia. Horacio Pavez, presidente de la clase Soto40 y socio del Banco Security, va por el mismo camino: "Hemos hecho algunos cambios muy menores. El equipo se conoce bastante".

El empresario Jorge Errázuriz es el armador del yate BTG Pactual y en esta versión de la Regata de Chiloé vino con la misión de sobresalir y distinguirse. "Nuestro equipo es el único de puros chilenos, incluido el capitán, yo. Además tenemos tres mujeres. Lo que hemos intentado demostrar es que siendo bueno que traigan a extranjeros, los chilenos también pueden. Nuestro lema es, se puede con chilenos y podemos competir aunque los otros traigan a los mejores del mundo", expresa con orgullo. Su barco hasta el momento se encuentra en la cuarta ubicación y asegura que si consiguen el podio sería una participación espectacular.

La mayoría de los dueños de estos costosos yates navegan junto a sus equipos en la competencia y valoran el sentido de este. Todos cuentan con bastante experiencia en la vela y también en la Regata de Chiloé. Es que la vela es su pasión, su entorno de confort y un escape a la copada rutina que tienen como empresarios.

"Yo voy a bordo, obvio. Para mí no tiene sentido estar en este juego si no voy navegando", cuenta Jorge Araneda. El caso de Pavez es distinto, él se declara un romántico de la clase J24 y desde 2008 que navega en embarcaciones más grandes. "El J24 forma muy bien. Yo no me atreví a venir en esa embarcación. Sin duda les tengo un cariño especial a estas velas", explica.

El Skorpio es el yate de apoyo que ocupan la mayoría de las tripulaciones que participan en la clase Soto 40. El crucero de lujo entrega todas las comodidades para los competidores, como comida, alojamiento, bar abierto. Es un lugar de descanso y recreación. "En definitiva cumple esta misión de hotel flotante", asegura Von Appen. "A uno lo sigue la casa, tienes una buena pieza, con un buen baño, bien atendido, buena comida. Además se forma algo muy entretenido, a pesar de que somos competidores y en el agua nos damos con todo, a bordo del Skorpio todos se olvidan y somos amigos", explica Araneda.

Las conversaciones son cada vez más fluidas en el Skorpio. Hablan entre equipos, bromean y se nota que hay conocimiento. Es que el mundo de la vela es así, muy acotado y elitista. Todos se conocen. Pese a la gran influencia que tienen estos hombres de negocios a nivel país, al parecer a bordo del yate de apoyo se tratan temas netamente deportivos, según relatan.

"Cada uno deja sus temas personales afuera. Acá no se habla de nada más que del paisaje, del lugar y del deporte. Es parte del descanso, no hablamos temas políticos ni económicos", asegura Pavez.

Por su parte, Von Appen es más reacio: "No me metas en tema político ni en nada de coyuntura". Por otro lado, Araneda es más osado: "Principalmente acá se habla de vela. De repente una que otra conversación de negocios y de política. Es inevitable".

Jorge Errázuriz es partidario de incentivar un proyecto que haga más masivo este deporte, pues está consciente de que lo practican pocos: "Hay que popularizar la vela en Chile. Hay que hacer escuelas de vela de acceso popular. El mar es de todos chilenos, hay que incentivar su uso y el acceso. Se puede".

La vela significa para ellos un hobbie, una actividad que les encanta y los saca de la rutina. "La felicidad no está en lo que uno tiene, no está en el éxito, sino que en formar parte de algo que te gusta, de algo que tú quieres. Me hace muy feliz formar parte de un equipo y colaborar. Si ganas, mejor aún", sentencia Errázuriz mientras ríe.

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