Ñata contra el vidrio

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Hace 20 años exactos, el 12 de junio de 1998, en Chile sólo se hablaba de Lucien Bouchardeau. Un ex rugbista de Níger devenido en árbitro FIFA, quien el día anterior había tenido la ocurrencia de regalarle un penal a Italia a cinco minutos del final, luego de que Roberto Baggio con suprema picardía lanzara el balón directamente a la mano de Ronald Fuentes. 2-1 ganaba la selección dirigida por Nelson Acosta a los entonces subcampeones mundiales en el debut de ambos en Francia 98. Era una transparente y húmeda tarde en la vieja y vinosa Aquitania. Todo parecía reluciente, nuevo, fresco. Chile volvía a los mundiales después del bochorno de España 1982 y el escándalo de Maracaná. Por un pelo no fue una jornada perfecta. Por Bouchardeau (muerto en febrero pasado).

Dos décadas después, con excesiva lejanía, veremos el jueves la inauguración la 21ª Copa del Mundo de fútbol con el anodino encuentro entre Rusia y Arabia Saudita en Moscú. Aunque ya hemos lamentado lo suficiente la leche derramada por la absurda eliminación de Chile, el ramalazo de esta farra monumental no termina de atormentarnos. Si con una formación B, algunos de cuyos jugadores ni siquiera son titulares en sus respectivos equipos, fuimos capaces en la última semana de derrotar y empatar con dos selecciones europeas clasificadas, no es aventurado pensar que, con todos los jugadores, Chile podía y debía realizar una actuación importante en el Mundial. Digamos, viendo los grupos de la primera fase y tomando en cuenta lo que esta generación es capaz de hacer cuando es bien conducida, se enfoca y se motiva, había argumentos suficientes para ser optimistas.

¡Oh, triste y opaca especulación! Ya nos han paseado por toda Sudamérica con cantitos, memes y hasta comerciales de televisión que se encargan de resaltar nuestra condición de ilustres y apaleados espectadores. Que el público en la Bombonera despidiera a la selección argentina con una canción alusiva a Chile no deja de ser un paradojal homenaje. Antes se burlaban de los brasileños, ahora de los chilenos. Parece que les importamos.

La verdad, no hay nada más lindo que ir a un Mundial. Por eso el recuerdo inicial con ese empate con Italia en el pequeño estadio de Burdeos. Abismante que todo eso ahora parezca tan distante, acaso antiguo. Pensar que Fernando Cornejo falleció hace varios años, Marcelo Salas es un empresario y dueño de Temuco, Zamorano vive en Miami, José Luis Sierra entrena en Emiratos, Moisés Villarroel pelea porque Wanderers no descienda a Segunda B, Nelson Acosta está recluido en su campo, prisionero de una enfermedad que no tiene piedad.

Disculpen la digresión. Uno tiende a idealizar el pasado. Más ahora, que el Mundial de Rusia con Messi, Neymar, Cristiano, Mbappe y, ojalá sea así, Salah, nos parece ajeno, molesto y un poco depresivo. Lo vamos a ver, porque hay que verlo, pero la sensación incómoda va a estar siempre. Una cosa es no ir por malos, merecidamente. Otra, por giles y agrandados. Imperdonable. Permiso, me voy a patear un tarro a la calle mojada.

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