"Me faltó siempre un poco de suerte en mi carrera. Del fútbol en la Alejo Barrios me fui a probar a Santiago Wanderers. En el entrenamiento le metí un par de túneles a (Óscar) Ledesma, un argentino grandote, y le hice un sombrero a Raúl Sánchez, un crack que no golpeaba. De ahí me llevaron a la sede del club a firmar contrato, pero era mitad de año, estaban cerradas las inscripciones y me perdí de jugar en el primer título de la historia de Wanderers, en 1958", cuenta Pastelito Méndez, quien debutó en primera división al año siguiente.

Eugenio Leonel Méndez Henríquez nació el 23 de noviembre de 1941 en Valparaíso (cumplió 76 años). Medía 1,67 metros y pesaba 60 kilos. Con Santiago Wanderers fue campeón de las Copas Chile 1959 y 1961. "El Gallego José Pérez, el técnico, me sacó varias veces del equipo porque decía que yo me lucía solo. Todo lo contrario de Donato Hernández y Martín García, también argentinos como Pérez, que más tarde me aconsejaron: 'Pibe, haga lo que sabe".

Por una indisciplina, Méndez dejó Wanderers en 1968, "y ese año fue el segundo título, nuevamente con José Pérez en la banca", dice.

La confianza de Donato Hernández en Méndez era tal que no sólo lo dirigió en Santiago Wanderers en los torneos 1963, 1966, 1969 y 1974, sino que lo llevó a Magallanes (1968), Deportes La Serena (1971), Audax Italiano, segunda división (1972) y Aucas, de Quito, Ecuador (1974).

La campaña de Méndez, además de las 12 temporadas en Santiago Wanderers (de 1959 a 1967, 1969, 1970 y 1974), incluyó Laguna de Torreón, México (1973), San Luis de Quillota, segunda división (1975) y el fútbol boliviano: Jorge Wilstermann, de Cochabamba (1976), Ayacucho Festaco, de Cochabamba (1977) e Independiente Unificada, de Potosí (1978).

"Los últimos años los jugué de 8, tal como en mis inicios, cuando mi ídolo era Cua-Cuá Hormazábal. Me gustaba manejar la pelota y como estaba acostumbrado a enfrentar rivales más grandes, no tenía miedo a las patadas y aprendí a evitarlas. José Pérez me puso en la punta derecha por mi estatura y liviandad, donde aproveché mi rapidez y habilidad para lanzar centros a los grandes cabeceadores que tuvo Wanderers: Armando Tobar, Ricardo Díaz, Juan Álvarez, Ricardo Cabrera".

En el verano de 1963, cuando reforzaba a Colo Colo en un torneo internacional, Méndez sufrió un enfriamiento y estuvo hospitalizado cuatro meses debido a una pleuresía: "Me quedé con el contrato firmado con Independiente de Avellaneda, que iba a vender a Raúl Bernao", se lamenta.

¿Cuál es su partido inolvidable? "Por la selección, el 7-2 a Colombia en las eliminatorias para el Mundial de Inglaterra (agosto de 1965). Hice dos goles, el primero con el borde externo y sin ángulo, a lo Mario Moreno, en el arco sur del Estadio Nacional. El segundo, en el otro arco, un remate cruzado. Y por Wanderers, el 2-0 a Colo Colo la noche de Juan Torres. Colo Colo venía de ganar 3-1 a la selección de Unión Soviética (diciembre de 1965)".

¿Un dolor? "Antes del Mundial de Inglaterra 1966, en el hotel de concentración Leonel Sánchez me dijo que yo no viajaba. Lo envió el entrenador Luis Álamos".

¿Rivales difíciles? "Isaac Carrasco, de Colo Colo, y Hugo Villanueva, de Universidad de Chile. El Pelao José González, de Colo Colo, me resoplaba en la nuca y me decía: ¡Te voy a matar!".

¿Cuántos pasteles dieron origen a su apodo? "Siete, como el número de mi camiseta. Estábamos concentrados en el hotel Francisco de Aguirre, en La Serena, y me levanté temprano. Recién pagado, di con una panadería y me serví siete pasteles y dos bebidas Bilz. Después tuve problemas estomacales y no pude jugar…".