El sermón de los primos de Bielsa

Rodrigo Sepúlveda


Como es líder lo aprecian. A varios se les borró el disco duro. Lo mataban, lo despedían y lo maldecían. Hoy callan y lo aplauden. Claro, es puntero, y lo alaban de todas las vertientes. Ahora sabe, ahora piensa, ahora es buen técnico. Es la ruleta crazy de nuestro fútbol. Como mira desde arriba, como lleva cuatro victorias consecutivas y la misma cantidad sin recibir goles, Pablo Guede, hoy es un técnico espléndido. Así son algunos fanáticos.

Sé que en Chile el balancín es ejercicio diario a partir de la victoria y la derrota. El sube y baja ya no debiera sorprendernos, pero con Guede el extremismo ha sido descomunal. En esta columna desde hace rato hay respeto para Guede y su cuerpo técnico, lo que sucede en estas fechas para mí no es sorpresa.

Presentar un aditivo a su modo de jugar, una manera inteligente de luchar por el objetivo. Ya no es el mismo conjunto que presionaba la salida del oponente en el área rival, ya no deja subir al centro del campo a los centrales (interesante en un momento, pero se transformó en una dádiva para el resto) y no asume el fútbol ofensivo como la única forma de liquidar al contrincante. Hoy piensa más, maneja el resultado, se acomoda al oponente, se adapta a la cancha, aprovecha virtudes de sus jugadores y conoce sus necesidades. Tal vez, mucho más maduro.

Me gustan los equipos que razonan y me molestan los que tienen sólo un diseño para ganar y que, cuando éste se derrumba, prefieren morir abrazado a ese mástil. El discurso del fútbol ofensivo ya terminó. Fue bonito, se engrupieron varios, muchos encontraron trabajo y otros primos de cuarto grado de Marcelo Bielsa siguen vendiendo ese sermón.

El contraataque es más que válido. Lo hizo el PSG frente al Bayern y le convirtió tres. Colo-Colo lo sumó como un ingrediente en su repertorio y todos los equipos debieran considerarlo en su inventario. Reconocerlo como herramienta es meritorio. Es un plus, no debe ruborizar a un equipo grande. Si Guede lo utiliza, habla bien de él y de la manera en que lo ejecutan. Son momentos donde se presenta la opción de esperar y matar en tres toques. ¿Un grande no debe jugar de contra? ¡Por favor! Tiene todo el derecho, es un instrumento que te transforma en un elenco más completo. Tenerlo como única fórmula sería un defecto, pero añadirlo a la estrategia te potencia.

Presionar con Opazo y Suazo en la mitad, apurar la salida del central con Paredes, Morales o Rivero, superar la línea de volantes con Valdivia y Valdés es otra de sus fórmulas. Defiende con líbero y dos centrales, pero el retroceso de sus dos volantes hacen habitual en ellos la línea de cinco. Para atacar libera a Valdés, suma a Valdivia, agrega a los dos puntas y compromete a los que van por la banda. Es decir, tiene un volumen de ataque de seis hombres.

¿Defensivo? No. Es el más goleador del torneo (19), pero sí es más precavido que antes. Utiliza como refugio a Orión; Barroso, Zaldivia y Meza, que hoy no están abandonados, no juegan al riesgo. En pocos metros el núcleo defensivo es más espeso, siete detrás de la línea del balón. Sumar componentes es progresar. Así lo hizo Pablo Guede. Al que muchos querían degollar, ahora lo palmotean porque está en la punta. Si se cae, que se prepare para el balancín.

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