Sobreviviendo al calor de la Fórmula E

FELIPE MASSA FOTO OK

Miles de fanáticos disfrutaron la carrera de monotipos eléctricos en su parada por Santiago. El intenso calor fue el protagonista.



Desde muy temprano, los fanáticos comenzaron a copar el Parque O'Higgins para vivir lo que fue la tercera versión de la Fórmula E en Chile. Una que despierta pasiones en un deporte que cada vez mueve más gente dentro del país. Ya a las de las 10.00 se podían ver familias enteras que disfrutaban de las atracciones del evento, despreocupadas, a pesar de la poca cantidad de fuerza pública disponible, pese a las amenazas de funa, a raíz del estallido social.

El ambiente prometía. En el momento en que se podía escuchar el zumbido de los primeros motores que salían de los pits a realizar las primeras vueltas de práctica, los asistentes poco a poco se aglomeraban para sacarse fotos con una de las principales atracciones de la jornada: un monoplaza eléctrico idéntico al que los fans verían más tarde recorrer los 2.6 kilómetros de ardiente pista. Un coche que causó revuelo, especialmente en los más jóvenes, quienes hacían largas filas para tener la oportunidad de inmortalizarse con el auto.

El otro elemento que completó la tríada de protagonistas fue el calor. Uno que no dio ningún minuto de descanso, ni para los pilotos ni para los fanáticos, que coparon en todo momento los más de siete puestos de agua potable que dispuso la organización, y cuyas llaves se dividían los más de tres mil litros que había disponibles.

Con quitasol en alto, las personas durante toda la jornada trataron de sortear el ardiente sol que cubría la estival tarde santiaguina. Fanáticos que encontraban en los jockeys y el bloqueador buenos aliados contra los más de 33°C que se dejarían sentir al momento de la carrera.

Los pilotos también tuvieron espacio para los fans. Una hora antes de que arrancara la carrera, los protagonistas escucharon atentamente preguntas de los asistentes, quienes tuvieron muy cerca a sus ídolos para saber cómo se sentían. Sonrientes y atentos, se dieron el tiempo para compartir y saciar las inquietudes de las personas, que se emocionaban ante cada respuesta, vitoreando y gritando en modo de agradecimiento.

A minutos de la largada fue posible observar a un bus de Red que se paseaba rápido por el circuito, sorprendiendo a varios y sacando sonrisas a quienes veían cómo un bus que los transporta día a día plantaba sus ruedas en una pista profusamente profusamente cubierta de las hojas amarillas que los álamos botaban, un otoño temprano.

El Santiago ardiente pudo disfrutar por tercer año consecutivo de un evento mundial, cuyo futuro puede aún es incierto.

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