"Desde que Vizcarra fue destituido, los peruanos marcharon a lo largo y ancho de las principales ciudades del país, no necesariamente en defensa del destituido Presidente -que gozaba de una alta popularidad-, sino que contra el Congreso, visto por la mayoría como una institución corrupta y con cálculos propios. Así, Merino fue tachado de “golpista” y la represión de las protestas le terminó pasando la cuenta. Además, el mandatario interino cometió el error de nombrar a un gabinete conservador, desconectado totalmente de las demandas sociales".