Aunque fue uno de los actores relevantes del proceso, el lunes en la tarde Álvaro Elizalde no celebró. Tras más de tres meses de negociaciones, los partidos políticos llegaron a un acuerdo que permite un nuevo proceso constituyente. Pero para el presidente del Senado, aun cuando haya sido el acuerdo más amplio en términos de colores políticos, no garantiza el éxito final. Al decir de Elizalde, el éxito sería una nueva Constitución que representa las ideas de todos los sectores de la sociedad, sin intentos de imposición de unos sobre otros.

Algo así ve en lo que ha ocurrido en Chile el último tiempo. “Hubo una toma de conciencia de que si seguimos en la lógica pendular del todo o nada, el perjudicado va a ser el país. Cuando la Presidenta Bachelet presentó su propuesta de reforma constitucional, la derecha le dio un portazo y no estuvo dispuesta a conceder nada. Y con el estallido arriesgó todo. Por no conceder nada, arriesgaron todo. Después, hubo otro sector que creyeron que el plebiscito de entrada era un cheque en blanco y aspiraron a todo. Y por quererlo todo, se quedaron sin nada. Eso es lo que no puede volver a ocurrir”.

Si piensa cuál va a ser el lugar en la historia que este acuerdo va a tener, si es que tiene alguno, ¿cuál es?

Sinceramente, no sé. Este es el primer paso de un trayecto que, si bien debería ser corto, va a ser intenso en términos de la implicancia que pueda tener para el futuro de Chile. Y creo que este primer paso no garantiza el éxito.

A través de este acuerdo se mantiene vivo el esfuerzo por tener una Constitución nacida en democracia que garantice paz social. Pero el éxito depende de los pasos siguientes y particularmente de aprender que una Constitución no es como una ley: no se puede aprobar por una mayoría circunstancial. Una Constitución debe ser expresión de un consenso profundo de la sociedad y, por tanto, la actitud de los actores políticos y sociales en el proceso que se reinicia es fundamental para llegar a buen puerto.

¿Su temor es que ahora, ya habiendo firmado el acuerdo, sea el Congreso el que dé el numerito y no pueda avanzar?

No tiene que ver con la tramitación del proyecto de reforma, sino que si los actores que participan del diálogo constitucional no toman conciencia de que éste debe ser un diálogo inclusivo, vamos a desaprovechar una oportunidad histórica. La Constitución expresa aquellas materias en que una sociedad tiene profundos acuerdos y, a su vez, regula la forma de resolver nuestras diferencias. Si se repite la dinámica política actual de crispación, es probable que no lleguemos a buen puerto. ¿Qué entiendo yo por buen puerto? Básicamente, que la Constitución genere las condiciones para que todos los sectores de la sociedad nos sintamos interpretados en ella. Para eso, este debe ser un diálogo con disposición a escuchar. No con la lógica de imponer.

Eso es lo que tiene que ocurrir dentro del consejo, pero hay un paso previo por el Congreso, y se pueden introducir reformas al acuerdo.

Probablemente en el Senado va a ser más fácil avanzar que en la Cámara, pero yo espero que todos los actores cumplan la palabra empeñada. Para llegar a este acuerdo hubo concesiones recíprocas: aquí había dos grandes visiones con una serie de matices. La primera es una convicción en el oficialismo de que este debía ser un proceso con un órgano elegido íntegramente por la ciudadanía, lo que da el carácter democrático al proceso. Por otro lado, la aprensión de sectores de Chile Vamos de no repetir el proceso con las mismas características del anterior y que se tradujo en un resultado adverso, es decir, el triunfo del Rechazo.

El acuerdo es bastante enredado. ¿Qué lectura hace? Quizás que la fórmula de la felicidad aquí consistió en dejar a todos un poco insatisfechos.

Creo que es más simple de como se ve. El órgano que va a decidir el contenido de la Constitución es el Consejo Constitucional, que va a ser elegido por votación popular en su totalidad, pero a su vez va a haber una Comisión Experta que va a anticipar el trabajo en la elaboración del proyecto y cuyos integrantes van a poder participar con derecho a voz en el debate y en las deliberaciones respecto del contenido que finalmente se apruebe.

Uno podría decir que la palabra final es mixta.

Si es que existen supramayorías para que se genere esa controversia, lo que implica que, en un cuadro de polarización como el actual, parte de un sector debe coincidir con las del otro sector para el planteamiento de esas controversias.

Este acuerdo, que tiene expertos y que fue generado en intensas conversaciones del mundo político, ¿garantiza que esta Constitución pueda generar un nuevo pacto social y no sea una excusa permanente para decir que fue una Constitución espuria, cocinada en el Congreso?

A ver, lo primero, y vuelvo a la reflexión respecto de cómo garantizar el éxito del proceso. ¿Qué es? No solo que en el plebiscito de salida una amplia mayoría vote a favor de la opción del Apruebo, sino que esta Constitución tenga una base de legitimidad tan amplia, que se proyecte su vigencia por décadas. En ese contexto, al margen del debate procedimental, lo más relevante es que los actores que participen del proceso tomen conciencia de que elaborar una Constitución implica tener voluntad de generar acuerdos amplios, porque si no, va a ser siempre objeto de controversia. Si alguien cree que la Constitución se construye cuando un sector político derrota a otro, está equivocado.

Uno podría pensar que después del Rechazo, en este acuerdo la música la pone la derecha, ¿o no?

Ese es el punto. Si la música la pone la izquierda, o si la pone la derecha, no toda la sociedad chilena va a bailar. Y una buena Constitución es aquella en que todos bailan con esa música.

Hay una lectura que dice que electoralmente el acuerdo es malo para el oficialismo al haber solo 50 cupos. ¿Comparte ese análisis?

El sistema electoral que se ha establecido es uno que sobrerrepresenta a los territorios y no guarda proporcionalidad con la distribución demográfica de los ciudadanos y ciudadanas. Eso es efectivo. Y es altamente probable que el resultado de esta elección sea distinto del que eligió a la Convención Constitucional, pero eso no tiene que ver con el sistema electoral, sino con cambios de opinión y de percepción en la sociedad chilena.

¿Pero coincide en que siendo solo de 50 es posible que el oficialismo la tenga más difícil que la derecha?

El sistema electoral sin duda que tiene un efecto. Pero también creo que es altamente probable que los chilenos hoy día voten de manera distinta de como lo hacían hace uno o dos años.

Hay dos triunfos desde el plebiscito hasta ahora. El primero es el del Rechazo, el segundo es el del Socialismo Democrático sobre Apruebo Dignidad. ¿Cómo lo toma?

No comparto esta distinción muy recurrente respecto de la existencia de dos mundos completamente distintos. Yo más bien creo que hay líneas de intersección, independientemente que por razones de historia y también culturales haya matices.

Desde afuera se intenta construir una especie de caricatura, como si fueran dos almas claramente diferenciadas, y creo que esta mezcla puede ser virtuosa en el largo plazo. Quienes han estado más en el gobierno a veces pueden estar más agotados en su vocación transformadora y, por tanto, esta irrupción generacional es positiva. Y, por otro lado, las nuevas generaciones rápidamente han ido tomando conciencia de que para impulsar cambios profundos se requiere vocación de mayoría, y eso implica tener capacidad de entendimiento con otros sectores. Entonces creo que hay un proceso de aprendizaje recíproco.

Foto: Mario Téllez / La Tercera

Pero mirándolo con perspectiva, ¿el socialismo o la ex Nueva Mayoría hoy día recuperó su lugar?

Yo soy tan poco camisetero que encuentro que este debate es secundario. O sea, si alguien cree que el socialismo democrático se puede transformar en una alternativa con vocación de mayoría sin trabajar un espacio de convergencia con lo que representa el Frente Amplio, está equivocado. Y viceversa.

Despejado el proceso constituyente, ¿hacia dónde tiene que avanzar el gobierno?

Cuando se produce el plebiscito, el Presidente toma una decisión. Primero, que su gobierno se focalice en la tarea de gobernar, porque el proceso constituyente es como un agujero negro en el espacio que podía absorberlo todo.

Y en ese contexto, decide radicar en el Congreso el diálogo constitucional. De esa manera, el gobierno sin renunciar a su compromiso con una nueva Constitución, puede concentrarse en las tareas que dicen relación con la gestión pública y la gestión de gobierno. Y en esa gestión de gobierno creo que ha habido aprendizajes importantes y con mucha celeridad, porque efectivamente la tarea de gobernar implica una serie de desafíos que desde afuera se ven fáciles. Y es distinto cuando está adentro. Por decirlo de alguna manera, siempre el partido desde fuera de la cancha se va a ver más fácil de jugar que estando en la cancha.

Ahora vamos al acuerdo. ¿Qué es lo más importante que tiene que resolver esta nueva Constitución?

Yo creo que una buena Constitución para Chile es una que consagra un Estado social y democrático de Derecho, con un sistema político que funcione, es decir, que dé respuesta oportuna a las demandas ciudadanas. Y que, a su vez, genere certezas y reglas del juegos claras no solo para el crecimiento económico, sino para un desarrollo inclusivo que es fundamental para contar con los recursos para financiar el Estado social y democrático de Derecho.

Es un círculo.

Si logramos en la Constitución establecer un marco coherente que incorpore estos tres elementos que se retroalimenten entre ellos, podemos generar condiciones para avanzar hacia mayores niveles de desarrollo.

Y este sistema político, ¿cómo debiese ser?

Creo que el principal problema que enfrenta el sistema político actual es la atomización. La desvalorización de los partidos, de los espacios colectivos de deliberación y de trabajo político. La lógica individualista al extremo se ha traducido en que es muy difícil generar acuerdos de largo plazo que se hagan cargo de los problemas que afectan a la sociedad chilena. Y se ha instalado más bien la lógica sálvese quien pueda; existe una especie de esfuerzo de figuración personal de parte de muchos líderes políticos, pero que no está asociado a un esfuerzo más colectivo. Tenemos que generar un sistema que restituya algo que fue tradicional en la política chilena, que es la importancia de las ideas. Y que al momento de votar, se vota por proyectos de país y por ideas. Por eso, debiéramos analizar, por ejemplo, establecer el voto de lista de manera tal que al momento de concurrir a las urnas, las personas opten por proyectos políticos. Terminar esta lógica de que se vota por el que me cae bien y ni siquiera sé cómo va a votar en el Parlamento.

Votar por ideas.

La atomización del sistema político está creciendo, haciendo que se parezca mucho al de Perú, que tiene una inestabilidad crónica. El proceso constituyente debe ser una oportunidad para dar un salto en las características de nuestro sistema político.

¿Diría que con el acuerdo del lunes hay una revalorización de la política?

No sé. Pero creo que ese es un hito que da cuenta de la importancia de la buena política. La pregunta es: “¿Es suficiente para que haya un cambio de la percepción ciudadana?”. Creo que un hito no basta y por eso me parece que el conjunto del proceso constituyente debe ser llevado con el mismo espíritu. Es decir, voluntad de resolver problemas estructurales en la forma de convivencia en Chile que nos permitan, efectivamente, no solo contar con un mejor sistema político, sino que generar condiciones para un desarrollo inclusivo.