Art O’Leary, ex secretario de la Convención Constitucional de Irlanda: “Estoy muy interesado en la experiencia chilena, son muy ambiciosos”

Art O'Leary, ex secretario de la Convención Constitucional de Irlanda.

En 2012 Irlanda organizó una convención de 100 miembros para impulsar reformas a su Constitución, 66 de ellos eran ciudadanos comunes y corrientes. El actual secretario de la Presidencia de Irlanda asegura que fue "una experiencia fantástica" y mira con atención lo que hará Chile.


En 2012 Irlanda conformó una Convención Constitucional para discutir una serie de reformas a su Carta Fundamental, que se remonta a 1937. Pero sus 100 miembros no fueron sólo políticos. Al contrario, la mayoría eran ciudadanos comunes y corrientes, elegidos al azar, pero representativos de la sociedad irlandeses. El grupo estuvo trabajando durante 14 meses y entregó luego una serie de recomendaciones al gobierno irlandés, que luego se sometieron a referéndum. El modelo fue tan exitoso que Irlanda creó las Asambleas ciudadanas como un instrumento para abordar asuntos políticos y hacer recomendaciones sobre reformas al gobierno.

A ocho años de la primera experiencia, Art O’Leary, el actual secretario general de la presidencia de Irlanda y quien fuera secretario de la Convención Constitucional aún recuerda con emoción ese periodo. “De los 66 ciudadanos que participaron sigo siendo amigo de al menos 50 de ellos”, asegura en conversación vía Zoom con La Tercera, desde Dublín a días de participar en un seminario del Centro de Estudios Públicos, el próximo jueves 19 de noviembre, donde profundizará sobre la experiencia irlandesa. “Fue fantástico”, asegura.

¿Por qué se decidió crear una Convención Constitucional para impulsar reformas? ¿Entiendo que en ese entonces había también algunos que promovían una nueva Constitución?

Creo que se debió al contexto político de la época y la formación del gobierno en 2011. Dos partidos muy distintos se unieron en esa ocasión y a medida que fueron conversando descubrieron que había varios temas como el matrimonio igualitario, el sistema electoral, que necesitaban que alguien los mirara. La Constitución tenía 75 años en ese momento y pensaron que era tiempo de revisarla. Hubo un experimento con una Asamblea ciudadana sólo un par de años antes para analizar el sistema electoral y, por eso, se pensó, bueno, probemos con eso. Y decidieron crear un cuerpo con 100 miembros. De ellos, 66 eran ciudadanos comunes y corrientes y el resto eran políticos y un presidente (designado por el gobierno). El objetivo era ponerlos a todos en una sala durante un año y ver si de ahí salían ideas sobre cómo cambiar la Constitución.

¿Por qué decidieron elegir al azar a algunos de sus miembros y no por elección popular?

El primer ministro dijo que quería que fueran elegidos al azar del registro de electores, pero además agregó que debían ser representativos de nuestra sociedad. Entonces, no se puede elegir al azar y ser representativos de la sociedad irlandesa al mismo tiempo. Si teníamos 66 ciudadanos, obviamente debían ser 33 hombres y 33 mujeres. Seis de ellos debían tener entre 18 y 24 años, 11 tenían que ser de Dublín, etc, etc. Basados en el equilibrio de la población fuimos capaces de dividir los 66 en diferentes categorías. Teníamos, por ejemplo, una alta tasa de desempleo en la época, de 8%, entonces un 8% debía estar desempleado, un 4% debían ser granjeros, etc. Tuvimos que hacer un gran trabajo en la selección de los ciudadanos. Por eso, contratamos una compañía encuestadora. Uno puede imaginar la escena: tocan a la puerta, hola mi nombre es John, soy de una compañía encuestadora, el gobierno me pidió que le preguntara si está dispuesto a dedicarse un año a mirar junto a otras 99 personas algunos temas importantes para nuestra sociedad. No le pagamos a las personas, fue un tema de servicio público.

Tiene que haber sido difícil lograr convencerlos.

La verdadera dificultad fue el hecho de que la Convención Constitucional había sido creada en la burbuja política, entonces no era muy conocida. El extraño llegaba a golpear a tu puerta y la gente no sabía nada de eso. Fue difícil lograr que las personas se sumaran. Pero hoy Irlanda ya comenzó su tercera Asamblea ciudadana, el modelo es mucho más conocido. La dificultad que tuvimos en la primera convención fue lograr que la gente firmara. Sí, fue duro.

Y ¿cómo fue el resultado de esos ciudadanos elegidos al azar? ¿Hicieron un buen trabajo?

Fue fantástico. Hoy mi actual rol es jefe de gabinete del presidente de Irlanda, pero trabajé en el Parlamento por 20 años. Y debo decir que fui muy privilegiado, tuve trabajos muy interesantes, pero la Convención Constitucional tiene un lugar especial en mi corazón, porque los ciudadanos fueron fantásticos. Asumieron su misión con mucho entusiasmo, fue extraordinario. Después del fin de la convención varios me dijeron que fue la experiencia más profunda que habían tenido en sus vidas. Pero eso no quita que hubo grandes desafíos. Había 66 ciudadanos y 33 políticos. La brecha de conocimiento era inmensa. En temas como el sistema electoral era tan grande que uno de los mayores desafíos que tuvimos fue preparar a los ciudadanos con la suficiente información para que fueran capaces de discutir esos temas.

Y no tenían mucho tiempo...

Tuvimos 14 meses al final y 12 encuentros durante fines de semanas completos para discutir diez temas. Un ejemplo: el asunto del sistema electoral era uno de los que más preocupaba a los ciudadanos. Irlanda tiene un sistema electoral bien complicado. Usamos algo que se llama Pr-Stv, (Representación Proporcional con Transferencia Individual de Votos). Estábamos mirando a este sistema electoral y varios otros. Entonces para ayudar a los ciudadanos a entender cómo funcionaba nos reunimos todos en una sala la noche anterior, antes de juntarnos para discutir el tema en la convención. Les di a todos papeletas para cada uno de los diferentes sistemas electorales y elegimos el menú para la comida del sábado en la noche usando diferentes sistemas electorales. Entonces las personas lo experimentaron. Elegimos el plato principal usando el antiguo sistema y luego elegimos el postre usando el Pr-Stv. Como vieron los votos cuando se contaban, cómo se transferían y eliminaban, comprendieron muy bien el asunto para cuando se sentaron a discutirlo con los políticos. Teníamos que hacer esa tipo de cosas para ayudar a las personas a entender el sistema y para que pudieran tomar decisiones informadas.

Trabajaban los fines de semana. ¿Cómo se organizaba el trabajo?

La estructura de los fines de semana fue muy simple. El sábado en la mañana el presidente hacía una presentación sobre lo que íbamos a hacer, traíamos expertos independientes, algunos de los principales expertos académicos en cada uno de los temas individuales. Los expertos hablaban de lo que decía la Constitución, algunas opciones para cambiarlo y, en caso de que lo cambiáramos, cual sería la implicancia de eso. Era pura información, puros datos y hechos entregados de manera independiente. Luego le permitíamos a las personas discutir estos temas entre ellos y preguntarle a los expertos. Después teníamos un almuerzo. Y en la tarde traíamos a defensores de una u otra posición. Esto era muy importante para temas como el matrimonio igualitario. En una parte teníamos a la Iglesia Católica que decía no, el matrimonio es una institución entre un hombre y una mujer. Y luego en el otro lado, teníamos a grupos LGTB haciendo campaña por el matrimonio igualitario. Y los dos presentaban el caso a favor y en contra. Al final nos juntábamos en pequeños grupos en la sala y discutíamos, se hacían preguntas y analizábamos cómo podía quedar el tema. El domingo en la mañana los miembros, los 100, determinaban sus prioridades y decían estos son los temas sobre los cuales queremos votar. Por eso, estoy muy interesado en la experiencia chilena, son muy ambiciosos. Producir una Constitución completa... A partir de nuestra experiencia puedo decir que van a descubrir al final que el codo está conectado con el tobillo. Todos los temas están conectados y es muy difícil preguntarle a una sala con 100 personas y, en su caso con algo más de 100 personas, preguntas determinantes, como si debemos incluir el matrimonio igualitario, si debemos cambiar nuestro sistema electoral, o abordar temas culturales y sociales. Todos estos son grandes temas.

Y ¿hubo confianza en la labor que realizó la convención y en la que realiza hoy la Asamblea ciudadana?

Creo que la gente confía hoy en ese trabajo en especial después de lo que sucedió con la segunda Asamblea ciudadana en el tema del aborto. Hubo un gran shock cuando al final de seis meses de consideraciones los ciudadanos votaron en la asamblea. En esa ocasión no había políticos involucrados, sólo ciudadanos, eran 100 ciudadanos. Y los ciudadanos votaron 66% contra 34% a favor de introducir el aborto hasta 12 semanas y por anormalidades del feto. El sistema político y la sociedad quedó muy choqueada. Inmediatamente miró el proceso y dijo: tiene que haber algo mal aquí, tenemos un grupo de ciudadanos que no son representativos de la sociedad, porque no hay ninguna posibilidad de que Irlanda vote 66 contra 34 a favor del aborto. Pero el gobierno tomó la recomendación y realizó un referéndum. Y el voto final fue 65% contra 35% a favor del aborto. Fue un ejemplo de la brecha que a veces existe entre la comprensión política del país y la opinión de la gente. Por eso, creo que después de esa segunda Asamblea ciudadana las personas entendieron su beneficio.

¿Cuáles fueron las principales críticas al proceso?

La crítica inicial vino de los académicos que decían que la gente común no sabe lo suficiente, que deberían ser los acaémicos los que vieran esos temas. El gobierno decidió no hacer eso, pero le dio a los académicos una plataforma para que contaran lo que sabían. Le pedimos a los académicos que prepararan papers. Fue una locura porque les pedimos hacerlo en inglés simple. Entonces los académicos nos mandaban sus papers para dárselos a los ciudadanos, pero la mayoría de las veces se los enviábamos de vuelta y les decíamos no, eso no funciona, van a tener que explicarlo mejor en un lenguaje más simple, que todos entiendan. La otra crítica que hubo fue que ya teníamos una convención constitucional que se llama Cámara de Representantes. No era necesario otra si ya le pedíamos a un grupo de personas que hicieran esas cosas. Simplemente no veían los beneficios del proceso.

El ejemplo irlandés parece abrir otra discusión: ¿en momentos de crisis de la democracia representativa, es una opción la democracia del azar?

Lo primero que hay que decir es que no tiene que ser sólo en las crisis. Para ser honestos si se hace un análisis sobre las raíces de todo esto, la Convención constitucional no es un tratamiento de los síntomas, es más bien una solución a la enfermedad. Y debe ser siempre una opción. En Francia, el Presidente Macron estableció una Asamblea ciudadana para abordar lo que ellos llaman el problema de los chalecos amarillos. Pero no es necesario usarla para enfrentar una crisis, se puede también usar antes, para evitar un crisis.

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