Chilenos desconfinados cuentan cómo han vivido la reapertura en el mundo


Paseos al aire libre, picnics en el parque, visitas de amigos y trabajo en oficinas son algunas de las cosas que la pandemia “pulverizó”. Sin embargo, varios países han empezado a retomar paulatinamente sus actividades cotidianas a medida que han logrado controlar el avance del virus. Doce chilenos residentes en el extranjero, de distintas áreas y edades, relataron a La Tercera cómo se ha vivido el desconfinamiento en sus ciudades y qué se puede esperar de la “nueva normalidad”.

Con más de 3,3 millones de contagios y más de 137 mil fallecidos, Estados Unidos ocupa el primer lugar entre los países más golpeados por la pandemia. Felipe Miranda, el mayor de los hermanos multicampeones de esquí náutico, ha vivido el desconfinamiento en Clermont, Florida, donde se mudó junto a su familia para poder continuar con sus entrenamientos. “Al principio me impresionó bastante ver cómo se vive acá. Fue chocante ver que en Chile se respetan mucho más las medidas de precaución. He visto mucha gente sin tomar distancias, sin tener una mascarilla y desarrollando sus vidas normalmente”, cuenta el esquiador.

El guionista y director Sebastián Arrau, que divide su tiempo entre Miami y Nueva York, ha notado muchas diferencias tras la reapertura en ambas ciudades. En Estados Unidos cada gobernador toma las decisiones por su estado, por lo que las medidas pueden ser diferentes para uno y otro. “En Nueva York se han abierto con mucha responsabilidad los lugares públicos. El gobernador ha permitido que los restoranes pongan mesas en las calles. Antiguamente estaba prohibido tomar alcohol en la calle, pero hoy en día uno puede ir a un restorán y pedir un Aperol Spritz. Te lo dan en un vaso plástico y uno se va a la plaza a tomar. Es bien interesante lo que pasa, porque se ha generado todo un mundo en la calle. En Miami, en cambio, han sido mucho menos cuidadosos y los números están subiendo. Sin embargo, el gobernador lo único que quiere es seguir abriendo. Uno ve los restoranes y la gente está celebrando como si no hubiese pasado el virus”, cuenta Arrau.

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Italia fue el primer país fuera de Asia donde llegó el coronavirus a través de un paciente cero proveniente de Wuhan. El exsenador Sergio Romero se desempeña desde enero de 2019 como embajador de Chile en ese país, donde se estima que 600 contagiados de Bangladesh estaban circulando por Roma y otras ciudades durante las últimas dos semanas. Precisamente, los casos importados han sido la principal razón de los rebrotes en el país europeo. Sin embargo, los italianos se muestran optimistas y han seguido adelante con su plan de desconfinamiento, que ya va en la tercera fase.

“Hoy día las personas están trabajando presencialmente casi en su mayoría. Eso no significa que las actividades sean normales, pero he notado una suerte de acostumbramiento al trabajo presencial y veo en las calles y comercios una especie de inicio rutinario con precauciones”, comenta el embajador chileno desde Roma, donde incluso se ha retomado el fútbol, aunque sin público.

“La gente tiene cierto temor a un rebrote, y efectivamente, en Roma ocurrieron dos casos muy precisos. Alcancé incluso a pedirle a la embajada un mensaje para informar de estos rebrotes, pero al día siguiente había sido absolutamente contenido, porque la institucionalidad italiana, que tiene una coordinación muy cercana a la perfección, logró aislarlo y reducirlo a cero”, cuenta el abogado, de 81 años.

En ese sentido, el diplomático piensa que la coordinación entre distintas instituciones es clave para superar la crisis, además de la cooperación de la población. “Hay una acción coordinada, perfectamente establecida por las regiones. Siento que la disciplina social es la mejor herramienta para enfrentar un virus que es exponencialmente muy peligroso”, dice Romero.

Sin embargo, el exembajador de Chile en España advierte que Roma no fue tan golpeada como otras ciudades italianas, como Bérgamo, en la provincia de Lombardía, que en su momento llegó a ser el epicentro de las muertes por Covid-19 en el país.

El barítono Christian Senn, originario de Concepción, vive hace 22 años en Gropello Cairoli, un municipio de Lombardía que se encuentra a aproximadamente 30 kilómetros de Milán. Tras pasar casi cinco meses completamente encerrado junto a su esposa y sus tres hijos, Senn decidió ir a la playa días atrás para celebrar el desconfinamiento. “En los tiempos peores, aquí en Lombardía, no se oía nada afuera, solamente las ambulancias que iban y venían, era muy angustiante”, recuerda.

La vuelta a clases presenciales está contemplada para mediados de septiembre, aunque aún no hay claridad sobre cómo se definirán los espacios dentro de las escuelas. “Acá los colegios por ley no pueden tener a más de 25 alumnos por aula. En general, nunca alcanzan los 25 alumnos, bordean los 20 o 18, así que en ese sentido, no creo que vaya a ser mucho problema. También quieren usar bibliotecas, hacer clases en gimnasios, hacer una transformación importante a nivel de espacios y distancia en los colegios. Se habla incluso de que durante la semana algunos vayan tres días al colegio, otros dos y así se van cambiando, pero todavía no está definido”, comenta el barítono.

Los italianos, tanto en Roma como en Milán, han optado por tomar alternativas al transporte público, y además se han sumado trenes y buses a los recorridos para permitir que haya más distancia entre los pasajeros.

“Los restaurantes están abiertos, pero con menos mesas y mayor distancia. Antes, con mi señora y mis hijos, ocupábamos dos mesas, ahora son tres. Muy pocos cines han abierto, y los teatros abrieron hace dos semanas, pero en forma parcial. Podría haber máximo 200 personas, incluyendo los artistas y el coro, que ya son cerca de 100 personas. Nosotros que somos del ambiente hemos sufrido, porque el fútbol ya se abrió, los aviones a veces van llenos, pero los teatros no pueden funcionar, y eso me parece bastante ridículo. Ha limitado mucho nuestro trabajo y nuestro ingreso”, cuenta el cantante lírico de 46 años, que pudo volver a realizar clases presenciales hace un mes, pero debió suspender o reprogramar todas sus presentaciones.

Es el mismo problema que enfrenta el pianista Cristián Leal en Viena, adonde llegó a estudiar en 2009. Pese a que la curva de casos diarios en Austria había disminuido drásticamente en mayo, la tendencia ha ido al alza a medida que el país avanza en la desescalada de las restricciones impuestas en marzo.

“Los restaurantes, por ejemplo, cuando abrieron, comenzaron solamente a atender con reservas, y solo podía ir gente que vive en el mismo lugar. Antes, el fin de semana, el Metro funcionaba toda la noche. Pero ahora, para evitar que la gente se junte en la noche, vaya a fiestas o que haya aglomeraciones, eso ya no existe”, cuenta el músico.

Pese a las precauciones tomadas tempranamente por el gobierno, aún existen temores ante el alza de los contagios. “Aquí son respetuosos de todas las nuevas normas. Por ejemplo, piden que ojalá pagues con tarjeta y desde que esto apareció, son sin código. Entonces utilizas el pago inalámbrico y hasta 50 euros no tienes que utilizar el pin. Eso hace que la gente no ande tocando los botones. Yo veo que ha ido todo evolucionando de manera normal, y era obvio que iban a existir rebrotes si no existe todavía una vacuna”, dice el pianista de 35 años.

España es otro de los países que se vieron más afectados por la pandemia en su minuto y ahora intenta volver a la normalidad, pese a rebrotes localizados. Daniela Seguel, número uno del tenis chileno, está en Barcelona hace algunas semanas y ya ha podido salir con sus amigos e incluso ir a la playa. “Se ve como que se hace una vida más normal. Con mascarilla y alcohol gel, pero ya se puede ir a bares, juntarse entre más gente o ir a la playa. Obviamente, tratando de cuidarnos igual, aunque aquí hay más libertad y la gente no siempre respeta el tema de las mascarillas”, cuenta la deportista.

La chilena Daniela Plana vive en Barcelona y hace tres semanas volvió a su oficina, donde intenta irse caminando todos los días para evitar las aglomeraciones del transporte público. “Los restoranes no tienen aforo completo aún. Si antes tenían 30 mesas, ahora deben tener 10 y mucho más separadas. Los cines ya abrieron, y en el centro está todo abierto, incluso hay muchos turistas”, cuenta esta diseñadora, que agrega que “se puede ir a la playa y hacer carretes, el distanciamiento social ya pasó”.

Por los rebrotes, en algunos sectores de Barcelona las autoridades locales decidieron volver a implementar el uso de la mascarilla en espacios abiertos, en lugar de solo exigirla en lugares cerrados.

La periodista Consuelo Saavedra vive en Londres hace un año y medio junto a su esposo, el exministro de Hacienda Andrés Velasco, y sus tres hijos. “La orden es que todos los colegios vuelvan a clases en septiembre, porque la evaluación es que perdieron demasiado tiempo del año escolar y que la educación a distancia profundiza las desigualdades. Las universidades han ido tomando diferentes opciones, algunas una mezcla de online y presencial”, comenta la periodista.

La última gran reapertura en Reino Unido fue el sábado 4 de julio, cuando se autorizó a pubs, restaurantes y comercios no esenciales a retomar sus actividades. “Siempre se podía sacar a pasear a las mascotas o hacer deporte una vez al día, pero el entretenimiento empezó recién. Algunos pubs habían abierto antes: uno podía sacar la cerveza y ponerse en un parque. Para ir a un restorán uno tiene que inscribirse antes por si alguien se enferma, que te hagan la trazabilidad. Muy pocos cines tienen permiso para abrir y con un aforo muy chico”, señala Saavedra.

“La vida cotidiana es absolutamente distinta a lo que era antes. El mismo hecho de que tú vas por una vereda y tiendes a alejarte para no molestar al otro, la idea de que uno siempre anda con una mascarilla a mano para ponerse o lavándose las manos con alcohol gel. No hay recitales ni obras de teatro, y uno tiende a no querer ir a lugares donde hay demasiadas personas. Lo otro es que nadie se abraza. Yo me he empezado a ver con amigos que no había podido ver en mucho tiempo y no te puedes abrazar, no te puedes dar un beso. Incluso, darse la mano desapareció, eso es súper loco, es muy distinto”, comenta el exrostro de TVN.

Británicos se sientan en mesas afuera de un restaurante en Covent Garden, en Londres. Foto: AP

También es el caso de Cristina Alcaide, que vive en Londres desde 2006. “La idea es que todos los niños vuelvan a clases presenciales en septiembre. En el colegio de mis hijos, que es pequeño, pueden hacer burbujas entre dos niveles. Se supone que si hay algún tipo de contagio dentro de una burbuja, se cierra y esa burbuja hace clases virtuales, pero no tienen que cerrar todo el colegio”, comenta Alcaide, que trabaja en finanzas.

“La pregunta es si el cambio es bueno o malo. Yo creo que tiene sus dos lados. Yo tengo tres niños, uno de los cuales es pequeño, por lo tanto, estar en la casa y sin ese remordimiento de mujer trabajadora o madre que trabaja es el más liberador. Tener la flexibilidad también me acomoda mucho. Puedo hacer mi trabajo desde mi casa y sin un viaje a la oficina que me demoro 55 minutos o una hora. Uno va a tener que sopesar ese tema cuando las cosas vuelvan un poco más a la normalidad”, concluye Alcaide.

¿Una pandemia?

Algunos países fueron menos golpeados por el virus o lograron contenerlo a tiempo, aliviando la carga de la crisis para la población. Catalina Vera está en Australia desde marzo con una visa work and holiday. La joven de 28 años trabaja limpiando casas en Mansfield, un pueblo a tres horas de Melbourne, que debió ser cerrado nuevamente esta semana debido a rebrotes en el estado de Victoria.

“Acá en Australia nunca he sentido que hay una pandemia. Todo ha sido súper normal, entre comillas. Obviamente, tienes las precauciones diarias de distanciamiento social y el gobierno ha sido súper tajante. Tú pones Spotify y aunque lo tengas apagado te aparecen comerciales de cómo tienes que cuidarte”, cuenta esta periodista.

Una trabajadora sanitaria limpia un banco afuera de la última residencia pública bajo confinamiento en Melbourne. Foto: Reuters

“La gente acá no tiene realmente la conciencia de lo que está pasando en el mundo, porque en Australia está súper bien todo. El número de muertos es bajísimo, a pesar de que los contagios están aumentando, entonces la gente no tiene miedo de salir a las calles”, comenta Vera.

Aún así, los negocios no esenciales siguen tomando precauciones. “Ahora los gimnasios volvieron a abrir, pero con restricciones, hay plásticos que están entre las máquinas para no salpicar al de al lado, y todo lo que usas lo tienes que lavar con desinfectante, y tratar de mantener el distanciamiento social y todo. Si vas a un restorán tienes que dejar anotado tu número y la fecha, y en caso de que haya un contagio, te van a llamar y hacer el seguimiento altiro”, relata la joven.

En las grandes ciudades se ha vivido algo similar. Pilar Calderón vive en Sydney y nunca sintió los efectos del confinamiento. “Acá siempre hemos podido salir a caminar, visitar (gente) y hacer ejercicio. Tampoco eran obligatorias las mascarillas. El desconfinamiento no ha sido tan diferente. Podemos salir a cenar, porque los restoranes ahora están atendiendo a clientes adentro y más gente puede visitar. Los que pueden trabajar desde la casa siguen haciéndolo para que los que no pueden utilicen los medios de transporte. Para serte honesta, no hemos sufrido mucho”, relata la mujer de 57 años.

“Se puede hacer vida casi normal, los niños están de vuelta del colegio, las actividades deportivas escolares han vuelto. Las cafeterías y los restaurantes están abiertos respetando un espacio entre las personas de cuatro metros cuadrados y también se puede viajar entre estados, con excepción de Victoria”, cuenta la chilena Valeria Alvano desde Sydney.

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