Columna de Ascanio Cavallo: Los cinco últimos días

Foto: Agencia Uno


La historia decidirá qué lugar ocupa, entre los numerosos tropiezos o errores de este gobierno, la decisión de haber postergado las elecciones de abril para el próximo fin de semana. Cabe sospechar que tendrá una posición muy alta. Después de más de un año de cuarentenas, reclusiones nocturnas, parálisis de actividades y crisis institucional, no se encontró ninguna mejor solución que postergar cuatro elecciones. La política reprimida en nombre de una moral. Comité de Salut Public se llamaba también el de Robespierre.

Lo que ocurrió en este mes de paréntesis podría ocupar páginas y páginas y todavía está por verse si la voluntad ciudadana aumentó con esta manera de tratar un proceso electoral. La manipulación de los calendarios conlleva, aunque sea de manera subliminal, una depreciación de la soberanía del voto, por mucho que las encuestas digan que una mayoría ha estado de acuerdo. El mensaje final es: no importan tus planes ni tus campañas, porque te podemos cambiar la fecha. Algo parecido al desdén que contiene, en una cultura como la chilena, el voto voluntario: vota si quieres, porque tu voto no importa nada.

La ingeniería política -y para qué decir la arquiatría- suele pasar por alto estos mensajes anciliares, porque los mira desde un púlpito de apariencia técnica. Verdaderamente no lo es: ninguna técnica estimaría razonable realizar 10 elecciones en seis meses, sin hablar de participación y para qué decir de fatiga electoral. Problema de sanidad democrática.

¿No tiene sentido discutir todo esto si ya está hecho? Puede ser. Pero en un mes han cambiado las encuestas, las propuestas, la dinámica, todo lo que puede incidir sobre un mareado votante. ¿Hay más desvergüenza, demagogia, populismo, etcétera? Desde luego: siempre es así en temporada de patos. ¿Se ha perdido la moderación? En campaña, esa palabra carece de significado. Y le regalaron un mes más. ¿Hay confusión? Faltaba más.

Algunos expertos estiman, con base en las encuestas, que las opciones de la derecha se verán mortificadas por los errores del gobierno. Otros piensan, con base en la observación empírica, que los retrasos han favorecido a los alcaldes en funciones, donde la derecha es mayoría.

En estas cuatro semanas se ha producido un estallido de ocurrencias en todos los campos de la acción política -las campañas, los partidos y el Parlamento- para tratar de ganar posiciones. Algunas podrán tener efectos permanentes y no proporcionar ninguna ventaja a sus promotores; otras serán inocuas, pero de alta visibilidad. Los candidatos de estos seis meses juegan a ciegas, por lo menos hasta el domingo, cuando se empiece a saber quién es quién.

Un estudio de la Asociación de Investigadores de Mercado y Opinión Pública ha clasificado a los potenciales votantes alrededor de ocho clivajes políticos, económicos y culturales y ha propuesto la configuración de nueve grupos que cubren el espectro político de izquierda a derecha. Lo que este esfuerzo sugiere es que la fragmentación de la política dificulta las agrupaciones de grandes segmentos. Así, por ejemplo, la “izquierda tradicional” reúne a un 11,7%, mientras que la “derecha tradicional” llega al 8,8%. Los siguen los “progresistas”, con un 11,4%, y la “derecha social”, con 8,6%. Pero en esta visión de segmentaciones, los primeros lugares aparecen reservados para dos grupos: los “centristas clásicos”, con un 23,7%, y los “desvinculados”, con 17,6%. Entre estos últimos predominarían los abstencionistas, pero también los que se inclinan por los famosos, sin interpretar demasiado sus contenidos.

Si -contrariando el planteamiento del estudio- se reúne a todos los grupos situados a la izquierda (clásica, progresista, pragmática), el total es 28,6%, y a todos los ubicados a la derecha (clásica, conservadora, popular y social), el total es 30,1%. En este esquema, el “centrismo clásico” permanece como un gozne para armar mayoría. Y perdura ese voluminoso segmento de “desvinculados”, un hoyo negro que a veces ha favorecido a fenómenos excéntricos.

Es un esquema tan discutible como cualquier otro, pero se parece innegablemente al actual espectro de ofertas presidenciales.

¿Calzan ellas con el interés de los votantes? Aunque parezca obvio, las preocupaciones que pueden determinar el voto este fin de semana no son las mismas de hace un año. Otro estudio reciente, esta vez de Espacio Público e Ipsos, ha establecido que el principal problema “personal” de los chilenos hoy es “delincuencia / inseguridad ciudadana”.

Después de más de un año de estados de excepción y toques de queda, parece sorprendente que esta sea la prioridad de un 53%, muy por encima de los dos que le siguen: “desempleo” y “servicio de salud deficiente”, ambos con un distante 40%. Preocupaciones con relevancia mucho menor que las anteriores son las “bajas pensiones” (22%), la “mala calidad de la educación” (19%) o “el endeudamiento” (13%), de manera que algunas de las cargas de infantería ruidosamente lanzadas en esos terrenos pueden andar algo descaminadas.

Los cinco días de asombro que quedan hasta las primeras cuatro elecciones son él último tramo de campaña, y se nota. Se ve la costura en cada maniobra con publicidad. Todos los tejedores saben que en estas elecciones no se dirá la última palabra, pero se empezará a decir. Y desde luego que estará llena de sorpresas.

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