Columna de Paula Escobar: Colores primarios



¿Habrían sido posibles las sendas victorias de Gabriel Boric y Sebastián Sichel sin primarias? No es aventurado decir que habría sido difícil: los favoritos de cada pacto corrían con amplia ventaja. Que la elección presidencial se jugaría muy probablemente entre un alcalde UDI y uno comunista era casi un consenso hace meses.

Pero el proceso mismo de la competencia primaria los hizo dar vuelta ese destino. No estoy diciendo que sus méritos no fueran anteriores; lo que sostengo es que la primaria -en cuanto proceso- posibilitó que expresaran sus propuestas, visiones, biografías, su forma y su fondo, de un modo tan intenso, que dieron un golpe a la cátedra (e hicieron que debilidades y errores de sus contrapartes se notaran más aún). Se hicieron ganadores durante la campaña, al fragor de la batalla.

Boric, que partió con dificultades para juntar las firmas, fue creciendo como candidato de manera exponencial. Pasó de rebelarse a revelarse. De hacer énfasis en aquello que se rechaza a mostrar qué propone para Chile. Hizo una franja optimista, limpia, carente de hostilidad y de descalificaciones. Mostró un estilo de liderazgo colaborativo y no autoritario, y una y otra vez enfatizó no tener todas las respuestas, dejando atrás cierta impronta de soberbia generacional de su conglomerado. Se ancló en ejes clave de la política progresista siglo XXI. Mostró, desde ese árbol al que se subió, la madera de la que estaba hecho (algo que ya había mostrado antes, desde luego el 15N). Y triunfó cuando fue claro y nítido en las diferencias con la propuesta y el estilo del alcalde Jadue. Tímidamente al principio, con resolución en el último debate, quedó claro quién era quién. Y no solo se alzó como líder de la contienda primaria, sino solidificó aún más al Frente Amplio como referente político clave en la política actual. Muchos pensaban -yo incluida- que su pacto con el PC y no con la Unidad Constituyente provocaría una sobrerrepresentación de la derecha en las elecciones que venían, y una hegemonía del PC dentro del nuevo bloque. Me equivoqué, lo reconozco, pues ninguna de las dos situaciones se ha verificado y el poder del FA en articular y encarnar una renovación del pensamiento de izquierda es innegable hoy.

Vamos a Sichel. El retador que esperaba con la impaciencia y ansiedad del “novio parado en la iglesia” que lo invitaran a la primaria de Chile Vamos, finalmente corrió sin partido y ganó. No solo porque la centroderecha ve en él una mejor posibilidad de ganarle a quien les toque enfrentar en noviembre, sino porque revivió la alicaída esperanza de ese sector de sobrevivir y renovarse. En debates, entrevistas, franja y todo aquello que una primaria conlleva, reveló rasgos que identificaron e inspiraron a un electorado golpeado, que necesitaba oxígeno. Uno que les dio un joven que viene de la DC, que no nació en cuna de oro y que no se achica ni acompleja frente a Pinochet, la dictadura, la élite, pues no tiene ningún vínculo biográfico con los traumas culposos de la derecha.

Las primarias legales del domingo pasado congregaron multitudes, pero hubo una elocuente elipsis: la centroizquierda. La ex Concertación quedó paralizada y silente mientras en las otras dos coaliciones pasaba todo (¡y ya habían cometido ese error en 2017!) La fatídica jornada en que el PS intentó irse -sin éxito- a la primaria de Apruebo Dignidad dejó a los de la ex Concertación como a Carlos Maldonado esa noche: solos en medio de una noche fría. Y es francamente incomprensible que durante los dos meses que siguieron a aquel episodio, las directivas de los partidos de la UC hayan caído en este marasmo, sin tomar definiciones sobre cómo elegir candidatura única y cómo contrarrestar su falta de primarias legales. Bien pudo haber sido una primaria convencional al mismo tiempo que la legal, al menos allí habrían tenido la exposición medial y los debates. La segunda vuelta de gobernadores, que les dio una esperanza y un respiro, tampoco -insólitamente- sirvió para apurar el tranco en tomar decisiones colectivas. Mientras, muchos viudos y viudas concertacionistas comenzaron a mirar con atención a Boric (socialistas, PPD) o a Sichel (DC e independientes de centro).

La senadora Yasna Provoste decidió finalmente ser candidata, pero el delay hacía difícil pensar una definición entre ella, Paula Narváez y Carlos Maldonado (¿y PRO?) con participación ciudadana, es decir, con debates, con escrutinio de los periodistas, con todos los colores primarios. Es una buena noticia que hayan acordado -en la hora nona- una primaria o consulta ciudadana, sea presencial o digital. No están los tiempos para algo distinto. Sin mecanismo participativo y competitivo, era mucho más complejo enfrentar a los dos retadores, que ya pusieron la bandera de la nueva generación, que compitieron con fuerza y que ganaron con legitimidad. Lo más importante -resuelto aparentemente el dilema de cómo elegir candidatura única- es que expresen con nitidez sus ideas diferenciadoras y sus ventajas comparativas para el nuevo ciclo de Chile.

La centroizquierda parte tarde y desde atrás pero nada es imposible. La política chilena hace rato es una gran caja de sorpresas.

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