Columna de Paula Escobar: El show debe terminar

07 de Abril 2020 / VALPARAISO Karol cariola , Gabriel Siber ,durante la votación de la nueva mesa de la corporación de la cámara de diputadas y diputados. FOTO :PABLO OVALLE ISASMENDI / AGENCIA UNO


Ni la ansiedad e incertidumbre de la vida en modo pandemia lograron que pasara inadvertido el triste espectáculo que está dando la oposición o, mejor dicho, lo que queda de ella como grupo.

No solo fue la bochornosa pérdida de la mesa de la Cámara, en que por primera vez desde el retorno a la democracia se rompió un acuerdo administrativo, quedando encabezada por el RN Diego Paulsen, en vez del DC Gabriel Silber. Más escandalosos aún fueron los proyectos de censura a la mesa, sin causales válidas. El remate fue un grupo de diputadas opositoras intentando revocar el resultado invocando la falta de paridad de género de la nueva directiva, como si recién vinieran a descubrir que no la iba a haber si no cumplían el acuerdo. Peor aún es utilizar el argumento de la paridad -que tanto costó ganar en la posible convención constituyente- para no enfrentar las consecuencias de las acciones políticas.

El síntoma -falta de disciplina mínima de negociación y acuerdo- revela la enfermedad, que es la falta esencial de proyecto común, el pegamento mínimo que cohesiona esa suma de facciones, grupos, trayectorias, miradas, que solo están -cuan matrimonio por conveniencia- esperando que los hijos crezcan para divorciarse. Pero que en la cuarentena ya no se aguantan más.

En este caso no son los frutos de la alianza los que los unen, sino criticar al gobierno actual y esperar que se equivoque para hacer leña del árbol caído. Eso los ha llevado a la irrelevancia política, a la frivolidad y la falta de futuro. Tras el estallido social no recuperaron el liderazgo, pero al menos alguna voz. Pero post coronavirus, la perdieron, pues la agenda la llevan el gobierno y los alcaldes, quienes, en palabras de Cristián Valdivieso, director de Criteria Research, se han transformado “en la verdadera oposición”. Bien evaluados, jugados, en terreno, de distintos signos, han estado ahí para la gente.

Claro que ni el FA ni el PC están ahí para llegar al gobierno en el corto plazo; pero lo que queda de la ex Nueva Mayoría abriga esas esperanzas. Son partidos y políticos que, más allá de las legítimas críticas, durante las décadas de la Concertación sacaron al país de la dictadura, crearon prosperidad y lograron paz social. El país que dejaron fue mucho mejor que el que recibieron. Pero el fin de ese proyecto ha sido amargo y destructivo, y no se resuelve hasta hoy.

Mucho daño les vino desde afuera, de la derecha “desalojadora”. Pero el golpe más rudo se lo propinó la misma centroizquierda. Los casos de corrupción, la falta de renovación generacional y de ideas, y la narrativa derrotada de parte de algunos líderes. El remate vino de quienes se acomplejaron y no fueron capaces de defender lo realizado.

Sea como fuere, el Covid-19 ofrece una oportunidad única para las ideas de la socialdemocracia, por la demanda por mayor Estado, pero también por uno eficiente. Más justicia social, más servicios públicos, pero de buena calidad, bien diseñados, bien implementados, bien medidos. Esa propuesta progresista y gradual ha sido bien evaluada en mandatarias como la canciller alemana, Angela Merkel, o la primera ministra de Nueva Zelandia, Jacinda Ardern, por citar algunos de los liderazgos mejor evaluados en esta pandemia. Centradas, criteriosas, disciplinadas, sin populismos ni estridencias, protegiendo a las personas y respetando la libertad y la democracia, con un Estado que está ahí para cumplirles a sus ciudadanos. Han sido eficientes, eficaces y han inspirado más allá de sus fronteras.

Para salir de la UTI, la oposición debe rebarajarse en torno a un proyecto así y dejar de darse vueltas en cómo propinarle golpes al gobierno, pues si a este le va mal, nos irá mal a todos. Fiscalizar es imprescindible, por cierto, pero no atacar y obstruir en medio de la tormenta. Estar a la altura requiere ser una oposición responsable.

El llamado es a no practicar-en su quehacer político- las recetas imprescindibles contra el virus. ¡Dejen de lavarse las manos! Háganse cargo de sus errores. Y acérquense -en vez de distanciarse- a quienes hoy requieren propuestas de políticas serias a lo que ya se asoma con crudeza: la materialización, para tantos, de sus peores temores de precariedad.

El show que protagonizan debe terminar.

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