Columna de Paula Escobar: Extraño autogol



Familias que han perdido seres queridos. Enfermos asustados y con miedo a ser discriminados. Desempleo en alza. Enormes filas en seguro de cesantía. Mayores de 65 años recluidos sin poder abrazar a sus nietos. Niños sin colegio, amigos, aire libre. Padres y -sobre todo- madres exhaustas y severamente estresadas, con cuatro jornadas: la casa, el trabajo remoto o presencial sin tregua, la contención emocional y la educación de los hijos. Y ya empieza a sentirse el frío.

El presente del coronavirus es desolador.

Pero mucho peor es lo que vendrá después.

Como dijo Thomas Friedman, columnista y premio Pulitzer, “la devastación, una vez que salgamos del refugio, será como una bomba nuclear”. Los cambios sociales se habrán acelerado, las grietas se harán más profundas y las consecuencias del coronavirus aún son imposibles de predecir.

En medio de este vendaval, las autoridades de gobierno necesitan proyectar templanza, empatía, firmeza y, sobre todo, confianza.

Por eso, resulta muy inexplicable la agenda que el gobierno intentó instalar la semana pasada, al plantear una posible postergación del plebiscito sobre una nueva Constitución Política, fijado para el 25 de octubre. Las declaraciones del Presidente Piñera a CNN cayeron como bomba, especialmente por la razón que dio: ““No se ha discutido (una nueva postergación), se acaba de postergar. Yo pienso, estamos especulando, que quizás la recesión económica va a ser tan grande y va a poner tantos desafíos a todos los países, incluyendo a Chile, (que) es un tema que quizás se va a volver a discutir, pero hoy día el calendario que tenemos es un plebiscito en el mes de octubre”, dijo. El ministro Blumel, por su parte, señaló a este diario: “Hace todo sentido racionalizar el cronograma electoral”.

Pareció una maniobra para tantear si la idea, de algún modo, volaba. Pero no voló.

Peor aún, gatilló la improbable unión opositora. Sus líderes hicieron categóricas y coincidentes declaraciones de rechazo y luego, bajo el hashtag #ElPlebiscitoVa, un video de buena factura y eficacia comunicacional, con un mensaje claro y transversal: “Ninguna pandemia puede matar el sueño de un Chile más justo… Un Chile en el que la nueva normalidad es la dignidad”. El Presidente y su ministro del Interior le regalaron a la oposición no solo un motivo para criticarlos, sino algo mucho más profundo: una razón de ser, una épica y una mística en medio de la pandemia.

El acuerdo del 15-N es uno de los hitos más importantes de la historia reciente. En la hora final, entregó una salida institucional y democrática al descontento, la rabia, las frustraciones y la violencia. Le dio a Chile la posibilidad de salvarse de lo que podría haber sido una tragedia. El Presidente y en especial su ministro Blumel fueron reconocidos por haber escogido el camino del diálogo sobre cualquier otro. Entonces, parece ilógico que quieran sacarle el piso a ese logro, que es suyo también, poniendo, además, en riesgo la tan debilitada confianza ciudadana en las instituciones.

El Economist plantea en su última edición que lo que la recesión económica gatillará globalmente será muy complejo, pues “la demanda popular por el cambio va a radicalizar la política más rápido que lo hizo después de la crisis financiera de 2008-2009”.

En el caso de Chile, la demanda por transformaciones será más aguda aún por el estallido social de octubre, que está ahí, hibernando. Que ese cambio sea sostenible, basado en buenas políticas públicas y de largo plazo, depende de cómo el gobierno juegue sus cartas hoy.

En este sentido, la movida es incomprensible. Las razones económicas suenan a excusa, las sanitarias hay que verlas semana a semana. ¿Por qué introducir este ruido? ¿Especialmente ahora, en que la aprobación comienza repuntar? Aunque quizás, como piensan algunos, esto se deba justamente a esa alza, que de alguna extraña manera incita al riesgo y a complacer al sector más duro del voto de derecha, una de las “dos almas” de Chile Vamos.

Pero políticamente fue un autogol: lo que lograron fue, paradójicamente, unir a las dos almas eternamente en conflicto de la extinta Concertación.

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