Columna de Paula Escobar: “Unidad Constituyente: el momento de la verdad”



Le volvió el alma al cuerpo a la Unidad Constituyente después del domingo pasado. Si es por mucho o por poco tiempo, eso está por verse.

Como coalición había quedado prácticamente en la UTI después de la debacle de la elección de convencionales constituyentes, en la que obtuvo sólo 25 (siendo que los cálculos más conservadores le daban 40 o 45), quedando en cuarto lugar de las listas. Y la alianza FA/PC, su rival en la izquierda, en cambio, tuvo un muy buen resultado: se le pronosticaban entre 20 y 25 convencionales y sacó 28; además de sorprendentes éxitos en la municipal y un gobernador electo con mayoría nacional, Rodrigo Mundaca, en Valparaíso.

Las cuatro elecciones de ese día tuvieron distinto resultado. En concejales, por ejemplo, la UC había logrado ser la primera fuerza (33,45%) de los votos, versus 30% de Chile Vamos y 21,66% de AD, así como 129 alcaldías (versus 87 de Chile Vamos y 21 de Apruebo Dignidad), además de elegir dos gobernadores y pasar a 11 balotajes… Pero el golpe de la constituyente marcó todas las elecciones e instaló la idea de que esto ya era terminal.

Pero faltaban -y faltan- más capítulos, al parecer. Más temporadas, incluso.

Solo tres días después ocurrió el frustrado “Brexit” del PS/PPD de la Unidad Constituyente, al intentar irse a la primaria del FA/PC. El rompimiento del eje PS-DC, pilar en la estabilidad democrática del Chile posdictadura, significaba ponerle la lápida final a ese proyecto de centroizquierda chilena. Pero vino el portazo de Apruebo Dignidad: un balde de agua fría y un choque de realidad.

Pero el agua fría también es agua fresca, que golpea, pero puede ayudar a despertar.

Y, extrañamente, en el peor momento, vino una reacción de autoafirmación ideológica, de autoestima política, de la posibilidad de convergencia.

El portazo acaso les mostró quiénes eran, quiénes habían sido, quiénes podrían llegar a ser, si se ordenaban, ponían de acuerdo y dejaban atrás tanto la desgastante confusión ideológica del tipo hamletiana, como el síndrome de Estocolmo con el FA y el PC.

Y hubo dignidad esa noche. De la candidata Paula Narváez, que reclamó haber sido engañada, con voz fuerte como nunca. Luego, la senadora Provoste hizo lo suyo. Firme y digna también. No estaba para improvisar salidas de última hora. Primero había que reencontrarse.

Y el resultado de la semana pasada, con 10 gobernadores electos, el 47% de los votos, además de haber ganado la madre de las batallas, con Claudio Orrego en la Región Metropolitana, hicieron el resto para sacar al enfermo de su estado terminal.

Para culminar la semana, la presidenciable y presidenta del Senado, Yasna Provoste, alcanzó a los alcaldes PC y UDI, Jadue y Lavín, en la encuesta Cadem.

Pero el paciente no está para cantar victoria.

¿De qué depende que esto no sea solo un “veranito de San Juan”? De que, ahora sí, hagan el trabajo: un programa conjunto que explique quiénes son, qué quieren hacer, de qué manera particular, distinta tanto de las propuestas de la derecha como las del FA/PC.

Sin marcar bien quiénes y por qué son los verdaderos “socialdemócratas”, es difícil salir a atraer votos. Sobre todo, porque su errático comportamiento previo ha dejado con dudas y desafecciones a muchos que solían votar por la ex Concertación.

Gracias a los shocks externos -más que a los movimientos internos- se ha empezado a producir un cierto cambio. Se aprecia en algunos de sus líderes menos silencios y más energía transformadora y propositiva. Más capacidad de valorar lo que se es, que inseguridad por lo que no se fue. Y es que pareciera que aún hay un electorado que podría preferir las ideas socialdemócratas.

Ahora falta que no caigan en divisiones, cálculos menores y pequeñeces. Que se unan en torno a un programa transformador y sustentable, que garantice cambios sociales con gobernabilidad y estabilidad. Que sus dirigencias encuentren mecanismos razonables -y que hagan sentido a la ciudadanía-, para converger en una lista parlamentaria y una candidatura presidencial común que refleje su sello diferenciador en el fondo, como también en la forma. Muy importante es que visualicen e incorporen los cambios profundos de la sociedad chilena en su propuesta al país. Ampliar la mirada mucho más allá de la lógica partidaria.

La ciudadanía le dio, hace una semana, una nueva oportunidad al proyecto de centroizquierda en la elección de gobernadores. Las dirigencias debieran reflexionar y estar a la altura del desafío histórico que les ha caído encima.

Y así se verá si el 13 de junio de 2021 fue el inicio de una nueva etapa para la centroizquierda o solo un “aro” en el desgastante camino hacia su obsolescencia.

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