Cristián Huepe: “Si algo positivo puede salir de esto es que se entienda que todos tenemos que compartir una realidad común”

CRISTIAN HUEPE (1)
Cristián Huepe, físico experto en redes: “Es importante tomar conciencia de que en el mundo de las comunicaciones en redes sociales todos tenemos la responsabilidad”.

La vida de Cristián Huepe (49) gira en torno a datos: en su formación como físico teórico, en sus análisis de interacciones en redes sociales, e incluso en la música electrónica que compone. Instalado en Chicago desde el 2000, donde es académico e investigador en la Universidad de Northwestern, ya completa más de un cuarto de siglo fuera de Chile, desde donde salió en 1994 para hacer su doctorado en París.

¿Qué hace un físico teórico metido en Twitter y Facebook además de ver a sus amigos? “Trabajo en sistemas complejos en general, lo que incluye esta aplicación a las redes sociales”, explica. “Todo lo que hago es desde un punto de vista de físico teórico, en cuanto a la perspectiva sistémica y conceptual”.

Desde su oficina-en-casa en Chicago, comenta sobre cómo las interacciones, noticias falsas y la creación de posverdades tienen hoy, en el contexto de la crisis global por la pandemia del coronavirus, un costo más alto. Es parte de lo que le interesa investigar ahora.

En relación a sus trabajos anteriores en torno al análisis de la conformación de creencias en redes, de propagación de noticias falsas, ¿hay algo que esta circunstancia, la del coronavirus, lo haga distinto?

Hay hartas cosas similares. Pero creo que en este caso el problema quizás es más simple. Lo que habíamos mirado antes siempre eran situaciones más de polarización de todos lados, que tenían dos opiniones distintas, mientras que ahora el problema es más bien único. ¿Hasta qué punto se puede transmitir información fidedigna, constructiva en el momento de la pandemia? Entonces, en lugar de ser dos polos que se oponen con desinformaciones distintas, aquí hay un punto muy claro, porque dentro de todo, la política, todo gobierno, toda política pública, enfatiza el gran momento de la ciencia; que la base tiene que ser científica y racional. Salvo algunas excepciones en el mundo, de algunos gobiernos un poquito irracionales, populistas. Pero típicamente las políticas públicas son bien racionales y se enfrentan a una desconfianza, una suspicacia, etcétera. Esto de alguna manera simplifica el problema desde un punto de vista conceptual, pero desde un punto de vista de las consecuencias lo hace más delicado.

Sin embargo, si consideramos que muchas de las teorías de conspiración y las posverdades que existen tienen que ver con negación de la ciencia, desde el cambio climático hasta los terraplanistas, ya estábamos en un mal pie para entrar a esta emergencia…

Sí, efectivamente. De hecho, es lo que me interesa estudiar ahora. He estado trabajando en una propuesta de proyecto en Estados Unidos sobre la posibilidad de estudiar la desinformación desde un punto de vista estructural. No solamente es el contenido el que va propagándose de manera distinta para desinformar, sino que también las estructuras de comunicación entre las distintas partes de la sociedad van cambiando. Y cuando cambia esa estructura de comunicación, lo que esencialmente sucede es que se aíslan subredes, que solo conversan entre ellas. Eso se da mucho en la polarización política extrema. Algunos políticos, sobre todo en Estados Unidos, han utilizado esto como una estrategia comunicacional en general, esas mismas estructuras. Y son las mismas que confrontan esta pandemia. Por eso creo que es súper importante mirar, de manera urgente, cómo se están comportando estas estructuras, que ya existían, frente a la información de la pandemia y ya de manera anecdótica -porque requiere un análisis más profundo de datos-, puedo ver claramente que hay una correlación entre los grupos que ya eran proclives a la posverdad y los que están propagando noticias falsas en relación al Covid-19.

De alguna manera esta información nueva se mira y se tasa con el prisma ya moldeado por experiencias anteriores…

Exactamente. Al final de cuentas, no es solamente el prisma de opinión de la persona, sino el que realmente también es su estructura de comunicación. Justamente el trabajo que nosotros habíamos hecho era mirar hasta qué punto las conversaciones en las redes sociales generan una red con una estructura específica. Y ciertas estructuras son proclives a la desinformación. Ahora, diría que esa misma estructura psicológica de un grupo de gente se aplica luego a sus bases. Y lo que me preocupa más son esas bases, esa gente que ya se configura en redes de conversación entre ellos, en las cuales están convencidos de que solo pueden creerles a sus conexiones, a los que siguen en Twitter, a sus amigos en Facebook, etcétera. Esa ya era una comunidad que no le creía en ningún experto, que creía que los científicos eran parte de un aparataje estatal para controlarlos.

"Aparte de lo terrible que es esta pandemia desde un punto de vista del costo en vidas, y de lo urgente que es tratar de entender este tipo de cosas, va a ser un experimento bastante interesante desde el punto de vista de cómo se propaga la información".

Entonces el Covid-19 y sus consecuencias no crean su propio contexto. ¿Qué tan flexible o dinámico puede ser? Estamos hablando de una emergencia prácticamente inédita, pero la procesamos con las herramientas que ya tenemos…

Sí. Yo creo que aparte de lo terrible que es esta pandemia por el costo en vidas, y lo urgente que es tratar de entender este tipo de cosas, va a ser un experimento bastante interesante desde el punto de vista de cómo se propaga la información. Hay harto estudio que muestra que como uno procesa la información depende mucho de su contexto, de quién se la está entregando, pero también de cosas como, por ejemplo, hasta qué punto la información le cuesta, por así decirlo, le produce dolor. Hay experimentos que tienen que ver con que te pagan plata, por ejemplo: no es lo mismo propagar desinformación o tratar de adivinar algo si uno piensa que va a perder dinero. Entonces, en el contexto de esta pandemia, aquí es una cosa de vida o muerte. Y claramente hay dinámicas que están cambiando. Cuando tu vida depende de ello, la manera como tú interactúas con tu entorno e interactúas con lo que consideras la mejor información posible, cambia. Entonces, una cosa que va a ser muy interesante mirar va a ser qué fracción de la gente que estaba en esas redes de información aislada se va a empezar a conectar o va a estar mucho más pendientes de lo que dice la ciencia oficial, por así decirlo.

¿Por ejemplo?

Pienso que lo puedo aterrizar en un caso bien concreto: en Estados Unidos la red de información está muy disgregada. El gobierno de Trump ha tenido problemas para aceptar la realidad científica de la emergencia en parte porque ciertas redes de información que él conoce, a las que él pertenece, desconfían de dos cosas: de los expertos y de la prensa. Entonces, cuando la prensa estaba dando muchas alertas, Trump decía: es porque quieren que me vaya mal. Cuando los expertos estaban dando mucha alerta, él decía que esto es parte de lo que llaman el deep state, de todos los elitistas que quieren convencernos de cualquier cosa. Y ese mensaje resonaba, estadísticamente, con la América más rural. Bueno, esa América más rural se ha pasado la última semana viendo el desastre que ha pasado en Nueva York, y hasta hace muy poco asumiendo que el problema no le iba a llegar. Pero resulta que la red epidemiológica de la pandemia va mucho más allá de la red de opiniones. Entonces, la pandemia está llegando a esos lugares y esta gente eventualmente está viendo que a los hospitales de su condado rural le están llegando como algo muy real. Todo eso, esa combinación de redes, la red de la experiencia con el virus de la gente, la red epidemiológica de contagio y la red de opiniones, van a estar interactuando.

Es la gran diferencia respecto del costo de adscribir a una noticia falsa, porque normalmente no se paga un costo directamente, o no se percibe ese costo. En este caso sí habría un costo bastante evidente...

Ciertamente. Eso es lo que yo creo que va a ser interesante ver, porque incluso algunas teorías de conspiración que traían gran costo, la gente no las sentía inmediatamente. Un caso es el movimiento antivacunas. Estadísticamente, el movimiento antivacunas ya ha hecho que muera gente. Pero eso es estadísticamente, hay que mirar los números para entenderlo. Aquí es una cosa tan urgente que es mucho más vivencial. Y es ahí donde yo creo que si algo positivo puede salir de esto es que se entienda que, como civilización, hemos llegado a un grado de conocimiento en el cual todos tenemos que compartir una realidad común sobre qué es lo que se sabe. Está por verse, porque también me interesa, por curiosidad y por monitorear, que hay redes de gente, por ejemplo del terraplanismo, donde todavía mucha gente dice que es todo mentira.

“Es importante tomar conciencia de que en el mundo de las comunicaciones en redes sociales todos tenemos la responsabilidad”, concluye Huepe. “Creo que esto se aplica desde el usuario más común y corriente hasta el político más alto. Hay que entender cuáles son las consecuencias de cómo nos comunicamos en las redes sociales. Todos sabemos que Chile ha pasado por momentos de mucha división. Las redes sociales fueron súper importantes para que se masificaran y se diera curso a las reivindicaciones sociales legítimas que tenía mucha gente. Y para que se hiciera escuchar a ciertas autoridades para avanzar. Habrá discusiones sobre cuánto se avanzó, pero el hecho de que sucediera fue súper importante, basado en las redes. Pero después, al mismo tiempo, las redes fueron una base muy fuerte para que la sociedad se polarizara y se dividiera. Entonces ya había una cosa delicada en cuanto a las comunicaciones. Ahora que está la crisis de la pandemia, creo que tenemos que tratar de aprovechar esas redes de la mejor manera posible. Hay que tratar de salirse de sus prejuicios porque el virus no tiene prejuicios, el virus los ataca a todos, sea donde sea. Y si bien las consecuencias desafortunadamente alguna gente las paga más que otras, no hay nadie que no las pague, porque al final de cuentas les llega de rebote a todos”.

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