Cuarentena en el gueto vertical: Así se vive la pandemia en un edificio de Estación Central

Ilustración: César Mejías

Dos torres de 25 pisos, 3080 residentes y seis ascensores. Esos son los números del conjunto habitacional Alameda Urbano ubicado en Las Rejas Norte, tristemente conocido como gueto vertical, donde hoy muchos de sus residentes están en cuarentena voluntaria, otros saliendo a trabajar y un montón más de extranjeros cesantes.


Jefferssone Cárdenas (24) es venezolano y vive en el edificio hace nueve meses con su mamá y su primo. Llegaron en busca de mejores oportunidades, pero hoy el panorama no se ve auspicioso. Hace una semana no sale de su departamento por el consejo generalizado de quedarse en casa.

El conjunto cuenta con dos torres, Poniente y Oriente y la entrada está por la calle María Rozas Velásquez. En una comunidad de tres mil personas “no se puede hacer mucho”, según Joaquín Cárdenas, residente de otro departamento.

Pero valora las medidas que ha tomado la administración hasta ahora: reducir la cantidad de personas por ascensor a la mitad (tres personas), restringir las visitas, asear dos veces al día cada piso y poner una barrera para distanciarse del conserje.

Los lugares de uso común también han sido restringidos. En cada torre hay un quincho, un salón multiuso y una lavandería en el piso 25. Como no hay áreas verdes, muchas veces se usan los estacionamientos como lugares de reunión entre vecinos y de juegos entre niños. Hoy esas situaciones ya no existen.

“Antes de todo esto andaba mucha gente, ahí es donde efectivamente había filas para subirse al ascensor, esas filas ya no se hacen, la gente, por lo que yo estoy viendo, está decidiendo quedarse en su casa y salir lo menos posible”, añade Joaquín.

El joven venezolano es una de esas personas. Y está angustiado. Justo antes del comienzo de la fase 4 del Covid-19 había conseguido trabajo en un club nocturno en donde sería cajero. Estuvo cinco días en etapa de prueba y le iban a hacer un contrato, pero el lugar cerró y él tuvo que irse sin ninguna garantía.

Su departamento tiene una habitación en donde duermen los tres y mide 33 mt2 aproximadamente. Él cuenta que solo usan ese lugar para dormir y que el resto del día están viendo películas, cocinando y limpiando, sin dejar de pensar en qué van a hacer para solventar sus gastos en un futuro cercano. “Obviamente que esto de la cuarentena nos ha afectado y de verdad que no ha sido fácil. Va a llegar un momento en que vamos a colapsar de estar juntos todo el día y todos los días”, comenta Jefferssone.

“Prácticamente los tres estamos sin trabajo”, agrega. Su mamá trabaja en una empresa de cuidadores que no está requiriendo sus servicios en este momento y su primo es estilista en una peluquería que está dentro de un supermercado y obviamente cerró sus puertas.

Cárdenas no cree que el dueño del departamento les dé facilidades para pagar el arriendo y se siente de “manos atadas” porque en su grupo familiar solo tienen dinero para un último pago, después no tendrían cómo seguir. El alquiler de un departamento de este tipo cuesta entre 220 y 280 mil pesos. Así, el residente del edificio conoce a muchos vecinos venezolanos en la misma situación que hasta consideran devolverse a su país por la desesperación.

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