Fareed Zakaria: “Está emergiendo una especie de elite digital y una clase trabajadora no digital”

El columnista, considera por Esquire como “el más influyente asesor de política internacional de su generación”, aborda la desigualdad digital de los últimos tiempos, el manejo del covid-19 por los países, y dice estar "esperanzado" con el proceso constituyente chileno.


Está sentado y sonriente en la biblioteca de su casa en Nueva York, con muchos libros a su espalda, y el último de los suyos “10 Lessons for a post pandemic world”, destacado y de frente. Vía Zoom, conversa con La Tercera Domingo sobre el mundo que quedó atrás después de la aparición del coronavirus. Es destacado columnista del Washington Post y conductor de su propio show, GPS, en CNN, además de ser autor de tres best sellers, a los que ahora se agrega este volumen. Fue nombrado uno de los diez pensadores globales de los últimos diez años en la revista Foreign Policy en 2019, y Esquire lo llamó “el más influyente asesor de política internacional de su generación”.

Como usted dice en su libro, la pandemia nos hizo cruzar un umbral. ¿Cuáles son los mayores paradigmas que han caído tras él?

Pienso que el paradigma más importante que se ha sacudido es la idea de que sólo basta el crecimiento, el desarrollo, el progreso. Porque hemos estado haciendo esto sin pensar en el daño al medioambiente, al poner todo este dióxido de carbono en el aire. El daño que hemos hecho al seguir expandiéndose dentro de los bosques y los hábitat naturales de la vida salvaje, lo que es luego, por supuesto, la fuerza que produce estas epidemias y pandemias, pues nos acercamos más y más, por ejemplo, al hábitat natural de los murciélagos, que tienen muchos virus, y entonces se acercan a nosotros, a las granjas, y el virus se mueve del murciélago al pollo, de ahí al cerdo, y al ser humano. Es un modo de crecimiento irreflexivo, en términos de cómo en Estados Unidos al menos, y en otras partes del mundo, le permitimos a la gente que se construya casas en el borde del agua, al lado de los bosques. Este año en Estados Unidos hemos visto 5 millones de acres de tierra quemada… Todo esto junto, nos recuerda que nuestra existencia en el planeta produce mucho desgaste y tensiones. Y quizás este sea el año en que nos demos cuenta que la pandemia es una de las venganzas de la naturaleza. Esta frase la dijo el Papa Francisco. Quizás en un muy amplio meta nivel, nos permitirá pausar y preguntarnos a nosotros mismos cómo rehacemos este paradigma, para que podamos crecer, desarrollarnos, generar crecimiento económico, pero a la vez siendo conscientes del costo que esto está poniendo en el ambiente natural, en la posibilidad de una vida más estable y de largo plazo.

¿Cómo debiera ser la economía del futuro para enfrentar esto?

Para realmente movernos hacia un crecimiento más sustentable, que permita el crecimiento, el dinamismo y la innovación -pues queremos que los dos mil millones de personas en el mundo que aún son muy pobres, salgan de la pobreza-, pero sin destruir el planeta, debemos adoptar una mentalidad totalmente diferente.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo, en la energía. Debemos movernos muy rápidamente hacia fuentes de energía que sean fundamentalmente limpias. Eso significa que debemos estar dispuestos a experimentar con una gran variedad de fuentes. Solar, eólica, pero también debemos pensar en la nuclear más seriamente. Debemos aceptar que el gas natural es mejor que el carbón, al menos por un periodo debemos hacer una transición usando eso. Debemos entender qué podemos hacer para reducir estas enormes emisiones, cómo estamos tratando la delgada capa de atmósfera que recubre la tierra, estamos vertiendo esta polución en ella. Eso debe parar.

¿Por qué dice que debemos cambiar lo que comemos?

Porque el 99% de la carne que los humanos comen es de granjas industriales y esa manera de producir es casi como si estuviéramos invitando a otra pandemia. Miles de miles de animales, hacinados y apretados entre ellos, en condiciones sanitarias terribles, le permite a los virus pasar de un animal al otro, y en cada salto se vuelven más fuertes. Y finalmente harán el salto de un animal a un ser humano. Creo que la próxima pandemia que enfrentaremos vendrá de una granja industrial. Y hay maneras de hacerlo mejor, a escala más pequeña, más sustentable y orgánica. Más humana, además. Uno siempre se pregunta qué cosas que estamos haciendo ahora, nuestros hijos pensarán que era inhumano. Y creo que es la manera como tratamos a los animales.

¿Y las otras industrias?

Incluso en la manera como manufacturamos, vamos a tener que empezar a pensar en un ciclo casi holístico, donde para cada manufactura uses materiales reciclados, y que cuando el producto termine su ciclo, vuelva al reciclaje. No generar grandes cantidades de basura, en un modelo autosustentable donde no hay nuevas formas de desperdicio físico, energético, biológico. Ese sería el objetivo ideal. Y no es tan difícil hacerlo. Además, es mucho más caro el costo de otra pandemia como esta…Ese es un punto muy importante el que has hecho y que hay que enfatizar. Porque algunos dirán en respuesta a mi visión que cuesta dinero. Sí, costará. Pero mira el costo del coronavirus, y de los incendios, olas de calor, huracanes! Ya estamos pagando mucho dinero, enormes cantidades de dinero, para mantener el sistema actual. ¿Por qué no pagar una porción menor de dinero para transicionar fuera de él?

¿Y qué pasa con la sustentabilidad social? Usted escribe en su libro que la desigualdad empeorará después de la pandemia, lo que crea frustraciones y tensiones sociales enormes.

Si miras a la pandemia, la consecuencia negativa más dramática de ella es el aumento de la desigualdad. Un país como Chile supongo que no es tan distinto a Estados Unidos en este sentido. Y entonces hay un grupo de personas, calculo que un 30% de la población, que es capaz de funcionar casi del mismo modo que siempre, a pesar de la pandemia. Los abogados, doctores, gerentes, consultores, periodistas, académicos... Para ellos pueden haber complicaciones, hay que tomar algunas decisiones, pero la vida sigue adelante, la carrera, los negocios. Pero para todas las personas que trabajan con sus manos, no en la economía digital sino en la economía física, en restaurantes, cafés, turismo, cruceros, parques temáticos, malls, para todos ellos, la declinación de su empleo es casi como en una depresión. Su trabajo se fue. Y son personas que en muchos casos ya ganaban menos dinero. Entonces ves que está emergiendo una especie de elite digital, y una clase trabajadora no digital. Esto es más dramático de todo lo que hemos visto y se basa en una tendencia que ya había partido.

¿Qué se puede hacer desde las políticas públicas para enfrentar esto?

Es un desafío muy complejo. Pero se pueden hacer cosas, temprano e inteligentemente. Las cosas que importan más para disminuir la desigualdad son, primero que nada, el cuidado y estimulación infantil, la nutrición y la educación temprana. Asegurarse de que la educación sea igual, no importa de dónde vengas o lo rico o pobre que seas, particularmente en los primeros diez años. Y luego de eso, los gobiernos deberán darse cuenta de que tendrán que involucrarse en el negocio permanente del reentrenamiento, en ayudar a las personas a reentrenarse. Esta es una economía que se mueve muy rápido, la globalización y la tecnología empujan en esa dirección, entonces las empresas en que trabajaban se cierran, las industrias donde han estado, desaparecen. Y por tanto deben reentrenarse, de manera que las personas se puedan mover de un trabajo a otro, de una industria a otra. Debemos tener programas que les digan cuáles son las nuevas demandas de la economía, dónde hay trabajos, y que les den tres meses, seis meses o un año de entrenamiento, y que el gobierno ayude a pagar eso. Es la única forma de salir de esto en el largo plazo”.

Usted también sostiene que las nociones de derecha e izquierda están obsoletas y que hoy las ideas socialdemócratas y moderadas son las que lideran. ¿Pero dónde están los políticos moderados y serios, cuando los líderes en el mundo que están al alza con los más polarizantes y estridentes?

Tienes razón, estamos viviendo en una era de la emoción, más que en una de la razón. Y cuando eso pasa, las voces extremas se escuchan más y más fuerte. Pero la realidad es que estamos en un tiempo en que necesitamos las destrezas de los moderados y los centristas, porque ahí es donde están las respuestas. Si miras los países más exitosos del mundo, sea en el norte de Europa, como Dinamarca, o los países de Asia, como Taiwán o Corea del sur o Singapur, lo que han hecho son dos cosas: han combinado mercados muy abiertos, donde permitieron que el capitalismo corriera libremente, generando mucha riqueza, dinamismo e innovación; pero luego usaron el gobierno para resolver los problemas que el mercado no puede resolver, tales como la igualdad de oportunidades, la seguridad de tener buenos seguros de salud, programas de entrenamiento y reentrenamiento para trabajadores. Entonces, en un sentido, la respuesta correcta es una combinación de lo que los antiguos llamarían derecha e izquierda. Pero es mejor pensarlo en términos de hacer más felices y florecientes a las personas, con la libertad y el dinamismo que el mercado da, y la seguridad y la eficiencia que el buen gobierno puede dar. Puedes combinar las tres, se ha dado en algunos países, pero tienes razón: el clima político es uno donde es muy difícil encontrarlos.

¿Qué se puede hacer?

Mi esperanza es que nos movamos de este debate del siglo 20 entre la derecha y la izquierda, en que la primera cree en un gobierno pequeño y la segunda en uno grande. Pero creo que nos estamos moviendo de eso. Trump mismo representa aquello. Él está llevando al partido Republicano a un lugar completamente distinto del que solía estar. No es más el partido de un gobierno pequeño. Gastó dos trillones de dólares en estímulos por la pandemia y antes, un y medio trillones de dólares en rebajas de impuestos... no le importa balancear el presupuesto, no le importa limitar el gobierno, no. A él le importa cerrar la economía para el comercio, los viajes, los inmigrantes. Es un tipo de populismo cultural y nacionalismo. Y entonces debe haber una contrapropuesta a eso, que es un partido de apertura. Al comercio, la tecnología, la inmigración. Y esa podría ser la nueva división. Iremos de derecha o izquierda, a cerrado o abierto. Y ese sería un debate productivo: personas que quieren un mundo cerrado y pequeño, y otros, en cambio, uno más abierto y expansivo.

Chile hizo un plebiscito por una nueva Constitución, aprobado por un 78 %.¿Qué cree que debiera Chile tener en consideración en este proceso constitucional?

Mira, estoy muy esperanzado. Partamos por la historia de Chile. Una de las razones por las que Chile ha tenido tanto éxito en comparación con otros países de Latinoamérica, es que ha tenido una fuerte tradición de buen gobierno, de servicio civil, de burocracia, de sistema legal y judicial, que va desde el siglo XIX. Chile ha tenido un sistema democrático por más tiempo creo que otros países de la región, todo eso son señales esperanzadoras de que hay una cultura de democracia y constitucionalismo que ayudará en este proceso. No creo que tendrán una constitución loca que salga de esto. Lo más importante, es que yo insto a los chilenos a aprender del resto del mundo. Eso es algo que los estadounidenses hacemos muy mal, en todo caso. Pero mira la pandemia. Los países que lo hicieron bien tomaron esa actitud de aprendizaje. Son países jóvenes, que tuvieron la humildad de preguntarse quién lo está haciendo mejor en el mundo y por qué. Los taiwanes o coreas del sur del mundo. ¿Y quiénes lo hicieron peor? Los que piensan que son excepcionales: Estados Unidos, Brasil, Reino Unido... Cuando tienes esa actitud, no miras a tu alrededor. ¿Sabes lo que dijo Bill Gates?

¿Qué?

Las dos cosas que se pregunta a sí mismo cuando enfrenta cualquier problema en el mundo es ¿quién está haciendo esto mejor? Y ¿qué puedo aprender de él? Cuando piensen en su Constitución, por favor miren los ejemplos interesantes que hay: en Alemania, en países del norte de Europa y de Asia, en Sudáfrica, que escribió una constitución muy interesante y justa. Espero que ojalá envíen misiones por el mundo, que conscientemente se pregunten quién hizo algo diferente y por qué. Aprender del pasado, de los propios errores y de los éxitos de otros, es la mejor receta para tener éxito en la vida, sea una persona, una empresa o un país.

Usted dice que es optimista por el futuro, pues depende de lo que todos decidamos hacer de ahora en adelante. Pero ¿qué pueden hacer los ciudadanos para cruzar bien este umbral, si muchas de las decisiones de las que hablamos hoy pasan por los líderes, sean políticos o económicos?

Partiría por recordarle a las personas que tienen mucho poder sobre sus propias vidas y las de su familias. Pueden ser un modelo de rol de qué tipo de cambio quieres, qué tipo de vida, ciudad, comunidad y país quieres. Mientras más exitosas y educadas son las personas, tienden a ser quizás demasiado silenciosas sobre sus preferencias. Y se deja así a mucha gente muy ruidosa dominar el proceso político. Las personas deben entender que si quieren que sus ideas sean consideradas, deben al menos hacer que su voz se escuche. Creo que deben preguntarse y pensar que estamos viviendo estos tiempos muy revolucionarios, donde existe la posibilidad de lograr avanzar. Debemos tomar una postura sobre el cambio climático, o la desigualdad, o los grandes temas, de manera de moverlos hacia adelante en una dirección que permita una sociedad más sostenible y dinámica. Debe haber más compromiso”.

¿Y los líderes?

Si hay presión y compromiso, los líderes responderán; al final, ellos son seguidores y ven lo que el público hace, entenderán el mensaje. Y pienso que los jóvenes, especialmente, quieren que estos países cambien en el sentido amplio que he hablado, quieren dinamismo, innovación, crecimiento, pero con sustentabilidad, con grados de justicia, con grados de prosperidad compartida. Es un tiempo muy fascinante. Vemos tanto cambio, tanta confusión, pero mi esperanza es que empujemos esto y hagamos una diferencia.

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