Harald Beyer: "El episodio demostró la falta de habilidad y destrezas que ha exhibido el Gobierno para enfrentar situaciones como ésta"

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"Más que el gobierno, es el establishment el rival. Aquí hay signos de grupos anti-sistema que creo que son pequeños, pero que, como es habitual en ellos, no valoran las instituciones del país y más bien buscan dañarlas", sostiene.


Qué lectura hace de lo que pasó esta semana?

La explicación de este fenómeno seguramente es multicausal y habrá que estudiarlo más en detalle, pero cuesta creer, a la luz de la evidencia disponible, que un gran descontento social esté a la base. Un elemento central, me parece, fue la incapacidad de enfrentar las acciones sorpresivas asociadas a la evasión, su escalamiento y la percepción que puede haberse instalado de que podía hacerse cualquier cosa. Creo que hay diversas experiencias, en distintas latitudes, que son ejemplo de cómo una sensación de "impunidad" genera estas reacciones. Esta puede haberse originado en la inefectividad policial, quizás asociada a la pérdida de legitimidad que ha tenido Carabineros, un gobierno inhábil para lidiar con el fenómeno que estaba ocurriendo desde principios de la semana y sectores importantes de la Oposición viendo con buenos ojos estas evasiones.

No puede ser solo una reacción al alza del precio del pasaje, ¿qué hay detrás?

Yo creo que hay grupos políticos radicales en nuestro país. La experiencia del Instituto Nacional así lo confirma. Por cierto, estos han tenido poco espacio en el país y se han "encerrado" en liceos emblemáticos o marchas de distintas características. Aquí, creo yo, aprovecharon una oportunidad para conectar con una ciudadanía que ciertamente no recibió con beneplácito el alza del Transantiago. Obviamente, ayudaron los fenómenos antes descritos.

Ud. ha planteado que las sociedades modernas se enfrentan a estas manifestaciones. ¿Es una protesta antimodernidad? ¿Es los chalecos amarillos, por ejemplo?

En general, en las sociedades modernas hay más libertad y la gente siente que tiene más control de sus vidas. Por ello, no es raro que frente a algo que les molesta pueda emerger una manifestación. Pero rara vez éstas son violentas. De hecho, en la noche del viernes hubo en distintos sectores "cacerolazos" que fueron muy pacíficos. Los desbordes que vimos son evidencia de ese radicalismo político que si bien puede ser marginal, se activa con fuerza apenas ve un espacio. La experiencia francesa tiene algo de eso. Si bien los chalecos amarillos inicialmente gozaron de simpatía ciudadana, el movimiento comenzó a ser dominado por grupos anti-establishment al grado que a fines de enero de este año comenzaron a registrarse manifestaciones de movimientos pro democracia, preocupados por la violencia y su impacto sobre la vida democrática.

¿Cree en la espontaneidad de esta reacción o advierte una intencionalidad política de un sector determinado?

Habrá que estudiar mejor cómo partió en sus inicios esta protesta, pero es evidente que rápidamente adquirió una intencionalidad política y claramente anti-establishment. En este sentido, es ridículo, para ser francos, que se hable de desobediencia civil. Ésta típicamente apunta a fortalecer la sociedad frente al Estado. En el comportamiento que hemos observado hay más bien un comportamiento antisocial, no habiendo, por ejemplo, ninguna consideración real por los miles de pasajeros que deben hacer uso del transporte público todos los días.

¿El rival de los manifestantes es el gobierno de turno o una situación socioeconómica que puede ser percibida como agobiante por ellos?

Más que el gobierno, es el establishment el rival. Aquí hay signos de grupos anti-sistema que creo que son pequeños, pero que, como es habitual en ellos, no valoran las instituciones del país y más bien buscan dañarlas. De nuevo, el ejemplo del Instituto Nacional es muy ilustrativo. Por eso que hablar de descontento social en la situación que hemos vivido creo que es incorrecto. No vimos el viernes a la población que más afectada puede estar por las alzas del Transantiago, sino a grupos radicales, delincuentes y violentistas, ayudado, como dije antes, por una mala gestión gubernamental y una oposición calculadora, al menos parte de ella, que intenta desesperadamente y con poco éxito conectar con la población.

¿La realidad económica que hoy viven los chilenos permite explicar un estallido de este tipo?

La situación económica no es boyante, pero tampoco estamos viviendo una crisis de proporciones que justifiquen una indignación. Las encuestas siguen mostrando un alto nivel de satisfacción de las personas con su situación general. Incluso la desigualdad, a pesar de que aún se mantiene alta, ha observado una tendencia a la baja. Dicho esto, las inseguridades en Chile son elevadas. Por eso, la idea de clase media protegida que esgrimió en campaña el Presidente Piñera les hizo mucho sentido a los ciudadanos y lo eligieron nuevamente Presidente. Esta idea no se ha plasmado con la importancia necesaria, pero sobre todo el Gobierno ha mostrado poca sensibilidad respecto de su propio discurso. Estas alzas sin mayores explicaciones y con nula empatía hacia la comunidad muestran inhabilidad política.

Por primera vez se decreta Estado de Emergencia en democracia. ¿qué análisis hace de eso?

Es una lástima, pero tampoco hay que dramatizar. Es un instrumento que permite la Constitución y el desborde que vimos el viernes tiene que poder controlarse en democracia. Las consecuencias de no hacerlo son mucho más lamentables. Esa misma sensación, hay que recordarlo, fue lo que llevó a decretar esta medida en Concepción luego del terremoto del 27 de febrero de 2010. Por cierto, otra cosa es analizar bien por qué fue necesaria adoptar esta medida excepcionalísima.

¿No supo leer el gobierno lo que estaba pasando? ¿Lo tomó a la ligera?

No sé si lo tomó a la ligera, pero todo el episodio demostró la falta de habilidad y destrezas que ha exhibido el Gobierno para enfrentar situaciones como éstas. Nunca hubo explicaciones claras para esta alza, aún hay poca información, y también existió falta de empatía.

¿Debió considerar bajar la tarifa antes, como finalmente lo hizo?

No me parece evidente que esa deba ser la solución definitiva.Por eso es interesante el llamado a una mesa transversal para discutir el asunto. Hay que recordar que el mecanismo de alzas está definido en una ley, promulgada justo hace 10 años, y hasta ahora se había considerado apropiado su funcionamiento. Por eso hay mucho oportunismo político en el llamado a revertir la baja de las tarifas. Desde el punto de vista social puede ser mucho más efectivo un subsidio focalizado que compense a las familias más vulnerables como existe hoy con el agua y la electricidad.

¿Cómo se sigue después de esto?

Nuestra democracia creo que exige mucho diálogo. Hace tiempo que vengo insistiendo que nuestra política social requiere una modernización importante. Está llena de programas inefectivos e irrelevantes. Todos los años asistimos a la mala evaluación del que son objetos la mayoría de los programas públicos y, sin embargo, ahí están. Creo que gradualmente se podría reemplazarlos e instalar un pilar solidario extendido que no sea solo para los pensionados sino para todos los hogares donde hay personas que trabajan y obtienen bajos ingresos.

La evasión masiva coincide con varios episodios que golpean la percepción de seguridad de la ciudadanía: los resultados de la encuesta de Paz Ciudadana, los desordenes y el incendio del Instituto Nacional. ¿Cómo debe enfrentar La Moneda un tema que fue quizás su principal promesa de campaña?

Los fenómenos que menciona son de distinta naturaleza, pero tienen algo en común. Se tienen que enfrentar con un conjunto amplio de instrumentos y debe haber un equilibrio razonable entre ellos. Hay que perseverar y no crear falsas expectativas. Creo que el Gobierno comete errores en el manejo de las expectativas y acude, ocasionalmente, a acciones equivocadas como el control preventivo de identidad de menores de edad. Eso le resta credibilidad a la política gubernamental, sobre todo porque luego no puede explicar satisfactoriamente incumplimientos en sus promesas.

No son pocos los que creen que fenómenos de este tipo pavimentan el camino para liderazgos políticos populistas. ¿Coincide con ese análisis? La sensación de que va a venir una ola en contra.

En efecto, existe ese riesgo. Pero se me ocurre que este es bajo. Es fácil argumentar que los hechos del viernes demuestran un gran descontento social y en esas circunstancias, en otras latitudes, han emergido lideres populistas. Pero, me atrevería a cuestionar esa hipótesis sobre la base de diversos estudios que sugieren matices respecto de esos descontentos. Es un error que ya se cometió a partir de la experiencia del movimiento a estudiantil y que, entre otros resultados, produjo una izquierda muy desconectada de los grupos medios.

¿Cómo ha visto el rol de los adultos en esto? Hay una visión también de que los padres no se han hecho realmente cargo de la educación de sus hijos. O que admiran todo lo que hacen como si fuera una verdad revelada...

Yo creo que este es un asunto de otra naturaleza. No veo que lo ocurrido en el Metro en días previos y menos el viernes sea un reflejo de aquello. Hay, por cierto, alguna evidencia que sugiere una sobreprotección, en los últimos 25 años, de los niños y se habrían mimado en demasía haciendo que en la adolescencia y en su juventud sean personas con grados reducidos de tolerancia a la frustración y con escasa sensibilidad a las diferencias. De ahí, la tendencia de los padres a no cuestionarlos y aceptar sus comportamientos. El problema de esto es que ello puede reforzar comportamientos tribales que dificultan la vida en común. Pero me parece que esta realidad no es central en lo que pasó esta semana.D

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