El gesto pasó prácticamente desapercibido. Al término de la sesión del martes 12 de septiembre, en la que el Senado hizo una reflexión institucional respecto de los 50 años del Golpe de Estado de 1973, al cual adhirieron todos sus comités, su presidente, Juan Antonio Coloma, se paró de la testera y se acercó a la senadora Isabel Allende Bussi.

“Me pareció que lo lógico era, apenas terminar de leer la declaración, ir a saludarla”, cuenta Coloma. “Yo valoro el tono de su reflexión, cuando ella dice que no hay una verdad oficial, que no nos vamos a poner de acuerdo, pero que tenemos que entendernos y hacer un escenario de cambio”, dice.

No deja de ser un elemento interesante en toda esta historia de negociaciones e intentos de declaraciones unitarias el hecho de que haya sido un militante UDI -cuyos fundadores trabajaron en el régimen de Augusto Pinochet- quien tuvo que encabezar la conmemoración de una fecha que, en general, complica a la derecha. Coloma -luego de que los senadores PS y PPD pidieran hacer un minuto de silencio y una reflexión posterior- se embarcó en una tarea que parecía cuesta arriba y que ni La Moneda pudo lograr: una reflexión a la que adhirieran todas las fuerzas políticas presentes en la Cámara Alta (aun cuando los representantes comunistas se desmarcaron el día después).

Las tratativas se dieron en total reserva por casi dos semanas. Y el resultado fue un texto de 11 párrafos en el que se sostiene que “todos, en algún grado y de alguna manera, por acción u omisión, contribuyeron a la destrucción de nuestra convivencia”, y que “es imposible pretender que tengamos una visión común de la historia”.

El senador gremialista asegura que el tono de la declaración es uno de sus mayores aportes en medio de un clima polarizado. Y conmina al gobierno a buscar uno parecido para su relación con la oposición y el debate que sigue pendiente de sus reformas.

¿Al asumir la presidencia del Senado no le incomodaba tener que estar al frente de la corporación para los 50 años del Golpe?

Cuando asumí pensé dos cosas: primero, que había que dar un sello al Senado, porque yo no pretendía simplemente ocupar el cargo, y que ese sello tenía que hacerse cargo de un tema relevante, como fue la agenda de seguridad, el fast track legislativo. Y también pensé que el Senado, que fue puesto en jaque durante un periodo constitucional muy amplio, tenía que cumplir su deber de ser un espacio de reflexión y construcción. Había un momento muy importante, que eran estos 50 años, pero también comprendí que eso no sería una decisión solo mía, sino que compartida.

Juan Antonio Coloma, en la sesión especial del Senado en conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado. Foto: Pablo Ovalle Isasmendi / Agencia Uno.

¿Cómo se afinó esta declaración? En principio, usted no tenía contemplado hacer una declaración, fue tras una petición PPD y PS.

Desde que asumí como presidente del Senado tenía claro que esta era una fecha importante y aspiré a que pudiera valorarse el rol como una institución que hiciera reflexionar a Chile. Para ser franco, creí que no sería fácil, por el escenario de polarización que está viviendo el país. Después de una petición de la bancada del PS y del PPD, el 6 de septiembre hice una propuesta de hacer un minuto de silencio por todas las víctimas y caídos, y una reflexión a nombre del Senado. Para eso escribí una declaración que validé con el senador Francisco Huenchumilla, y que luego vimos con los comités.

¿Qué les pareció?

En general, pareció bien por el tono. Yo no pensaba en mi visión, sino en qué podía transmitirse al país. Me sugirieron algunos cambios de palabras, me dijeron que les parecía en buena línea y se acordó que fuera como mesa del Senado, con la adhesión de todos los comités. Esto es bien valioso. Había harta conciencia de que era necesario como Senado, en un país polarizado, dar una reflexión común. Y se cumplió.

¿Por qué se omitieron palabras como Golpe de Estado, los nombres de Augusto Pinochet y Salvador Allende, las violaciones a los derechos humanos?

Es que no fue construida para ser acreedores ni deudores de alguien. Es lo que nace después de 50 años, no fue un curso de historia, no fue una oda de valoraciones o recriminaciones, fue un esfuerzo para hacer una reflexión que tuviera sentido, y creo que era lo que correspondía.

¿Y fue el mínimo o el máximo al que pudieron llegar?

Creo que fue lo correcto, ni minimizamos ni maximizamos. Si uno lee cada párrafo, nace del ánimo de generar una reflexión común, todos tienen sentido. Cuando uno dice que no hay verdades compartidas respecto del quiebre de la democracia, que hay responsabilidades que asumir en su conjunto, que entre los aprendizajes está entender que no se puede validar la violencia como forma de alcanzar el poder, respetar el Estado de Derecho, los derechos humanos, y que ningún proyecto de transformación puede impulsarse sin el acuerdo mayoritario de la sociedad, son reflexiones que no son máximas ni mínimas, son las que corresponden, las correctas, las que nacen del sentido común. Usted me puede preguntar si se puede haber dicho más o menos, yo creo que es lo que hay que decir.

¿Le sorprendió o molestó el desmarque de los senadores PC?

Polemizar no tiene mucho sentido, porque creo que es muy potente el valor que tuvo la reflexión desde la perspectiva institucional. Sólo puedo decir que este fue un esfuerzo grande, que hubo un documento respecto del que sí hubo una adhesión. Para ser honesto, no entiendo bien cuáles fueron las razones, pero las constato.

Argumentaron que es una declaración blanda, que hubo elementos faltantes... ¿Se las plantearon a usted directamente?

No. Desde que yo presenté la declaración en la reunión del comité –donde Claudia Pascual es jefa del suyo-, que fue leída y conversada, hasta que la di a conocer, no hubo una conversación, ni ese mismo día tampoco. De hecho, me sorprendí mucho y me enteré por una declaración de Camila Vallejo... Honestamente, digo la verdad, no sé exactamente qué es lo que generó esa reacción, me quedo con lo valiosa que fue la reflexión.

“Hay una cierta involución”

“Todos contribuyeron a la destrucción de la convivencia”, ¿en qué sentido su sector contribuyó a esa destrucción?

El cuidado de la democracia requiere un esfuerzo máximo, no mínimo. Yo era escolar, tampoco tengo un recuerdo tan nítido, pero hay un minuto en que uno dice “no da más”, que (el Golpe) puede haber sido inevitable, ya viene toda esa discusión, pero trataría siempre de hacer un esfuerzo adicional. Es valiosísimo que todos coincidamos al menos en las enseñanzas: en los derechos humanos como un valor absoluto, en que no se puede validar la violencia como método de acción política, porque hay algunos que lo establecieron en sus estatutos.

¿Comparte la declaración de la UDI que plantea que el Golpe fue inevitable?

Qué difícil es saber cuán evitable o inevitable pueden haber sido las cosas. Es difícil con los códigos y las reacciones de ahora, saber cómo habría actuado uno en otro momento. Creo que era difícil, muy complejo evitarlo, pero no quiero entrar en esa discusión. Yo quiero tratar de construir algo diferente.

¿Usted cree que a 50 años del Golpe hay un retroceso en el clima que rodea esta fecha?

Hay una cierta involución. Si uno mira hacia atrás, a otras conmemoraciones, esta vez en el escenario previo hubo mucha más tensión, que generó una cierta angustia ciudadana mayor que otras veces, y eso me inquieta.

¿A qué corresponde esta involución?

Creo que el gobierno sintió una responsabilidad de hacer algo distinto y marcar una forma de situarse en la historia que generó mucha más tensión. Estas cosas no suceden por casualidad, probablemente hubo un diseño que buscó generar ese escenario.

¿Y cuál es su reflexión personal? Ud. participó en el régimen de Pinochet, como consejero de Estado, etcétera. El gobierno ha dicho que la oposición no ha hecho una autocrítica.

La personal tiene mucho que ver con lo que aparece en la reflexión del Senado. He leído mucho y sólo la distancia te permite hacerlo. Yo me acuerdo de que (el ‘73) había un clima de violencia irrespirable, una odiosidad que era imposible de convivir. Alguna vez una hija mía me preguntó si me gustaba recordar esa época juvenil, y yo le dije que me dedicaba a la vida política para que ellos no tengan que vivir eso. El tema de la violencia, el tema de la democracia, el tema de los derechos humanos, el tema de cómo construir y entender que estos procesos de cambio tienen que tener sustento mayoritario son parte de los aprendizajes.

¿La derecha tiene que dar una mayor prueba de la blancura de sus credenciales democráticas por su participación en el régimen de Pinochet?

Yo no veo quién esté en pos de pedir esa prueba de blancura ni tampoco de sentirse requerido a darla, más aun si debemos hacer un gran esfuerzo para defender a la democracia de sus enemigos más potentes el día de hoy: el populismo y la demagogia.

Sobre lo que viene para adelante, ¿cree que este clima crispado afecte discusiones relevantes, como la agenda de seguridad y las reformas del gobierno?

Espero que el Senado haya demostrado que sí se puede construir acuerdos importantes, aunque sean reflexiones. Eso tiene que ver con el tono, con la capacidad de escucharse, y ojalá contribuya a algo que en otras materias ha estado más bien ausente. Ahora, quiero ser claro, hay cosas que sí hemos logrado llegar a un encuentro, por ejemplo, la agenda de seguridad, que fue bien audaz. Pero la polarización obviamente afecta. Para llegar a acuerdos hay que tratar de no hablarles solo a los propios, sino también, sobre todo con un Congreso donde el gobierno no tiene mayoría, tiene que ponerse en el papel del otro y entender la profundidad de los fenómenos políticos que han pasado en los últimos años. Por ejemplo, el bajo crecimiento del país y la comprensión de los ciudadanos sobre la propiedad de sus ahorros previsionales cambiaron los diagnósticos iniciales. Yo siempre trato de generar un ánimo de entendimiento, pero en la medida en que sean buenos acuerdos. Y buenos acuerdos significa compartir los diagnósticos, y dos, entender qué es lo que los ciudadanos están pensando.

A la luz de eso, no se ve que haya una convergencia pronta para la reforma previsional y el pacto fiscal.

Yo creo que no. Hoy día no lo veo como algo inminente ni fácil. Creo que en marzo deberíamos tener mucha más claridad en lo que se puede y no se puede hacer. En esto se debería seguir el ejemplo de la agenda de seguridad, donde pudimos sacar cosas que parecían imposibles, a partir, primero, de un diagnóstico común. Ese ejercicio es el que hay que seguir. Porque estamos en un cortoplacismo frenético y hay una tendencia en las declaraciones a hablarle a tu público, o a tus partidarios, no al país. Y creo que es el momento de hablarle más al país, no al público que te va a aplaudir. Y ese es un cambio que me gustaría ver en el gobierno.

¿Y eso no lo ve en su propio sector?

Es un peligro del que nadie está eximido. Yo soy de una generación en que uno aspiraba a que hubiera buenos acuerdos en temas políticos. Y hoy no es tan aceptada esa palabra. Es sinónimo de que no defendiste algo. Hay que hacer un esfuerzo por buenos acuerdos, y eso tiene que ver con el tono. Tiene que ver con la forma de hacer las cosas, con la convocatoria. Tiene que ver con la capacidad de sentarse sin buscar solo lo que tu sector busca, sino que pensar un poquito más en grande.