¿A cuál lobo alimentarás?

Santiago, 13 11 2018RETRATOS AL SACERDOTE JESUITA PEDRO LABRIN
Santiago, 13 11 2018 RETRATOS AL SACERDOTE JESUITA PEDRO LABRIN, JUNTO A HAITIANOS QUE ESTAN EN LA PARROQUIA LA SANTA CRUZ EN ESTACION CENTRAL. PARA LA SECCION DE PAIS DEL DIARIO A TERCERA. FOTO: JOSE LUIS MUÑOZ / LA TERCERA

Solemos llamar xenofobia al rechazo a los inmigrantes, cuando en realidad esa aversión no se produce por su condición de extranjeros, sino por su condición de pobres. No nos molesta el extranjero, ni siquiera el de otro color de piel, lo que nos molesta es que sea pobre.


Un jefe indio le contaba a sus nietos una historia. Les decía que existe una batalla en el interior de las personas en que participan dos lobos que tenemos dentro. Un lobo es malo, violento, envidioso, desconfiado, celoso y egoísta. El otro lobo es generoso, amistoso, empático y misericordioso. El nieto meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo: ¿Abuelo cuál lobo crees que ganará? Y el viejo indio le respondió: Aquél al que tú alimentes.

Me vino a la memoria esta anécdota que relata la filósofa Adela Cortina, ahora que estamos evaluando nuestra política frente a los migrantes.

Cortina es la madre de la palabra "aporofobia" que ganó al premio a la palabra del año 2017 de Fundéu BBVA. Cortina sostiene que solemos llamar xenofobia al rechazo a los inmigrantes, cuando en realidad esa aversión no se produce por su condición de extranjeros, sino por su condición de pobres. No nos molesta el extranjero, ni siquiera el de otro color de piel, lo que nos molesta es que sea pobre.

Antes, varios autores habían advertido rasgos de aporofobia en nuestro cerebro. Le tenemos miedo y rechazamos al pobre y estos sentimientos no sólo se extienden al migrante pobre, sino también al propio pariente pobre al que rara vez exhibimos con orgullo, sino que más bien ocultamos. Ello también sucede con el sujeto que es distinto. Se trata del rechazo al desvalido, al diferente. Nos gusta estar con los que son parecidos a nosotros, con los que son de la misma raza o hablan la misma lengua.

La filósofa, que estuvo hace pocos días invitada por la facultad de Filosofía de la UC, nos contaba que no obstante lo anterior, existe una buena noticia: que nuestro cerebro xenófobo puede ser moldeado, educado.

Por ello que resulta indispensable que las instituciones tengan una opción clara por la hospitalidad por sobre la hostilidad. Y, por supuesto, esta actitud se espera de las autoridades no sólo cuando exhibimos que somos el mejor destino para los deportes aventuras.

Uno espera de la instituciones que la discusión se centre en cómo organizar a los migrantes que ingresen, en cómo establecemos sistemas de cuotas con otros países, y en cómo integramos a esos migrantes a nuestra nación. En eso debiéramos estar ocupados. El principio rector es que todo ser humano tiene dignidad, que nadie sobra y nadie merece quedar fuera. Lo dice al inicio la Declaración Universal de Derechos Humanos que por estos días cumplió 70 años y que el Presidente Piñera conmemoró descubriendo un placa en la Plaza de la Constitución.

En suma, debemos alimentar al lobo bueno de la historia. Eso es lo que se espera de nuestras autoridades y de nuestras instituciones. Que eduquen en valores como la compasión, la solidaridad, la humanidad.

No se puede construir un país desde la desconfianza, desde el miedo, desde el egoísmo, sino precisamente debemos esperar que la nación se construya desde valores como la empatía y la solidaridad.

¿Significa esto que debemos abrir nuestras fronteras sin más? Probablemente no, pero significa que debemos ocuparnos del asunto y trabajar diplomáticamente para que las personas no tengan que migrar. Pocos emigran de su país por gusto y en el pasado miles de chilenos salieron de nuestro país no precisamente por voluntad propia. Nuestra historia nos obliga a ser solidarios.

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