A medio camino: Los 5 años de Francisco

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El Papa anunció que enviará a Charles Scicluna a "escuchar" a las víctimas chilenas. Foto: Getty Images.

Para múltiples analistas, Chile marca un punto de inflexión en su pontificado. El fin de la "luna de miel".


Cualquiera fuera el sucesor, el camino era cuesta arriba. La renuncia de Benedicto XVI, el primer Papa en 600 años que no terminaba su mandato, hablaba de la dimensión de los cambios que necesitaba una Iglesia que el propio Ratzinger –antes de convertirse en Papa- había calificado de sucia y soberbia…(1) Curas y obispos pederastas, transacciones bancarias ligadas a la mafia, fiestas desenfrenadas dentro de los muros vaticanos, lujo a destajo, intrigas reveladas en documentos filtrados por un mayordomo,  no eran elementos de un thriller, sino la lista de los problemas más oscuros y evidentes que enfrentar. Por eso, cuando hace exactamente cinco años, en una lluviosa tarde romana, aparecía un outsider de la curia, latinoamericano y jesuita, que en vez de bendecir, pedía a la plaza la bendición, la expectativa creció… Eligió por nombre Francisco, uno que ninguno de sus antecesores se había atrevido a usar, pidió una Iglesia pobre para los pobres y comenzó una senda popular y conocida en gran parte del planeta, menos en Chile.

La jerarquía de la Iglesia local "no se puso las sandalias de Francisco". Y un Chile cada vez más descreído sólo lo conocía por la tibieza para enfrentar los abusos contra menores y la sintonía con Evo Morales en su demanda marítima. Del resto, de su denuncia social, que ha llevado a sus críticos a calificarlo como cercano a la izquierda; de los argumentos para que los divorciados comulgaran de nuevo, con los que se ganó el calificativo de hereje entre los más conservadores; de su compromiso con el medio ambiente, con los migrantes, los chilenos conocieron poco o más bien nada.

Para querer a alguien, primero hay que conocerlo. Pero Chile no lo conocía. Por eso, el margen de error para Francisco era escaso. Y fue aquí donde en medio de un tibio recibimiento, cometió el más evidente de sus tropiezos como pontífice, como padre incluso: descalificar a las víctimas de Karadima (al decir que levantaban calumnias) y apoyar a un omnipresente obispo Barros. Un desacierto sin precedentes para una figura religiosa de relevancia mundial.

Por eso para múltiples analistas, Chile marca un punto de inflexión en su pontificado. El fin de la "luna de miel". Frente a las crecientes críticas por la lentitud con la que avanzan las reformas dentro de la Iglesia Universal, en este caso las voces contrarias no provinieron sólo de la prensa (a la que se suele culpar cuando faltan las explicaciones), ni de las víctimas de Karadima, ni de organizaciones anticlericales, sino de la voz más autorizada en materia de abusos y uno de de sus más cercanos colaboradores, el cardenal arzobispo de Boston, Patrick O'Malley. Fue él quien calificó las palabras del Papa como una fuente de dolor para los sobrevivientes de abusos sexuales.

¿De qué sirvió la cercanía y horizontalidad del mandato de Francisco cuando no pudo calibrar lo que significaba el nombramiento del obispo de Osorno,  cuando pese a todas las voces que llegaron al Vaticano para advertirle de las consecuencias, sólo pareció escuchar algunas? En este caso, lo positivo de la desacralización del cargo es que el Papa no teme equivocarse y corrige. Lo hizo rápido al mandar al arzobispo de Malta, Charles Scicluna, a investigar. Es de uno de sus mejores hombres: riguroso e implacable.  Fue él quien desentrañó la trama delictual detrás de fundador de los Legionarios de Cristo en México. Y es él quien se lleva de regreso al Vaticano una gruesa carpeta, más pesada de lo que imaginó.

Las decisiones que tome el Papa frente a un problema que lo cuestionó mundialmente en uno de los temas más sensibles de nuestro tiempo, definirán si frente a una de los tantos desafíos de su pontificado, Francisco quedó a medio camino, o está en la mitad de un camino que aún tiene mejores páginas que escribir. Estamos a la espera.

(1)"¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar entregados al Redentor! ¡Cuánta soberbia! La traición de los discípulos es el mayor dolor de Jesús. No nos queda más que gritarle: Kyrie, eleison.Señor, sálvanos". (Cardenal Joseph Ratzinger, 25 marzo 2005, Via Crucis)

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