Bachelet y el espejismo del antiguo retrovisor

Bachelet participa en el lanzamiento del li (41519204)

Todo indica que cuadrarse hoy con la opción de Bachelet III, fagocitando una vez más el surgimiento de nuevos liderazgos, supone un riesgo político de incalculables consecuencias.


¿El huevo o la gallina? El dilema clásico sirve para ilustrar de manera simple la crisis de liderazgo que está viviendo la ex Nueva mayoría. Concretamente, la pregunta es si la creciente figuración de la ex presidenta responde a la falta de otros líderes con capacidad de aglutinar y conducir a la coalición, o se trata más bien de la ambición del bacheletismo por resucitarla, entrampando de paso el surgimiento de nuevos liderazgos.

Siguiendo con las metáforas, la ex Nueva Mayoría tropieza nuevamente con la misma piedra que en 2010. Michelle Bachelet no alcanzaba a ponerle la banda presidencial a Sebastián Piñera cuando la entonces Concertación ya se aglutinaba en torno a su liderazgo. "Hada madrina"; "madre de Chile"; hasta "Virgen de los Milagros" se escuchaba entre los cientos de apodos que convertían a la ex presidenta en el amuleto que traería a las fuerzas políticas a su sombra de regreso al poder.

El rápido ordenamiento en torno a la figura de Bachelet quitó todo abono y crédito a nuevos liderazgos. Peor aún, los pocos que pretendieron erigirse como opciones, pagaron cara su osadía. Andrés Velasco paga en la soledad política su tu temeridad, Claudio Orrego vivió la traición en primera persona y MEO, que no quiso someterse a la primaria, inició una agonía que lo tiene a muy mal traer.

Sin embargo, más allá de la renovada expectativa de cierto grupo por revitalizar a la ex presidenta, el contexto 2018 es muy diferente al del 2010. La experiencia indica que cuadrarse hoy con la opción de Bachelet III inhibirá nuevamente el surgimiento de liderazgos y acentuará la crisis de conducción e identidad en que está sumido el sector tras la derrota de diciembre pasado. El escenario muestra que hoy la disposición de la ciudadanía hacia la ex presidenta es muy distinta a la que fue durante el primer gobierno de Sebastián Piñera. Michelle Bachelet dejó su segundo gobierno con menos de la mitad de la aprobación que tenía al terminar el primero. El mal manejo del caso CAVAL licuó el embrujo que Bachelet producía en el electorado y lo acotó a su círculo más próximo, el bacheletismo. Embrujo que en términos simples permitía a la presidenta errar en la gestión técnica de sus políticas de gobierno sin que ello mermara la confianza en la bondad de sus intenciones. Hasta CAVAL, la presidenta seguía gozando de una confianza personal que cualquier político quisiera hoy en día.

A diferencia de la confianza técnica en la presidenta, que dice relación con su capacidad de gestión y que ya había sido puesta en duda durante su primer gobierno a raíz de la implementación del Transantiago al inicio y al final de su período con el manejo de la crisis originada en el terremoto y tsunami de febrero de 2010, la confianza personal en Bachelet seguía bastante incólume hasta CAVAL.

Perdidas ambas, tanto la confianza personal como la técnica, la presidenta se despojó significativamente de su aura y terminó su segundo gobierno con un 37% de aprobación -encuesta Criteria-, con una nota roja como evaluación de su segundo gobierno (3,8), con más de dos tercios de la población (64%) señalando que su tiempo político estaba agotado y con una amplia mayoría electoral votando por Sebastián Piñera.

Pretender que la ex presidenta siga siendo el principal activo político de la ex Nueva Mayoría es más una muestra de que los líderes de la coalición temen asumir sus responsabilidades en el recambio que una posibilidad real de recuperar el poder en las presidenciales de 2021. Esta vez, el escenario para los partidos que en su día se arroparon con Bachelet es muy distinto al que tuvieron en el primer gobierno piñerista: Bachelet ya no es la figura rutilante de antes y al frente tienen a un gobierno bastante más sólido. Por si fuera poco, a su izquierda se instala un Frente Amplio con varios rostros bien posicionados y aún incontaminados con "los males" de la política.

La ensoñación que produce la figura de la ex presidenta como potencial candidata para un tercer período conlleva el riesgo de terminar en una doble sequía para la ex Nueva Mayoría: en primer lugar -al igual que la vez anterior- de contenidos programáticos y, en segundo, de nuevos liderazgos que oxigenen la coalición de cara al 2021. Potenciarse pasa por hacer la pérdida y dejar de mirar el espejismo que produce el retrovisor.

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