Bachelet versus Piñera: tan lejos, tan cerca

Michelle Bachelet y Sebastián Piñera

El timing similar de ambos gobiernos al llegar a los seis meses tiene otro factor común: un debate político centrado en los efectos de la reforma tributaria, en el caso de Bachelet, y de la modernización que pretende realizar Piñera a dicha reforma.


47% versus 45%. Los niveles de aprobación entre Sebastián Piñera y Michelle Bachelet al llegar a los primeros seis meses de sus respectivos gobiernos, dan cuenta de un derrotero que, más allá de las diferencias ideológicas, políticas y de gestión, instalan la segunda aventura presidencial de ambos en un punto similar en relación con el electorado que les volvió a dar su confianza.

En ambos casos, el mes de agosto seguramente se convertirá en objeto de estudio para revisar el momento en que ambos vieron afectada una popularidad que hasta ese momento era acorde a la amplia mayoría que los llevó al poder. En el caso del actual Mandatario, fue entre fines de julio y comienzos de agosto que bajó del umbral de los 50%, llegando a 45% de respaldo, según revela la encuesta Cadem. El peak de desaprobación, en tanto, llegaría en la última semana del mes, con un 42%, la cifra más alta en lo que va de su mandato.

Bachelet también bajó por primera vez del 50% en la primera semana de agosto de 2014 (49%, según la misma Cadem), cayendo al 45% hacia el final del mismo mes. La desaprobación, en tanto, llegó al 40% en dicha fecha, constituyendo los números más malos de su arranque de gobierno.

Las cifras dan cuenta de semanas convulsionadas en ambos gobiernos. En el caso de Bachelet, los temas de seguridad ciudadana reforzaban un flanco permanente para su administración. En aquel agosto se produjo el recordado robo del siglo en el aeropuerto de Santiago y se sucedieron distintos hechos de violencia en La Araucanía. En otras materias, los estudiantes volvieron a salir a las calles a marchar y el transporte capitalino registró un colapso por fallas en el Metro. En el área económica, se profundizaron las señales de desaceleración y el Banco Central volvió a bajar la tasa de política monetaria mientras el dólar y la bencina seguían al alza.

En el caso de Piñera, el mes de agosto estuvo marcado por uno de los cambios de gabinetes más rápidos desde el retorno a la democracia, que realizó principalmente para concretar la salida del ministro de Educación, Gerardo Varela, apuntado por sus continuos errores comunicacionales. Un ajuste que tuvo un coletazo inesperado y que derivó en una nueva modificación en el gabinete sólo 90 horas después, producto de la revelación de críticas al Museo de la Memoria que hicieron insostenible la presencia del recién nombrado Mauricio Rojas en el ministerio de las Culturas. En materia económica, aunque la mayoría de los índices van al alza, el gobierno experimentó un impacto negativo luego que cayeran las expectativas respecto al rumbo del país. A todo esto, se agregó en los últimos días la crisis ambiental que vive la zona de Quintero y Puchuncavi, que obligó a Piñera a hacerse cargo personalmente de la situación, en medio de las recriminaciones públicas entre el gobierno y la empresa estatal Enap.

El timing similar de ambos gobiernos al llegar a los seis meses tiene otro factor común: un debate político centrado en los efectos de la reforma tributaria, en el caso de Bachelet, y de la modernización que pretende realizar Piñera a dicha reforma. En ambos casos, refiere a uno de los hitos centrales del proyecto de gobierno de cada jefe de Estado: Bachelet apuntaba a la necesidad de impulsar reformas estructurales que se hicieran cargo de las desigualdades sociales que, creía, empujaban el malestar social. Piñera, en tanto, busca corregir dichas reformas, poniendo el ajuste tributario como eje de un proyecto político que pretende lograr lo que su gobierno entiende como "desarrollo integral", que tiene como punto de partida un impulso al crecimiento y la inversión.

Incluso el duro rechazo que ha tenido el proyecto de Piñera –con sectores de la ex nueva mayoría amenazando con rechazar incluso la idea de legislar- motivó al mandatario a acusar a parlamentarios opositores de "antipatriotas". Un ataque que tiene su parangón casi idéntico en la acusación que realizó a comienzos de septiembre de 2014 el presidente del Partido Socialista, Osvaldo Andrade, uno de los soportes políticos de la administración Bachelet en ese momento. "No hay actitud más antipatriota que generar incertidumbre en un momento de desaceleración", sostuvo el dirigente socialista, en momentos en que la derecha y el mundo empresarial criticaban con dureza las reformas estructurales que buscaba implementar dicho gobierno.

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