Columna de Javier Sajuria: La farra

Foto: Andrés Pérez

En el fondo, estamos ante la posibilidad de tener la primera asamblea constituyente del mundo que falla en lograr que la ciudadanía apoye su trabajo. Y, lamentablemente, eso se debe más a la intransigencia de un par de vociferantes que del trabajo responsable de la mayoría. Ya llegará el momento de saldar cuentas.


El proceso constituyente ha sido ejemplar a nivel mundial. Fue la respuesta institucional a una crisis política y social. Logró encauzar una serie de demandas dispersas en un proceso deliberativo y democrático. Durante su diseño, se incorporaron a segmentos completos de la población que estaban marginados, como mujeres y pueblos originarios. También se cometieron errores entendibles, como abrirles la puerta a independientes que terminaron dispersos y con poca representatividad. El texto final es un avance enorme en términos de la distribución del poder, las prioridades del país hacia el futuro y la necesidad de avanzar hacia un estado social y democrático de derecho. Sin embargo, a pocos días del plebiscito, pareciera que todo esto terminará en una farra.

Los eventos de los últimos días, incluida la performance obscena en Valparaíso, han alimentado un discurso de que este proceso, a pesar de sus innegables avances, ha obedecido a un afán revanchista y partisano. Da lo mismo si el análisis reposado del nuevo proyecto permita encontrar más fortalezas que debilidades, o que el riesgo de no avanzar en demandas sociales sea más claro con el rechazo. Hay un discurso instalado de que esta es una Constitución de revancha, una que nos desune, a pesar de la evidencia.

Pero no le podemos echar la culpa a un acto de campaña a una semana del plebiscito. Esta farra se ha ido armando en el tiempo, a pesar de las advertencias. Por meses, encuestas como las de Espacio Público fueron mostrando la evolución de la brecha entre la Convención y la ciudadanía. Si bien la mayoría consideraba que el nuevo órgano era representativo de la sociedad chilena, esa representatividad se fue esfumando con los meses. Cuando las expectativas ciudadanas eran de que sus miembros supieran dialogar y llegar a acuerdos, vimos un sinfín de casos en que la intransigencia estuvo a punto de boicotearlo todo. Incluso ahora, cuando es el momento de la autocrítica, vemos a algunos de los exconvencionales convencidos de que el problema era la mala fe de los otros y no la capacidad propia de hacerse autogoles.

Esta farra también pasa a llevar un trabajo ejemplar. A pesar de los más vociferantes, lo cierto es que la Convención cumplió con entregar un texto de buena calidad, a través de debates democráticos y en tiempo récord. Para quienes critican la poca participación de expertos y expertas, les invito a revisar las grabaciones de miles de horas de comisiones en que personas provenientes desde todas las veredas del saber colaboraron con el proceso. Los invito también a ver los informes presentados y el material que informó las decisiones de la Convención.

En el fondo, estamos ante la posibilidad de tener la primera asamblea constituyente del mundo que falla en lograr que la ciudadanía apoye su trabajo. Y, lamentablemente, eso se debe más a la intransigencia de un par de vociferantes que del trabajo responsable de la mayoría. Ya llegará el momento de saldar cuentas. Por mi parte, tengo la convicción de que la mayoría de quienes votarán Rechazo y de quienes votaremos Apruebo, lo haremos con la esperanza de que esto no termina y que tenemos que darnos la oportunidad de retomar el diálogo perdido. Y que esta vez, no habrá farra.

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