El agua cortada

EMBALSE  LA PALOMA
FOTOGRAFO: VICTOR TAJA

De huelga seca se muere en dos o tres días. Sin agua se secan hasta los cactus. Lamentablemente, no somos como el pimiento, ese árbol de zonas áridas que, como cantara Víctor Jara, necesita más que nada "sol y viento pa' su vida".


Se vuelve negro de irónico hoy el viejo adagio que dice "agua que no has de beber, déjala correr".

Aplicaba para la vida antigua en el campo, para quien se proveía de una vertiente, pero no para la existencia urbana, donde el agua se suele tomar desde un grifo, por lo que el consejo más bien habría de ser "agua que nos has de beber, no la dejes correr".

Es decir, cierra la llave mientras te lavas los dientes, acumula y reutiliza la que sale mientras temperas tu ducha, piénsalo dos veces antes de manguerear la vereda o tirar la cadena por cualquier meada.

Pero hoy ni en la ruralidad aplica el adagio porque ya no corre agua, los pozos se secan, las vertientes penan, corren por las acequias sólo lagartijas desesperadas; los ratones entran a las casas cuando la tierra les niega el agua, a veces incluso se asoman por los escusados provenientes de los alcantarillados, así que ojo cuando vayan al campo y se sienten en el wáter, el hocico de una rata puede darles, parafraseando a Silvio, "una mordida de pantera en lo más suyo".

Hoy, en el campo, los camiones aljibes comienzan a ser parte del paisaje estable, como los cadáveres de vaca y caballo. Hace unas semanas, en Chincolco, Petorca, un agricultor y ganadero de 83 años se colgó de un árbol desesperado por los efectos de la sequía sobre sus tierras y animales. Es que los animales muertos en la zona central se cuentan por miles, y los famélicos –tan de apocalipsis– no son menos.

Es también una ironía negra que, teniendo mar a todo lo largo del largo borde patrio, seamos uno de los países más secados del mundo; aunque sea una inmensidad de agua, esa es salada y no sirve para nutrir la vida de humanos ni animales ni vegetales, a no ser que se la desalinice, como hacen en Israel, pero eso es caro, difícil y contaminante pues ¿qué se hace con las sales extraídas?

Es tan difícil como ineludible el desafío. A nadie se le niega el agua (en 2010 se la declaró un derecho humano) pero queda poca (en Puerto Octay llevan una inmoral eternidad con el agua potable cortada). Sin agua nos ahogaremos rápidamente en un vaso no medio vacío ni medio lleno sino rebalsado. ¿De qué? De mierda y mezquindad, porque como alguien dijo por ahí, el problema no es tanto la sequía sino el saqueo. ¿De qué? Del agua, eso lo sabe desde Juanito Pérez hasta Pérez Yoma.

El domingo escuché a Elvira Hernández recitar y en un momento leyó un poema inédito, que transcribo por su Pertinencia, Belleza y Rotundidad, como siempre en ella: "Si el agua es pura / Con la pureza que exhiben sus mercaderes / El agua tiene un alto grado de turbiedad / Si el agua es transparente / Con la transparencia de la forma humana / Difícil para los que miran bajo el agua…".

Se han pelado la tierra y el agua y si supieran cómo hacerlo se pelarían hasta el aire; los derechos de agua turbia han sido más transados que los cigarros Life en los recreos de mis años colegiales. ¡Nacionalización del agua aquí y ahora!

El agua es tan vital como vital es recuperarla y cuidarla. Cuando "te cortan el agua" quiere decir que no hay pasada sexual. Cuando te niegan la sal y el agua, lo mismo y peor: te lo mezquinan todo. Cuando te hacen algo sin decir agua va es que te perjudican pillándote por artera sorpresa. Lo único ya imposible será aguarle la fiesta a alguien, porque ya no va a haber agua para aguar y sin agua no habrá fiesta ni nadie ni nada.

De huelga seca se muere en dos o tres días. Sin agua se secan hasta los cactus. Lamentablemente, no somos como el pimiento, ese árbol de zonas áridas que, como cantara Víctor Jara, necesita más que nada "sol y viento pa' su vida".

El agua es vida pero puede ser muerte, no sólo por su escasez, también por su ruin transaca, así como por su exceso: un tsunami, un río que nos arrastra, un mar que nos traga, una piscina que nos quita el aire. El 2018 leía Agua viva de Clarice Lispector cuando me enteré de la muerte en el agua de una amiga que quince años antes había escrito: "Cuando yo me nublo / piso el fondo muy profundo / de las aguas".

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