Kanye West: La espiral hacia el abismo del último genio del hip hop

El rapero oficializó esta semana sus aspiraciones a la presidencia de Estados Unidos, con una comentada conferencia en sintonía con su comportamiento de los últimos años: una serie de declaraciones inconexas y erráticas que han hecho aumentar la preocupación por la salud mental de quien alguna vez fue el creador más brillante de su generación.


Imposible olvidar su aparición ante los gritos enfervorizados de miles de personas, cargado de joyas y emergiendo poderoso entre el humo del escenario, casi como una deidad que por casualidad se había dejado caer en el Parque O'Higgins para poner el broche de oro del primer Lollapalooza que se hizo en Chile.

En abril de 2011 Kanye West era efectivamente una divinidad. Una máquina de éxitos que llegaba al país con el mejor disco de la temporada -el aclamado My beautiful dark twisted fantasy- y el mundo a sus pies, como demostró aquella noche en Santiago con un espectáculo de escasa interacción con el público y algunos de los mayores himnos del hip hop de la década, que lo transformaron -primero como productor y luego como solista- en el creador más brillante y original del pop de su generación.

De eso ha pasado casi una década y el reinado de West, hoy de 43 años, parece haberse desmoronado, en un camino sin retorno a la vista. Su perfil de figura excéntrica y polemista -que siempre estuvo presente en su carrera- terminó por eclipsar al artista, quien hoy alimenta más memes y titulares sarcásticos que una real idolatría global. En los últimos años, el mundo ha podido presenciar su debacle personal, producto de una serie de desequilibrios mentales que alguna vez estuvieron a raya y que hoy parecen sin control.

Un nuevo capítulo de esta espiral descendente se escribió el domingo pasado, con la aparición del rapero en North Charleston, una localidad de Carolina del Sur, para anunciar oficialmente ante la prensa su candidatura a las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos. La última “fantasía torcida y oscura” -por usar su propia frase- de un artista que en 2019 se abrió por primera vez a reconocer su desorden bipolar y sus tendencias suicidas, y que desde 2015 ha anunciado su deseo de llegar la Casa Blanca.

Kanye West en su conferencia en North Charleston. Foto: AP.

West, quien en diversas oportunidades ha reafirmado su apoyo al presidente Donald Trump, oficializó su candidatura con una conferencia en su estilo: mesiánico e inconexo. Vestido con un chaleco antibalas con la palabra “seguridad” escrita delante, y con “2020” rasurado detrás de su cabeza, el músico presentó un discurso errático ante cientos de personas, en el que incluso se puso a llorar al ser consultado por su postura ante el aborto y recordar cómo su padre quiso interrumpir el embarazo de su madre.

Además, reconoció que él pensó en hacer lo mismo cuando se enteró que su esposa, Kim Kardashian, esperaba al primero de los cuatro hijos de ambos. “Casi maté a mi hija”, contó, en referencia a su primogénita North West. Una decisión que finalmente no tomó por tras recibir un mensaje de Dios, contó. “Estaba con mi computador, tenía un montón de ideas creativas, mi próxima canción... y de repente la pantalla se puso blanca y negra. Y Dios me dijo: ‘Si me jodes mi plan, yo voy a joder los tuyos’. Llamé a mi mujer y me dijo: ‘Vamos a tener ese bebé’. Y yo le dije: Vamos a tener ese bebé”.

En su discurso, el solista propuso que el aborto debiera ser legal en su país, aunque postuló dar “un millón de dólares o algo así” a las mujeres para disuadirlas de interrumpir su embarazo. Además, aseguró que la histórica abolicionista afroamericana Harriet Tubman “en realidad nunca liberó a los esclavos”, sino que “hizo que fueran a trabajar para otra gente blanca”.

La saga continuó en las siguientes horas con una serie de publicaciones en su cuenta oficial de Twitter, donde -entre otras cosas- aseguró que su esposa lo quiere internar en su centro siquiátrico contra su voluntad, y que la película de terror Get out (Huye!) está basada en él mismo.

Lo ocurrido esta semana con West no ha pasado desapercibido para la prensa y para sus colegas de la música, que ya no reciben sus acciones como meras excentricidades, como ocurrió en sus polémicas y mediáticas intervenciones en ceremonias de premiación musicales, donde atacó directamente a figuras como Beck y Taylor Swift. Ahora la preocupación es real y distintas columnas de opinión del Hemisferio Norte plantean que lo que sufre el rapero "es serio" y que debe ser tratado profesionalmente.

"Las aspiraciones presidenciales de Kanye West deben terminar ahora, por su bien y por el nuestro", señala un artículo del diario The Telegraph. "Rezo por él. Esto no es gracioso. Esto no es digno de chisme o de 'cancelar', es una vida en el camino al despeñadero", opinó por su parte el célebre Questlove, músico y baterista del grupo The Roots.

En paralelo al debate que estos episodios han abierto -nuevamente- en torno a la salud mental de West -y de las estrellas en general-, sus últimas apariciones no sólo coinciden con sus aspiraciones presidenciales sino también con el lanzamiento de su nuevo disco, que según posteó él mismo, saldría este viernes bajo el título de Donda, el nombre de su madre.

Para algunos, la movida es interpretada como una calculada operación de marketing para publicitar este décimo álbum de una discografía que, pese a todo, no se ha detenido en todos estos años, aunque ya sin el brillo y el impacto de antes (su LP anterior, Jesus is king, de inspiración cristiana, no fue un éxito pero tuvo buena aceptación de cierta parte de la crítica). Para otros, incluso, se trata de una calculada jugada para hacerle perder votos al candidato demócrata Joe Biden. Pero para la mayoría no es más que una nueva muestra de la mediática debacle de quien alguna vez fue una megaestrella de la música con el mundo a sus pies.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.