La hora final de Ortega en Nicaragua

Nicaraguan President Daniel Ortega speaks to supporters during the go
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. (AFP)

Sandino se revuelca en su tumba y Ortega, tres meses después de la rebelión en su contra, no da señales de querer ceder ni un milímetro. La oposición ya no exige que se adelanten las elecciones para marzo, como solicitó ayer una resolución de la OEA, sino que quiere que Ortega y su esposa, la Vicepresidenta Rosario Murillo, dejen ahora mismo el poder.


La Revolución Sandinista, liderada por el comandante Daniel Ortega, derrocó a la dictadura de Anastasio Somoza justo un día como hoy, el 19 de julio de 1979. Pero los ideales sandinistas que abrazó en aquella época, en comunión con la Revolución Cubana, no sólo se esfumaron cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) perdió el poder a través de las urnas en 1990, sino que se pulverizaron cuando sus ex compañeros de armas abandonaron el orteguismo a mediados de los 90, alertando lo que vendría después: un Ortega dispuesto a todo para recuperar el gobierno a como dé lugar.

Fue así como el actual Presidente nicaragüense negoció con su principal enemigo, Arnoldo Alemán, el reparto del país y en ese marco logró ser electo en 2006, reelecto en 2011 y nuevamente reelecto en 2016. Pero el sandinismo 2.0 que ha impulsado Ortega es todo lo contrario a la causa izquierdista que abrazó durante la lucha contra Somoza en los 70. El mandatario de Nicaragua tiene convertido a su país no sólo en uno de los más pobres y desiguales de la región, sino que ha llevado a cabo un gobierno totalitario, con acusaciones comprobadas de nepotismo, corrupción y abuso de poder.

En ese marco, parte importante de los nicaragüenses necesitaba una buena excusa para salir a las calles y hacer estallar esa olla a presión. Eso ocurrió el 18 de abril, cuando el gobierno anunció una reforma en el sistema previsional, que incrementaba las cotizaciones y disminuía las pensiones en un 5%. Entonces surgieron masivas protestas, que no han menguado a pesar de que Ortega dio marcha atrás a su idea, recomendada nada menos que por el FMI.

Sandino se revuelca en su tumba y Ortega, tres meses después de la rebelión en su contra, no da señales de querer ceder ni un milímetro. La oposición ya no exige que se adelanten las elecciones para marzo, como solicitó ayer una resolución de la OEA, sino que quiere que Ortega y su esposa, la Vicepresidenta Rosario Murillo, dejen ahora mismo el poder.

Como suele ocurrir en los estallidos sociales en América Latina, los organismos regionales e internacionales han reaccionado tarde y con impotencia. Si órganos como la OEA han estado amarrados durante la larga crisis en Venezuela, poco podrán hacer ahora. Los ex compañeros de armas de Ortega, los ex comandantes Dora María Téllez, Luiz Carrión y Hugo Torres, sostienen que a partir de ahora habrá que idear nuevas formas de lucha, porque la causa que los motiva es pacífica.

Ortega ha logrado recuperar Masaya, el principal bastión de la oposición que hace 39 años fue el lugar donde los sandinistas se replegaron para luego avanzar hacia Managua en su marcha victoriosa y final. Pero a Ortega también se le acaba el tiempo, porque el descontento se extendió a parte importante del país, en ciudades igual de simbólicas como León, Estelí, Matagalpa y los barrios orientales de Managua, que fueron clave en la lucha contra Somoza.

Daniel Ortega ya lleva más tiempo en el poder que el propio Somoza Debayle (que gobernó durante 10 años) y la oposición advierte que los 350 muertos, los más de dos mil heridos y los cientos de ciudadanos detenidos y torturados, no serán en vano. "¡Daniel y Somoza son la misma cosa!", gritan los detractores del antiguo líder sandinista.

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