La legitimidad social del crecimiento económico

Costanera Center

Según muestra elocuentemente un estudio de Criteria, la legitimidad social del crecimiento económico como motor del desarrollo hoy está en entredicho. De hecho, la percepción ciudadana es que el concepto está siendo usado políticamente para generar expectativas que en los hechos no se satisfacen.


Durante los años 90 y bien entrado el siglo XXI, preguntarse por el virtuosismo del crecimiento económico hubiera parecido absurdo, en gran parte debido a su amplia legitimidad social. Sin embargo, el nuevo contexto releva la importancia de empezar a mirar al crecimiento desde una aproximación política, sociológica y de opinión pública y no puramente económica.

Según muestra elocuentemente un estudio de Criteria, la legitimidad social del crecimiento económico como motor del desarrollo hoy está en entredicho. De hecho, la percepción ciudadana es que el concepto está siendo usado políticamente para generar expectativas que en los hechos no se satisfacen.

Los datos muestran que el cuestionamiento proviene desde dos frentes: por una parte, del descrédito en que han caído los mensajeros del crecimiento económico y, por otra, de la emergencia de otros valores sociales que lo tensionan.

Respecto de lo primero, en boca de los políticos la palabra crecimiento pareciera vaciarse de su contenido potencialmente virtuoso, para significar engaños y promesas falsas. Y, en la peor de las acepciones, la ciudadanía enjuicia que lo hacen como argumento para incrementar sus propios privilegios. Este es un fenómeno nuevo y dañino por la deriva populista con que está siendo usado el término.

Junto al uso abusivo del concepto por parte de la política partidista, la valoración social del crecimiento está en tensión con otros valores sociales emergentes.

En primer lugar, la creciente preocupación por la crisis ambiental y la contraposición que se instala entre crecimiento económico y medio ambiente. Las personas mayoritariamente están convencidas que no hay crecimiento que no dañe el ambiente; es decir, que crecer es sinónimo de profundizar la crisis ambiental.

Tan evidente es la confrontación entre ambos valores que la opinión pública se divide respecto de cuál debiera ser la prioridad de políticos y parlamentarios: un 51% preferiría que la política propendiera más al cuidado del medio ambiente que al crecimiento vs. un 49% que piensa lo inverso. Entre las generaciones más jóvenes la preferencia por el medio ambiente aumenta significativamente.

Al mismo tiempo, nuevos valores cuestionan y condicionan el crecimiento económico a una armonía con los estilos de vida: mayoritariamente se cree que la búsqueda sistemática por crecer nos vuelve individualistas e insanamente competitivos; que nos hace trabajar en exceso y también que atenta contra el necesario tiempo libre. Mientras las generaciones de trabajadores de los 90' valoraban el trabajo en mayor medida que el ocio, las nuevas generaciones dan tanto valor al tiempo libre como al trabajo. Esta es parte del sustrato social en el que se inscribe la discusión de las 40 horas laborales.

Sin embargo, lo que más deslegitima socialmente hoy al crecimiento económico es el alto grado de segmentación percibido en torno a la distribución de los beneficios que genera. Al menos desde lo subjetivo, los beneficios del crecimiento parecen perder transversalidad para focalizarse fundamentalmente en una pequeña población de altos ingresos: el 83% de las personas considera que los que se benefician del crecimiento son, o las personas más ricas del país, o las de clase alta.

Por donde se mire, parece necesario un nuevo acuerdo social como pilar para el desarrollo del país, re-dotando de legitimidad social el crecimiento, haciéndose cargo de las expectativas de la población en torno al mismo: que permita un aumento transversal en el acceso a bienes y servicios; que se vincule a más empleo y mayores ingresos; que se traduzca en un aumento de la calidad de vida de las personas, expresado como más acceso a salud y educación; que no se contraponga con el necesario tiempo libre y el descanso y que sea compatible con los desafíos medio ambientales.

Complementariamente el crecimiento requiere nuevas vocerías y mensajeros. La política ha recurrido al concepto en lógica de slogan y campaña asociándolo a expectativas que ya por largo tiempo no ha podido cumplir, y que, a juzgar por el actual escenario económico, seguirán incumplidas.

Suena complejo, costoso y hasta doloroso. Sin embargo, si políticos y empresarios no asumen la pérdida de legitimidad social que tiene el crecimiento económico tendrán que acostumbrarse a que otros valores sociales, en los que tendrán poca o nula incidencia, vengan a dominar el debate en la plaza pública.

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