La “once”

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...La reacción de Boric parece parte de un baile orquestado. Jadue ataca fuerte, se refiere a hechos concretos que le enrostra con claridad; Boric utiliza en su defensa principios generales, evitando toda confrontación que vaya más allá de aquella instalada, el 23 de junio, en un debate de guante blanco donde la unidad del sector operó como objetivo primario.


Hace algunos días una “once” compartida por Gabriel Boric con la candidata del Partido Socialista, Paula Narváez, vino a revolver las aguas y a despertar el espíritu conspirativo de todos aquellos que vieron entre té y sopaipillas un acuerdo soterrado del diputado magallánico con la ex Concertación.

Uno de ellos fue Daniel Jadue: “Están casi pidiendo que vengan a intervenir nuestra primaria, y cada vez que pueden no pierden la oportunidad de dar una señal hacia el mundo de la Concertación que nosotros queremos dejar atrás. (…) Nosotros estamos en la calle tratando de ligarnos con ese mundo popular que no se convence de que la revuelta tiene que terminar en la urna”.

La arrogancia de la declaración de Daniel Jadue me recuerda, irremediablemente, al teatro griego y el concepto de “Hybris” que busca dar cuenta de la trayectoria nefasta a partir de la cual aquellos héroes, que han adquirido gran éxito contra todo pronóstico, comienzan a “tratar a los demás, simples mortales corrientes, con desprecio y desdén, llegando a tener tanta fe en sus propias facultades que empiezan a creerse capaz de cualquier cosa.” El riesgo de esta conducta es evidente y muy frecuente en espacios de poder.

Gabriel Boric respondió a la provocación de Jadue diciendo que “no se puede gobernar sólo con quienes piensen exactamente igual que tú, Daniel”, haciendo evidente que detrás de las declaraciones se respiraba un afán totalitario, una sospecha sobre las diferencias, los diálogos y los acuerdos. El problema reside en que la reacción de Boric parece parte de un baile orquestado. Jadue ataca fuerte, se refiere a hechos concretos que le enrostra con claridad; Boric utiliza en su defensa principios generales evitando toda confrontación que vaya más allá de aquella instalada, el 23 de junio, en un debate de guante blanco donde la unidad del sector operó como objetivo primario.

Esta tensión se ha repetido durante la instalación de la Convención Constituyente. El Partido Comunista llamó a “rodear con la movilización de masas el desarrollo de la Convención Constitucional” para garantizarla, mientras algunos convencionales buscan imponer sus demandas sin consideración alguna a la labor que les ha entregado ni a la división de los poderes del Estado. Instalarse como oráculos o demiurgos parece ser el objetivo por sobre cualquier otro. Frente a ellos, el resto de los convencionales buscan cumplir su labor. Sin embargo, parece necesario ir más allá y garantizar en sentido contrario el desempeño democrático demandando claridad y evitando, entre otras cosas, convertir excepciones en generalidades y viceversa.

El teatro griego le da al héroe descarriado su merecido y lo hace encontrarse con su némesis, que en definitiva lo destruye. Ella, la diosa del castigo y de la venganza, pone en orden la insurrección que altera el equilibrio universal.

No vaya a ser que atraídos por el exceso terminemos siendo víctimas de nosotros mismos. La política requiere cuotas de realidad que pueden ir de la mano con grandes sueños y supone también la ambición, pero acompañada de modestia. Si alguno de estos ingredientes falta, el daño puede ser enorme.

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