Matar o Morir

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Carabineros temática. Foto: Agencia Uno.

Chile se está muriendo y son estos terroristas, violentistas y narcotraficantes los que lo están matando. Somos nosotros, la inmensa mayoría de chilenos que queremos a nuestro país, los que tenemos el deber y el derecho de salir a enfrentarlos con todas las herramientas legales y constitucionales que estén a nuestro alcance.


Reñaca. Lunes 05 de agosto en la mañana. Un sujeto, con una tijera podadora en la mano, habría agredido sexualmente a una mujer y se enfrentaba con dos carabineros que lo salieron a buscar. Luego de un seguimiento, el sujeto trató de atacar a uno de los carabineros y éste le disparó a quemarropa, hiriéndolo en una pierna y tomándolo detenido. Para muchos de nosotros, actuó en legítima defensa y en uso de sus atribuciones, con proporcionalidad y prudencia. Pero para otros, seguramente, hubo un exceso por parte del funcionario y un actuar desproporcionado frente a un pobre indefenso que sólo tenía una tijera podadora para enfrentar una temible arma de fuego.

En los últimos años, la violencia ha ido incrementando en nuestro país. Sea un procedimiento complejo como el relatado o el estallido de una bomba en una comisaría, día a día nos vemos enfrentados a situaciones de riesgo, potencial y efectivo, que están perturbando la tranquilidad de los chilenos.

De la misma forma, junto con el avance de la delincuencia, la violencia, el narcotráfico y el terrorismo, hemos visto cómo retroceden el concepto de autoridad, la sensación de protección y el respaldo que nuestras fuerzas policiales reciben desde el poder civil. Pareciera que, para algunos políticos, un encapuchado o un terrorista son merecedores de más garantías que un funcionario policial en el ejercicio de sus atribuciones. Hoy por hoy, la represión es un concepto más validado que la legítima imposición del orden.

La izquierda se ha especializado en la relativización de la violencia y el terrorismo. Lo vemos a través de sus ambiguas declaraciones sobre las molotovs en los liceos o su permanente relativización de los actos terroristas en La Araucanía. Para algunos de ellos, los estudiantes son blancas palomas que son provocados por Carabineros y molestados en su legítimo derecho a rociar con bencina a una profesora. Para otros, las reivindicaciones de terroristas en La Araucanía admiten cualquier medio disponible, incluyendo la quema de iglesias con personas adentro o casas patronales con parejas de ancianos asesinados vivos.

En este contexto, y considerando la grave crisis de seguridad que empieza a hacerse evidente en nuestro país, los chilenos no tenemos más alternativa que salir a defendernos. Llevamos muchos años aceptando que la izquierda use los derechos humanos a conveniencia y no permita al resto de la sociedad defender su derecho humano más básico que es la vida. Tampoco es aceptable que en el nombre de la educación pública ésta se paralice por un grupo minoritario de activistas, y que la inmensa mayoría silenciosa no tenga derecho a expulsarlos y a estudiar tranquilamente en sus escuelas. Menos, podemos seguir soportando que la droga se tome nuestros barrios, plazas y espacios comunitarios, sin que nadie pueda entrar con fuerza a liberar a familias cuya libertad ha sido secuestrada.

Es hora de que los políticos sean sacados al pizarrón y se les obligue a definirse: o están con los terroristas o están con nosotros, los chilenos que queremos vivir en paz; o están con los encapuchados que secuestran los liceos o con nosotros, los chilenos que queremos una educación de calidad y en paz; o están con los narcotraficantes que tienen tomado el país o con las miles de familias que quieren un futuro libre sin drogas. Matar o morir debe ser la consigna, sabiendo que si no reaccionamos pronto, las consecuencias serán irreversibles.

Chile se está muriendo y son estos terroristas, violentistas y narcotraficantes los que lo están matando. Somos nosotros, la inmensa mayoría de chilenos que queremos a nuestro país, los que tenemos el deber y el derecho de salir a enfrentarlos con todas las herramientas legales y constitucionales que estén a nuestro alcance.

Por eso, no sólo es indispensable modificar la Ley Antiterrorista para tener más atribuciones y vital que las Fuerzas Armadas participen en el combate al narcotráfico, al crimen organizado y al terrorismo. También es fundamental que el Gobierno le devuelva la confianza y fortalezca la autoridad de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden en el ejercicio de sus funciones. Para que nunca más un carabinero dude en enfrentar con decisión a un delincuente, porque sabe que -independiente de que tenga una tijera, una honda o una bomba- detrás de él hay un país que lo respeta y lo respalda en su misión fundamental de defendernos.

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