No es la economía, son las expectativas

Momentos Piñera

Apesadumbrado, un amigo me contaba que a sus hijos no les había gustado el "resort" en una playa del Atlántico al que los había invitado. Que la playa no tenía arenas blancas, que el mar no era ni de cerca calipso y que sólo tenían el desayuno incluido.

Endeudado tras el viaje y molesto con lo que consideraba caprichos de su prole se preguntaba de qué y con qué derecho podían sentirse frustrados esos niños.

Lo que no lograba entender mi amigo es que la frustración tiene más relación con las expectativas que nos forjamos frente a una oferta que con la oferta misma.  Y claro, resultó que en este caso la invitación no explicitó que los "resort" del Atlántico no eran iguales a los del Caribe.

Traigo a colación esta historia a propósito de que se ha planteado que la campaña presidencial del actual mandatario no infló las expectativas de la ciudadanía. Para afirmar el juicio se alude al hecho que, a diferencia de 2009, esta vez no se comprometió a nada concreto como generar un millón de empleos y mantener un crecimiento en torno al 5%.

La analogía del "resort" ilustra lo erróneo de este enfoque mecanicista que no se hace cargo de la naturaleza de las expectativas: éstas son sicológicas y por lo mismo, no son objetivables. Es más, si lo que se quiere es acotarlas, la estrategia es encuadrarlas, concretizarlas lo más posible.

Dicho lo anterior, la segunda campaña presidencial de Sebastián Piñera elevó las expectativas económicas de la población por dos vías: por un lado, como reacción al miedo azuzado frente a lo que podía pasar con la economía y el empleo si seguía gobernando la Nueva Mayoría y, por otro, como respuesta a la promesa de "tiempos mejores", asociados a oportunidades salariales y de empleabilidad.

Respecto del temor al caos económico, recordemos que la campaña de Chile Vamos exhibió un país estancado, gobernado irresponsablemente por Bachelet y en una senda involutiva en términos de desarrollo. La campaña sugería que el candidato pondría nuevamente al país en marcha, dinamizando la economía y fortaleciendo el empleo. Tan profundo caló el mensaje que pronto la conversación social y de redes sociales giró hacia "Chilezuela", neologismo orientado a asimilar la dramática situación política y económica venezolana con la chilena, y a un dictador de facto como Maduro con Bachelet. No por nada, tras el legítimo y holgado triunfo del Presidente, sus partidarios festejaron con la consigna "Chile se salvó".

En cuanto a los "tiempos mejores", Sebastián Piñera simbolizaba en sí mismo una promesa de éxito en materia económica. Su biografía y el legado de su anterior gobierno -crecimiento económico y generación de empleo- contenían implícita la promesa y las expectativas sobre lo que vendría.

El entonces candidato se encargó de reforzar el mensaje durante la campaña comparando los logros económicos de su gobierno con las exiguas cifras que exhibía la gestión de la Nueva Mayoría e instalando luego un gabinete muy similar al de 2010, partiendo por el ministro de Hacienda.

En este contexto, las expectativas económicas de la población crecieron, se alzaron aún más con su triunfo y se mantuvieron altas hasta hace poco. Lo que no se movía al mismo ritmo era la percepción ciudadana de que mejoraba la economía personal, ni en términos de mejores salarios ni en oportunidades de empleo. Sin embargo, la aprobación presidencial no caía, pues la ciudadanía quería -y aún quiere- darle un tiempo al Presidente y especialmente a los sueños de prosperidad que se hizo de su gobierno.

Eso fue así hasta que esa percepción de falta de mejoras concretas, alimentada por mediáticos cierres de fábricas y de una planta de IANSA en Linares hicieron tambalear la confianza en torno a los tiempos mejores y con ello la aprobación presidencial.

El desafío del gobierno será tener un mejor control de la agenda (por de pronto sin ministros distractores de ésta), encauzar las expectativas de "tiempos mejores" y enmarcarlas en medidas concretas y tangibles para la vida cotidiana de los chilenos.

Al igual que mi apesadumbrado amigo, el gobierno parece haber entendido estos últimos días que uno dice lo que dice y los demás escuchan lo que escuchan.

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