Presidente Alejandro Guillier

Discurso de Alejandro Guiller durante su cierre de campaña
Acto final de campaña en la plaza de la ciudadanía del candidato Alejandro Guillier. FOTO/ FRANCISCO CASTILLO/AGENCIAUNO

No se trata de un sueño distópico ni de una larga siesta donde cambiaron el curso de los acontecimientos. Es la realidad. Alejandro Guillier no ganó la presidencia, sino que fue derrotado inapelablemente por Sebastián Piñera, con un 55% de los votos. "Chile despertó", dice la consigna, pero parece que estamos en un mal sueño y vamos directo hacia una pesadilla.


Domingo 2 de Julio de 2017. 13.00 horas. Estoy ansioso esperando la final de la Copa Confederaciones, donde nuestra Roja histórica le puede ganar a Alemania y llegar en muy bien pie a Rusia 2018. Si no ganamos el mundial ahora, ¿cuándo vamos a tener otra posibilidad? En la televisión hacen despachos en directo sobre las elecciones primarias: Piñera, Ossandón y Felipe Kast por un lado; Sánchez y Mayol por el otro. La Nueva Mayoría está ausente porque van directo a primera vuelta y el candidato mejor posicionado, Alejandro Guillier, nos mandó a dormir siesta después del partido y a no participar de las primarias.

Curioso lo de Guillier, independiente, apoyado por los partidos de la Nueva Mayoría menos la DC. Eligió como vocera a Karol Cariola del Partido Comunista, seguidora de Fidel, Chávez y Maduro. Promueve una nueva Constitución (sin descartar una asamblea constituyente); subir un 5% la cotización previsional, pero dejando fuera a las AFP; y quiere "meterle la mano al bolsillo" a los empresarios para que paguen más impuestos. Por suerte tenemos a Piñera, si no, como dijo el presidente de la Bolsa, hay una alta probabilidad que tengamos un colapso en el mercado bursátil. Se me cierran los ojos de cansancio y me quedo dormido. Ni en mis peores sueños, pienso, Alejandro Guillier sería Presidente.

Lunes 2 de Diciembre de 2019. 17.00 horas. Vengo despertando de una larga e intensa siesta, como si hubiera durado más de dos años. Leo la prensa y las noticias económicas inundan la pantalla: Imacec de octubre cayó un 3,4%; la Bolsa de Comercio ha perdido más de un 20% desde marzo de 2018; y el peso chileno se ha depreciado más de un 30% respecto del dólar desde que se fue Michelle Bachelet. ¿El Banco Central salió a vender dólares? ¿Los empresarios ofrecen subir el sueldo mínimo a 500 mil pesos? ¿En qué país estamos?

Sigo viendo noticias y resulta que hay una comisión técnica para definir el cronograma de discusión de una nueva Constitución, que probablemente será por medio de una asamblea constituyente; que se llegó a acuerdo en pensiones para subir un 5% sin participación de las AFP; y que habrá un impuesto a los súper ricos, los que además "se están metiendo la mano al bolsillo", para que duela su compromiso con la crisis social. ¿Crisis social? Justo aparece la noticia de que llevamos más de 45 días en un estallido de violencia, con gente marchando o vandalizando, exigiendo metro gratis, transitar sin Tag y que renuncie el Presidente.

Definitivamente nos convertimos en Chilezuela y el Presidente es Alejandro Guillier. En menos de dos años logró cumplir todas las promesas de su programa de gobierno. ¿O será que los comunistas lo derrocaron y asumió Karol Cariola? ¿Cómo tanto desastre?

Lamentablemente no. No se trata de un sueño distópico ni de una larga siesta donde cambiaron el curso de los acontecimientos. Es la realidad. Alejandro Guillier no ganó la presidencia, sino que fue derrotado inapelablemente por Sebastián Piñera, con un 55% de los votos. "Chile despertó", dice la consigna, pero parece que estamos en un mal sueño y vamos directo hacia una pesadilla.

Oficialmente, luego de las cifras del Imacec, el país retrocedió hasta agosto del 2017 en materia de producto interno bruto, consignando que fueron dos años de crecimiento espurio que se desvaneció en apenas semanas. Ni hablar de lo que pasó en noviembre y de lo que sigue pasando en diciembre, donde no tenemos ni Teletón ni año nuevo, y hasta el viejito pascuero tiene dudas sobre si venir o no a Chile, asustado de que lo paren en una esquina y lo hagan bailar frente a un grupo de encapuchados.

Por mientras, suplantando a Papá Noel, el gobierno ha regalado la reforma de pensiones, la reforma tributaria, una agenda social de 5.000 millones y otra agenda de recuperación económica de 5.500 millones. Además, agregó un bono marzo y un bono diciembre; la condonación de las deudas del TAG, sin contar con el reajuste del sector público, que se apresta a exigir un 7% en los próximos días. ¿Y de qué sirvió? ¿Están contentos los violentistas? ¿Se acabaron los saqueos y las movilizaciones? ¿Recuperamos Plaza Italia (Dignidad o Miseria, como quiera que se llame)?

Nada de eso ha pasado y, como dice Michelle Bachelet, lo peor está por venir. Al descalabro económico evidente; al aumento del gasto público y la profundización del déficit fiscal; a la normalización de la violencia extrema que ha secuestrado las calles; se suma un hecho no menor: el consenso político, tan celebrado, ha acordado que durante los próximos dos años estaremos discutiendo una nueva Constitución, repensando los principios vigentes y diseñando (o desdibujando) el Chile que queremos para el futuro. Peor aún, lo haremos sobre una hoja en blanco, con un resultado altamente incierto y con instituciones como la propiedad privada, la proporcionalidad tributaria y la iniciativa exclusiva del gasto fiscal, pendiendo de una asamblea ingobernable o sometida a la simple mayoría de un Congreso nuevo.

Sería injusto culpar al Presidente Piñera y a su gobierno por las malas cosas que ocurrieron en los últimos 30 años y que han sido la excusa para que la izquierda lo queme –literalmente– en la plaza pública. Pero sin lugar a dudas, es el principal responsable de la desastrosa conducción de los últimos 45 días y de que estemos ad portas de lanzar por la ventana el progreso de todo un país en tres décadas. Al Presidente le gusta decir que Chile cambió y que todos cambiamos, pero creo que aún estamos a tiempo de que se arrepienta nuevamente, y nos salve de un futuro incierto y desesperante. Por algo lo elegimos a él y no al rey de la siesta.

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