Una máquina de despilfarro: las razones que explican los líos financieros de la U

UNIVERSIDAD DE CHILE

Millonarias inversiones sin retorno, préstamos, sueldos exorbitantes. En el Centro Deportivo Azul enfrentan un "período de inexistentes vacas".


Rodrigo Goldberg puso la voz de alerta. "La U no vive un período de vacas flacas. El momento es de inexistentes vacas", dijo. Así, tan metafórico como explícito, el nuevo director del conjunto estudiantil resumió las tribulaciones que se viven en el Centro Deportivo Azul.

Al opaco presente deportivo del equipo (iniciará la segunda fase del campeonato en el decimotercera ubicación, fuera de la zona de descenso apenas por diferencia de goles), se suman los líos financieros que quedaron expuestos durante el último mes, tras el inicio del mercado de fichajes.

La U, aunque los requería con urgencia, no tuvo dinero para contratar grandes nombres. "El panorama es complejo", dijo el propio Goldberg. "Hay que apelar a la creatividad para reforzarse", explicó también, estableciendo un freno a las pretensiones de los hinchas de ver a figuras de renombre para salvarse del descenso.

El déficit financiero que atraviesa el conjunto laico resulta inaudito si se considera que es uno de los elencos de mayor convocatoria, uno de los que más dinero percibe desde la ANFP por los derechos de transmisión; que ha disputado frecuentemente (aunque sin éxito) torneos internacionales durante los últimos años y que ha firmado millonarios contratos de patrocinio con diferentes marcas. Y por si fuera poco, a principio de año recibió tres millones de dólares por la venta del CDF.

¿Qué pasó en estos últimos años para que, como expresó Goldberg, hoy no exista dinero en el club? Se explica, claramente, con la inversión excesiva e infructuosa que ha realizado en su plantel al menos durante los últimos tres años y medio, donde se ha vuelto una máquina de despilfarro con exiguas utilidades.

En 2016, la billetera de Heller se abrió de par en par, sin freno alguno. El arribo al banquillo de Sebastián Beccacece fue un argumento más que suficiente para sumar refuerzos sin el meno cálculo financiero. Se pagaron US$2,5 millones por Beausejour, el mayor precio por un futbolista en el mercado interno. Por si fuera poco, este año se le extendió por dos temporadas más el vínculo con un bono de US$ 500 mil. En ese año, donde el club no ganó absolutamente nada, se invirtió en total un monto superior a los US$ 7 millones.

El derroche continuó en los años venideros: US$ 1 millón por el panameño Torres, otro millón de dólares por Jimmy Martínez, un millón y medio por el venezolano Soteldo, US$700 mil por Francisco Arancibia. Todos ellos sin ganancias futuras para el club hasta el momento.

Y la lista sigue. US$ 1,3 millones por Ángelo Henríquez, US$450 mil por Caroca, US$500 mil por Gonzalo Espinoza, US$350 mil por Zacaría, US$700 mil por Felipe Mora y US$800 mil por Ángelo Araos, siendo estos últimos dos casos los únicos que han reportado utilidades.

A todo esto se suma que la U lleva un par de años sosteniendo el plantel más caro del fútbol chileno (casi un millón de dólares mensuales) y que su endeudamiento ha aumentado de manera exponencial: debe poco más de US$8 millones ($5.500 millones, de acuerdo a los informes financieros) a diferentes entidades bancarias y otro monto similar al mismísimo Carlos Heller, expresidente del equipo, que aportó de su patrimonio los montos involucrados en el proceso de aumento de capital que ejecutó la concesionaria durante 2016.

La escuadra universitaria se alista, entonces, para un segundo semestre complicado. Debe bregar por mantener la categoría y ahora, también, por salir de la inestabilidad económica. No hay paz en el CDA. Ni menos dinero.

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