¿Se puede/debe dar tribuna a acusados de acoso sexual, aunque sean absueltos?

New York Review of Books

La situación es la siguiente: el editor del The New York Review of Books, Ian Buruma, publicó allí el viernes pasado un extracto, a modo de adelanto, del ensayo "Reflections from a Hashtag", escrito por Jian Ghomeshi. Gomeshi era un conductor de radio en Canadá que había perdido su trabajo luego de ser acusado por cerca de una veintena de mujeres de distintos episodios de acoso sexual, incluyendo agresiones variadas. El asunto llegó a los tribunales bajo figuras penales reguladas por el código penal canadiense. Resultó absuelto, pero no estimó  suficiente la sentencia e hizo sus descargos por escrito. "Ha habido suficiente humillación para toda mi vida. No puedo moverme a otra ciudad y reiniciar con un seudónimo", fue parte de su desahogo.

Publicado el extracto, las críticas por redes sociales fueron imparables. Buruma defendió el texto, argumentando que Ghomeshi había sido absuelto y que por tanto no había cometido un crimen. Pero no bastó, y le costó el cargo que llevaba ocupando 16 meses. La presión crítica hizo que tuviese que renunciar.

La revista publicó el texto sin contextualizarlo con un relato pormenorizado del caso de Ghomeshi. Si uno ingresa hoy a leerlo, encontrará en el encabezado un disclaimer que dice textualmente: "The following article, which has provoked much criticism, should have included acknowledgment of the serious nature and number of allegations that had been made against the writer, Jian Ghomeshi".

La pregunta cae de cajón: ¿Se puede/debe o no publicar a alguien acusado, aunque haya sido absuelto? No hay una sola opinión, según contestaron -acá en Santiago- a La Tercera PM diversos editores.

"Acá hay un tema de censura. Quién puede decidir qué está bien o qué está mal. En el caso de Ghomeshi entiendo que no fue condenado, entonces se produce una justicia por mano propia, que es la condena social y es por lo mismo muy complejo. Hay una situación similar que se dio hace muy poco en Europa, editores que consideraban publicar a autores con los que tenían diferencias brutales en términos ideológicos, pero que no consideraban válido censurarlos. Despedir a alguien por esas razones me parece duro, me asusta la censura y que esto nos lleve a una caza de brujas. ¿Quién va a definir cuál es el límite hasta dónde podemos llegar?", opina Pablo Dittborn, gerente de The Clinic.

"Creo que en el caso de la revista hay una transgresión a la libertad de expresión. Una persona tiene derecho a escribir lo que estime conveniente, sin afectar el derecho del otro, como sería en este caso, sin tener consecuencias. Ahora el propietario de un medio tiene el derecho de publicar lo que estime conveniente, y si decide tener un colaborador opinando es porque respeta que su opinión será expresada. Esto siempre dentro del marco de la ética. Notros tenemos en Chile muchos ejemplos de coacciones de los propietarios de los medios sobre hechos que no les parecen, sobre todo de orden ideológico. Ahora con las redes sociales los secretos ya no existen, por ende soy partidario que cada uno se haga cargo de sus actos y siempre estaré a favor de la libertad de expresión", cree, por su parte, Arturo Infante, editor de Catalonia.

Otro es el punto de Matías Rivas, director de publicaciones de Ediciones UDP: "La historia de la literatura está llena de estos casos. No es ninguna novedad. Cuando se publicó Ulises de James Joyce, quizás la o una de las novelas más importantes del Siglo XX, fue censurada, cayeron editores, pasaron cosas más o menos equivalentes. Pero acá estamos hablando de otra cosa. Los editores son sujetos de presiones permanentes: el 50% de la pega de un editores es saber administrar presiones, las censuras. Aquí falló el amigo no más, que es un gran editor, y no supo administrar bien el texto".

Agrega que "no quiero hacer un juicio sobre el editor, que es un gran editor literario. Seguramente administró mal los tiempos, porque los editores también están jugando un juego de poder, están en esa cancha. Sobre todo un tipo como él, de primera línea mundial. Muchas veces te puedes equivocar; por ende, te van a presionar, te van a tratar de sacar, generar problemas".

-¿El error es no calcular los tiempos o decidir publicarlo?

-Él no calculó. Se equivocó. No sé si se equivocó moralmente, sino que tomó una mala decisión como editor, más allá de la moral. Si ese texto hubiese sido escrito por otra persona, no hubiera pasado lo mismo.

-Por eso Ghomeshi se quejaba de que no podía rehabilitarse en el ensayo.

-Es que el trabajo de los editores no es rehabilitar gente. Acá hay una confusión: la acción social no pertenece al trabajo de la editorial, ni estar con el bien, ni promover la buena conciencia, ni promover la mala conciencia, hay editoriales que tienen líneas, perspectivas.

-De hecho, hay editoriales que publican a autores con vidas privadas bastante objetables. Cuando vino Tao Lin, por ejemplo.

-Sí. El problema fue publicar ese texto en ese espacio. Ahí se equivocó el editor. No creo que una decisión moral, sino que se sancionó ocupar The New York Review Books para eso, donde no estaba el juego el nombre de un escritor acusado; acá estaba en juego algo más cercana a la farándula, a la televisión. Para un editor literario con su prestigio, se equivocó, y fue sancionado demasiado drásticamente, pero fue una equivocación. Y estas cuestan caras debido a que hay redes sociales. Pero sobre todo, desentona. Cuando leí la noticia, sentí que el texto estaba fuera de ámbito.

-Además comprometió la marca del medio.

-Totalmente. Además, entiendo que el autor del texto es un presentador de televisión, no un intelectual. Entonces, no se arma bien la figura de por qué esto aparece en esta prestigiosa revista de libros.

-¿Admite o no comparación esto con publicar obras de autores con vidas -por decirlo de algún modo- bastante objetables?

-Mira, está lleno de autores con vidas privadas objetables. La historia de la literatura no existiría si corriera la ley de primero ver las vidas de los autores. Sin ir más lejos, la literatura francesa y norteamericana tiene a grandes exponentes; no veo que los libros de Charles Bukowski se estén dejando de publicar, lo que pasa es que cambian de mercado. Pueden pasar de una suerte de sección A... hay que tener ojo con esto. Puede pasar lo de los cigarros, que este libro es sólo para mayores de 21, hay que tener mucho cuidado con que se ocupen las reivindicaciones de las víctimas para el márketing. Que haya libros que vengan con el sello "#MeToo", ponte tú, que haya "Clásicos no se cuánto" con el sello "#MeToo" y otros que no lo tengan, pero ahí caeríamos en que la Divina Comedia podría no tenerlo, y varios obras de Shakespeare.

-Eso sería llevar la ley de rotulado de alimentos a los libros

-Es que yo creo que eso puede llegar a ser algo paródico, demencial y delirante.

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